Mientras Salta limita la atención a extranjeros por ley, una candidata promete acceso libre. El Gobierno estalla, pero la desconfianza ya contagió a todos.
En Salta, la salud pública volvió al centro de la grieta electoral: mientras la Ley exige cobrar la atención a extranjeros, la diputada Carolina Ceaglio promete en campaña abrir las puertas sin restricciones. El ministro de Salud, Federico Mangione, no tardó en desmentirla y acusarla de contradecir su propio voto legislativo.
Los números no mienten. Los pasillos, tampoco. En 2023, Salta limitó por ley el acceso gratuito a hospitales para ciudadanos bolivianos, exigiendo el pago por servicios médicos. Hoy, en plena campaña, esa norma quedó arrumbada debajo de las alfombras electorales: Ceaglio promete lo que ella misma ayudó a prohibir. Mangione, a cargo de un sistema sanitario que ya camina por la cornisa, respondió con dureza. La credibilidad, como los turnos médicos, empieza a escasear.
Todo estalló hace pocos días, cuando la diputada Carolina Ceaglio —que busca renovar su banca— prometió en actos públicos “atención libre y gratuita para los hermanos bolivianos”. La frase no tardó en encender alarmas en los despachos de calle España 782, sede del Ministerio de Salud. No era solo una promesa alegre: era una contradicción feroz.
En 2023, con su voto incluido, la Legislatura provincial aprobó una ley que restringe esa gratuidad para extranjeros, obligándolos a pagar por los servicios médicos. Una norma polémica, pero vigente. “Esto es un golpe para nosotros y para el gobierno”, reconoció Mangione. El funcionario no dejó pasar la embestida: llamó a Ceaglio, le pidió “cuidado” y le recordó su responsabilidad institucional.
Mientras tanto, en los hospitales, la realidad es otra: médicos consultados admiten que, aunque la ley se aplica “a rajatabla”, cada caso se negocia casi en silencio, en medio de pasillos saturados y guardias colapsadas.
El ministro Mangione, curtido en batallas políticas, no se mostró sorprendido: “En campaña vale todo”, lanzó con resignación en declaraciones radiales. Sin embargo, no ocultó su molestia. La jugada de Ceaglio no solo expone al sistema sanitario: también deja en evidencia las fisuras internas del oficialismo.
“Deberían fijarse qué dicen y cómo hablan”, advirtió. Mientras tanto, las autoridades insisten en que el flujo de pacientes extranjeros es “reducido” y que todo funciona “bajo control”. Pero en los hospitales, los médicos advierten lo contrario: falta de insumos, demoras eternas y una presión que no distingue fronteras ni nacionalidades.
La paradoja golpea fuerte: mientras en los discursos se garantiza el orden, en las salas de espera reina la incertidumbre.
Salta sigue atendiendo bolivianos. Menos que antes, con más trabas y facturación de por medio. Pero cuando la necesidad aprieta, la frontera se vuelve invisible.
La gran ironía es que quienes legislaron restricciones hoy ofrecen milagros de campaña, mientras el sistema de salud se resquebraja en silencio. La pregunta es inevitable: ¿cuánto más puede soportar un hospital cuando los votos pesan más que los pacientes?