Caputo admite el final del verso cambiario

En el comunicado por el swap con China, el ministro reconoció que el sistema actual no es “consistente ni sostenible”. Mientras Milei insiste con el relato, el FMI marca la cancha.


Luis Caputo sorprendió con una frase que dejó al desnudo lo que el Gobierno venía negando: el modelo cambiario está agotado. En medio de las negociaciones con el FMI, y con reservas al límite, el ministro blanqueó que el régimen actual no se sostiene. El dólar oficial, tan planchado como la credibilidad oficial.

El origen del conflicto
Desde que Javier Milei asumió, su equipo económico sostuvo una narrativa de hierro: dólar semi-fijo, intervención del Banco Central y “no va a haber devaluación”. Pero la realidad —como siempre— no tardó en mostrar los hilos del maquillaje. Las reservas se drenaban a paso redoblado, la inflación no aflojaba y el tipo de cambio oficial quedaba cada vez más desfasado. Todos lo veían. Menos los libertarios.

La gota que rebalsó el vaso fue la declaración, escondida como al pasar, en el comunicado oficial que anunciaba la renovación del swap con China. Allí, Caputo deslizó que ese acuerdo servirá para “reducir los riesgos en su transición hacia un régimen monetario y cambiario consistente y sostenible”. Es decir, que el actual no lo es. El reconocimiento no fue una frase perdida: fue una confesión.

Respuesta institucional: negación serial y volantazo silencioso
Durante meses, Milei se dedicó a desacreditar a los economistas que advertían sobre el atraso cambiario, tildándolos de “mandriles” y augurándoles un lugar en el “infierno keynesiano”. Mientras tanto, Caputo y Bausili sostenían el crawling peg con la esperanza de que la inflación bajara antes de liberar el mercado. Pero el tiempo se les acabó. Y el relato, también.

La frase en el comunicado desató una tormenta de interpretaciones que ya no se pueden tapar. El FMI —como había revelado LPO— viene presionando hace semanas por un “cambio de régimen” que incluya un salto devaluatorio inicial y luego un esquema de flotación entre bandas. Lo que viene es una devaluación, por más que el manual libertario intente rebautizarla.

Desde adentro del gobierno, los pases de factura no se hicieron esperar. Lucas Llach, alfil de Sturzenegger, respondió en redes que el lunes podría haber nuevo esquema cambiario “si todo eso va bien”. Un misil disfrazado de pronóstico. Sturzenegger, por su parte, nunca disimuló su rechazo al modelo Caputo y ahora ve llegar su revancha, empujado por su viejo amigo Rodrigo Valdés, desde el sillón del FMI para el hemisferio sur.

Impacto humano: lo que no dicen los comunicados
Mientras los funcionarios juegan a los enroques, en la calle el dólar no se consigue, las importaciones siguen trabadas y los precios suben como si el mercado ya se hubiera anticipado al salto. Comerciantes, pymes e industriales trabajan en modo “día a día”, esperando la próxima señal que baje desde el Palacio de Hacienda. Lo único consistente es la incertidumbre.

Un industrial del conurbano lo resume sin vueltas: “Hace tres meses que no puedo reponer stock. El dólar oficial no existe. Me dicen que espere, pero si espero me fundo”. Del otro lado del mostrador, un importador de autopartes grafica el desconcierto: “Una cosa es la cotización oficial, otra es lo que te pide el proveedor. Esto ya no es economía: es ruleta rusa”.


El gobierno que prometía terminar con la “mentira del dólar atrasado” terminó atrapado en su propia fábula. Ahora, con la soga del FMI al cuello, empieza a admitir lo que negó con soberbia: que no hay magia posible cuando los números se pudren.

¿Se animará Milei a explicar que el “modelo libertario” viene con devaluación incluida? ¿O seguirá culpando a los mandriles mientras ajusta en silencio? Porque el verso cambiario ya no cotiza ni en yuanes.

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