Todo ocurrió en silencio, en la madrugada cordobesa. Apenas unos pasos, una puerta que se abre, un saludo quizás. Después, la furia. Un hombre de 34 años asesinó a su padre a puñaladas en una escena brutal que dejó helada a toda la localidad de Pozo del Molle, al sudeste de Córdoba.
El acusado, Joaquín Tavella, había llegado desde la capital provincial, donde vivía en una pensión. Lo hizo en taxi, siguiendo un recorrido que las cámaras de peaje de la autopista lograron registrar a la altura de James Craik. Fue su madre quien le abrió la puerta de la casa familiar, en calle Urquiza, sin imaginar lo que estaba por suceder.
Minutos después, todo se volvió tragedia.
En un pasillo de la vivienda quedó el cuerpo de Oscar Alberto Tavella, de 65 años, con múltiples heridas punzocortantes. El arma homicida, una navaja, fue hallada en la cocina. En el rostro, las manos y otras zonas del cuerpo de la víctima se notaban lesiones defensivas: intentó resistirse, luchó por su vida.
La madre del agresor, completamente en shock, fue quien pidió ayuda. Llamó a los bomberos voluntarios, y ellos dieron aviso a la Policía. Cuando los efectivos llegaron, encontraron al presunto parricida sentado en la vereda, como si la violencia que acababa de desatar ya no le perteneciera.
El fiscal René Bosio, a cargo de la causa, no dudó en calificar el hecho como “demasiado violento”. Confirmó también que Joaquín ya había protagonizado episodios de agresividad en el entorno familiar y que tenía antecedentes de internaciones psiquiátricas. Su hermano lo confirmó: había estado varias veces hospitalizado y, según trascendió, atraviesa un cuadro de salud mental grave, posiblemente agravado por el consumo de sustancias.
Ahora, las pericias médicas y psicológicas serán clave para determinar si comprendía la magnitud de lo que hacía. Por el momento, fue imputado por homicidio calificado por el vínculo y trasladado a la cárcel de Bouwer.
El pueblo aún no sale del estupor. Lo que pasó en esa casa ya es parte de sus sombras.