La Prueba Aprender 2024 reveló que apenas el 14,2% de los estudiantes de último año de secundaria alcanzó el nivel satisfactorio en Matemática, mientras que en Lengua hubo una ligera recuperación, con el 58% en ese nivel. Estos datos confirman un panorama crítico: la caída sostenida en los aprendizajes, las desigualdades marcadas según el nivel socioeconómico y la casi nula presencia de estudiantes con desempeños avanzados en Matemática. A continuación, cinco puntos centrales para comprender el diagnóstico y orientar posibles acciones.
1. Deterioro sostenido en Matemática
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En 2016, el 70,2% de los adolescentes de último año quedaba en niveles “básico” o “por debajo del básico”; ocho años después esa cifra subió al 85,8%.
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Ocurre en paralelo a una ausencia casi total de alumnos en el nivel “avanzado”: en 2016 un 5,2% los lograba; en 2024, ninguno.
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La matemática es “una asignatura con dificultades persistentes para garantizar los aprendizajes fundamentales”, explica Víctor Volman (Observatorio de Argentinos por la Educación).
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Alumnos que cursaron secundaria entre 2019 y 2024 estuvieron en pandemia; “no hubo protocolos pedagógicos claros para acompañar el regreso”, apunta Irene Kit (Educación para Todos).
2. Brechas socioeconómicas que no se revierten
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El 28% de los estudiantes de nivel socioeconómico alto alcanzó el nivel satisfactorio, pero ese porcentaje cae al 8,2% en el quintil 2 y al 5,2% en el quintil 1 (más bajo).
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En Lengua también se observan diferencias, pero menos pronunciadas: el 66% de 6° grado de primaria lograba nivel satisfactorio en Lengua en 2023, mientras que en secundaria ese indicador bajó al 58%.
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“La escuela no revierte desigualdades: reproduce mejores desempeños en sectores más favorecidos y peores en los más vulnerables”, señala Sandra Ziegler (UBA / Flacso).
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Las cifras exigen “acciones urgentes para reducir brechas”, remarca Manuel Álvarez Tronge (Educar 2050): en los niveles bajos, “el 57% tiene problemas de lectura y el 95% no alcanza el mínimo en matemática”.
3. Casi ningún desempeño destacado
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En el subsistema privado, el 76% de los alumnos quedó en niveles “básico” o “por debajo del básico” en Matemática.
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“No hay islas de excelencia: ni las escuelas privadas de mayor recurso ni las técnicas obtienen desempeños avanzados en una prueba acordada con el currículo nacional”, advierte Ziegler.
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En Lengua también se contrajo el porcentaje en nivel avanzado: del 15% en 2022 al 6,3% en 2024, según Álvarez Tronge.
4. Un 30% de ausentes y el “efecto autopsia”
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La Prueba Aprender 2024 tomó el 96,6% de las escuelas, pero solo participó el 70,2% de los estudiantes.
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Ese nivel de inasistencia se repite desde hace años en secundaria y se concentra aún más en el sector estatal (65,4%).
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“Queda fuera un 30% de chicos que abandonaron o se retrasaron; el sistema ya no puede ayudarlos”, observa Álvarez Tronge.
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Especialistas como Kit resaltan la duda de si ese 30% “falta habitualmente” o si deja de responder “por evitar la evaluación”.
5. Enfoque en la enseñanza y la formación docente
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“El problema es pedagógico: revisar currículos, prácticas de aula y la transición de primaria a secundaria”, plantea Cora Steinberg (Unicef).
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Hace falta “mirar de cerca cómo se enseña matemática en primaria (donde yace la base) y en secundaria, y reforzar la formación inicial y continua de los docentes”, explica Cecilia Veleda (exdirectora del INFoD).
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Las horas de clase suelen dedicarse a algoritmos rutinarios y “saltos al vacío” hacia el álgebra sin entender fundamentos, advierte Kit: pocos espacios para ejercitar el pensamiento matemático.
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En Lengua, aunque hubo leve mejora, “es urgente consolidar protocolos pedagógicos que acompañen a quienes crecieron en pandemia con vacíos de aprendizaje”, insiste Kit.
¿Qué hacer a partir de ahora?
Expertos coinciden en que los resultados de Aprender 2024 demandan:
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Planes de mejora específicos en Matemática, con énfasis en didáctica y “recuperar el pensamiento matemático”.
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Formación docente integral, para garantizar que quienes enseñan tengan dominio didáctico y contenidos sólidos.
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Políticas focalizadas en la transición primaria-secundaria, donde se pierden aprendizajes claves.
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Intervenciones tempranas en contextos vulnerables, evitando que los alumnos ni siquiera lleguen a quinto o sexto año.
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Monitoreo continuo del 30% de inasistencia y estrategias para su reincorporación.
Solo así podrá revertirse la “catástrofe educativa” que reflejan las pruebas estandarizadas y garantizar que los adolescentes finalicen la secundaria con una base sólida en Matemática y Lengua.