El canciller Gerardo Werthein regresó al país en un jet privado desde Florida junto a una modelo neerlandesa, sin brindar explicaciones, en un episodio que expone la doble vara del gobierno de Javier Milei respecto a los privilegios de la “casta”.
Mientras el gobierno de Javier Milei repite hasta el hartazgo su cruzada contra “la casta” y los privilegios, el canciller Gerardo Werthein -el ministro más rico del gabinete- protagonizó un nuevo escándalo diplomático: regresó al país en un vuelo privado desde Florida, acompañado por la modelo neerlandesa Nina Francisca Schreuders, quien integró del grupo de bailarinas estables del programa de Marcelo Tinelli y fue, además, tapa de la revista Hombres.
Según pudo saber este medio, la modelo de 35 años vive en el país desde 2010 y no es ajena a la fama: tiempo atrás se la vinculó con el futbolista uruguayo Diego Forlán. Schreuders también trabajó en Sábado Bus, es hija única y sus padres poseen una empresa vinculada a la informática.
La información se conoció gracias a una imagen filtrada en redes sociales, en la que puede verse la declaración general de vuelo de la empresa Pacific Ocean S.A., utilizada para el trayecto entre el aeropuerto internacional de Palm Beach y aeroparque Jorge Newbery. En el documento, fechado el 4 de abril de 2025, Werthein figura como único pasajero junto a la joven nacida en 1989. Según trascendidos no oficiales, el vuelo habría sido piloteado por el periodista oficialista Antonio Laje, aunque este dato no fue confirmado.
Werthein se encontraba en Estados Unidos en el marco de una visita oficial, con reuniones en Washington D.C. junto a funcionarios como el secretario de Comercio Howard Lutnick, el representante comercial Jamieson Greer y el senador Marco Rubio. En sus redes sociales, el canciller mostró una agenda cargada de fotos, elogios y mensajes optimistas sobre la relación bilateral con Estados Unidos. Sin embargo, nada dijo sobre su particular forma de regresar al país, ni sobre su llamativa compañía a bordo.
El silencio oficial contrasta con el tono moralista del discurso libertario, que no pierde oportunidad para denunciar “el despilfarro del estado” y exigir “sacrificio” a la ciudadanía