Luego de su denostación un merecido reconocimiento

  • Autor : Gregorio Caro Figueroa

Un periódico digital que se edita en Salta, versión local de “Página 12”, incluye hoy un artículo sobre la trayectoria del doctor Arturo Oñativia datos, opiniones y fotos que aporté al periodista que elaboró ese interesante artículo.

Quizás más por la orientación política de ese periódico, de confesión kirchnerista, que por intención del autor, se omitieron allí algunos datos importantes:

1) Que la Universidad Nacional de Salta, se creó durante la presidencia de facto del teniente general Alejando Agustín Lanusse el 11 de mayo de 1972 por Ley número 19.633. El decreto, que firmaron Lanusse y el ministro de Cultura y Educación de la Nación, Gustavo Malek, señaló el 1° de enero de 1973 como fecha de comienzo del funcionamiento de la UNSa.

La deliberada amnesia ideológica de cierto izquierdismo, sigue omitiendo el nombre de Lanusse. También, prefiere olvidar que entre 1970 y 1973, esos sectores cuestionaban la apertura de nuevas universidades nacionales con el “argumento” que esa idea era parte de la llamada Doctrina de la Seguridad Nacional, cuyo objetivo en ese terreno era “atomizar al movimiento estudiantil” y descongestionar los grandes centros universitarios para evitar protestas como las del “cordobazo”.

2) Desde noviembre de 1971, el doctor Arturo Oñativia Oñativia fue presidente de la comisión del Estudio de Factibilidad para la creación de esa Universidad. En 1973 fue designado primer presidente de su Consejo de Investigación. Desde junio de 1973, la llamada “tendencia”, un modo de designar a “Montoneros”, a través de Holver Martínez Borelli, impulsó una fuerte y sectaria politización de esa Universidad.

Esa explícita orientación se manifestó, entre otros aspectos, en apartamiento y distorsión de los fines y objetivos de es Universidad.

Ese sello ideológico caracterizado por un fuerte dogmatismo e infantilismo políticos, repercutió en la gestión del Consejo de Investigación, cuyas funciones fueron recortadas por el rector y sus proyectos obstaculizados.

Ante la persistente actitud desconocimiento de las atribuciones del Consejo de Investigación por parte del rector, el doctor Oñativia y todos los integrantes de ese cuerpo presentaron su renuncia indeclinable, en la que denunciaron y consideraron lesivas e inaceptables esas manipulaciones.

Lo que si recoge ese artículo, es aquel otro episodio de persecución y castigo al doctor Oñativia. Esta vez, la discriminación salió de las manos de los funcionarios locales de la dictadura del “proceso”. Esta vez, caza de brujas, la desató el extremo opuesto al de la llamada “tendencia”, eufemismo que designaba a la banda terrorista “Montoneros”.

En esa otra “purga derechista”, Oñativia fue dejado cesante como director del Instituto de Endocrinología, del que fue creador. Oñativia fue, y sigue siendo, una reconocida autoridad científica nacional en esa especialidad.

En esos dos episodios de persecución funcionó el implacable sistema de pinzas: para la izquierda populista, Oñativia pertenecía a una elite “cientificista” y, para la dictadura del “proceso”, era un peligroso investigador, demócrata, republicano, con el antecedente de haber sido uno de los principales colaboradores del ex presidente constitucional Arturo Illia.

Poco después de la implantación de la dictadura militar en marzo de 1976, el resentimiento de colegas hacia Oñativia fueron el combustible de intrigas palaciegas cargadas portadoras de delaciones ante algunos militares para los que el mundo se dividía entre los partidarios de la dictadura y sus opositores y críticos.

En diciembre de 1983, días después del comienzo de presidencia de Raúl Alfonsín, Oñativia fue restituido en estas funciones. Lo hizo con carácter honorario. Ese regreso al Instituto que fundó y dirigió fue un acto desagravio y de justo reconocimiento a su trayectoria. Oñativia murió en Salta, el 2 de abril de 1985.

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