En una misión para ir al rescate de pilotos argentinos derribados, se acercó peligrosamente a la flota inglesa. La noche del 2 de mayo fue atacado con misiles, muriendo su capitán y siete tripulantes. A pesar de los serios daños sufridos, logró alcanzar el continente
Esta es la crónica de una muerte anunciada. El Aviso Alférez Sobral, un testigo viviente de la guerra de Malvinas, en cuya cubierta ocho hombres dejaron su vida comenzando por su capitán, está a horas de ser rematado para ir desguace y ser vendido como chatarra. Irá a subasta junto a las corbetas Drummond y Guerrico, también integrantes de la Flota de Mar que combatió en el conflicto del Atlántico Sur.
Infobae ya había alertado de esta situación el pasado 5 de marzo (La tragedia sin fin del Aviso Sobral: fue atacado en la guerra de Malvinas, ocho tripulantes murieron y hoy corre peligro de desguace), y desde entonces las gestiones de aquellos que se comprometieron a salvarlo, no tuvieron éxito.
Habían tomado la posta la Asociación de Fundadores y Pioneros de Vicente López, quienes lograron el apoyo del centro de veteranos de esa localidad. Cuando el barco fue radiado en 2018 y la provincia de Santa Fe retiró su propuesta de reclamarlo -Santa Cruz, Chubut y Entre Ríos habrían mostrado interés en tenerlo- esta asociación puso manos a la obra. Sostienen que es viable llevarlo al puerto de Olivos, ideal por su calado, dejarlo amarrado para que pueda ser visitado por la comunidad.
Sin embargo, una cuestión monetaria enfriaba enseguida cualquier proyecto: ponerlo a punto y remolcarlo en forma segura para que no se hundiese en el trayecto, costaba 250 mil dólares.
Oscar Fasano, presidente de la Asociación de Fundadores y Pioneros de Vicente López, explicó que la intención era que la Armada lo donase. Las conversaciones al respecto se habían iniciado antes de la pandemia y cuando se volvió a la normalidad, la Armada informó que la donación solo podría hacerse efectiva de un Estado a otro. Hubo algunas reuniones, pero luego no volvieron a tener noticias.
Por ese motivo, la asociación de fundadores y pioneros, junto al centro de veteranos de Vicente López, llevaron la inquietud a la municipalidad. Según fuentes del municipio de Vicente López, tuvieron una primera reunión en la que le presentarían un plan de participación público-privada, ya que la comuna no cuenta con fondos, no solo para el traslado, sino además para el mantenimiento del buque. Y según fuentes del municipio, las conversaciones se cortaron.
De todas formas, según la asociación de fundadores y pioneros, se podría reunir el dinero ya que habría instituciones dispuestas a colaborar.
La palabra de la Armada
El contraalmirante Enrique Balbi, secretario general de la Armada, contó a Infobae que había recibido a la asociación de Vicente López y que el barco, una vez radiado, se publicó en agosto en la Agencia de Administración de Bienes del Estado para ser entregado en donación. El marino explicó que los fondos que se necesitan son una cuestión clave, no solo para su remolque, sino para ponerlo en valor para que pueda habilitarse al público a visitarlo en forma segura. Además, remarcó que cada dos o tres años deben hacerse tareas de mantenimiento, con el costo correspondiente.
Balbi señaló que la Armada no cuenta con recursos para mantenerlo, ya que los fondos se destinan a las naves que están en operaciones. “Al Aviso Sobral se le hicieron todos los homenajes posibles: una corbeta lleva el nombre de Gómez Roca, otro aviso el del teniente Claudio Olivieri, la plaza de armas en Puerto Belgrano lleva el nombre del capitanl; además se exhibe en Tigre el puente de mando con la huella del ataque del 2 de mayo de 1982, así como otros elementos del buque. El alma del buque ya está custodiada. Dejemos que el fierro muera dignamente”, concluyó.
Tichín, la nieta
Teresa Inés Sobral -Tichín, pide expresamente que se la llame así- conoció a su abuelo, de quien recuerda que se sentaba en sus faldas y ella le hacía preguntas. Preocupada por mantener viva la memoria de aquel marino que fue el primer argentino en llegar a la Antártida y el primer doctor en Geología en nuestro país, lo define como “un argentinazo”.
Contó que en el Congreso se reunió con el senador fueguino Pablo Blanco, quien se comprometió a hacer gestiones, ya de último momento. Cuando habla de su abuelo se emociona, espera que esas gestiones tengan éxito, y no está para nada de acuerdo con las palabras de Balbi de dejar morir a la nave con dignidad.
El Sobral
Construido en 1944 en Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina y lleva el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, que hizo historia en la Antártida.
El 27 de marzo de 1982 le habían ordenado partir hacia el sur. Las órdenes que recibió el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca era situarse en un punto entre el continente y las islas y estar preparados para misiones de búsqueda y rescate.
La primera misión en la guerra de Malvinas para este buque no demoraría en llegar.
En la noche del 1 de mayo, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, teniente Eduardo de Ibáñez y el primer teniente Mario González debieron eyectarse.
El Alférez Sobral recibió la orden de ir a su rescate, a un punto establecido a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.
El comandante reunió a todos los oficiales en la cámara. Con una carta desplegada donde estaba ploteada toda la flota inglesa, señaló un punto 90 millas al norte de Malvinas. Era el lugar donde debían ir, peligrosamente cerca de la flota británica. Hubo un silencio total. Todos se miraron entre sí y nadie dijo nada.
Luego de un reabastecimiento en Puerto Deseado, el buque llegó al lugar asignado casi a la medianoche del 2 de mayo. Al llegar, el Sobral fue sobrevolado por un helicóptero británico Sea King que luego se alejó.
La dotación fue a cubrir los puestos de combate, esperando un ataque. Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y se abrió fuego con el modesto armamento: un cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara.
Había marea gruesa y el buque navegaba lentamente. Todos se prepararon para un ataque. Cuando divisaron luces pensaron que eran bengalas que habían arrojado los pilotos que iban a rescatar. Pero eran misiles.
Un misil Sea Skua, disparado desde dos helicópteros que habían despegado de los destructores Coventry y Glasgow –uno de ellos debió regresar por fallas- destrozó la lancha que el buque llevaba, y se hundió parcialmente el baño del personal, provocando heridos. Gómez Roca ordenó revisar el sector de proa. Cuando finalizó la revisión, se produjo el segundo ataque.
Eduardo Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Sergio Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado
En ese segundo ataque un misil impactó de lleno en el puente de comando que, junto al puesto de radio ubicado debajo, quedaron destruidos. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera en el puente de mando sólo la dotación indispensable, el resto quedó bajo cubierta.
Sergio Bazán, que había sido demorado por el médico para revisarle una herida que había sufrido, demoró su llegada al puente y así salvó su vida. En el puente no vio a nadie con vida y ordenó apagar los incendios. Se convirtió en el comandante de la nave. Está convencido de que la decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas.
En medio de gritos y de alaridos de los heridos, se desató un gran incendio, que pudo ser controlado.
Todo pasaba en cuestión de segundos. El cabo Enríquez, envuelto en llamas, se desplomó por la escala. Lo cubrieron con una manta y lo corrieron hacia un costado.
Comprobaron que las máquinas continuaban funcionando y que no había inundación. Bazán le ordenó a Fondevila conseguir la radio de emergencia, guardada en el cuarto de radio, que se estaba incendiando. Tomado a la escala, subió y se encontró con el cuerpo del cabo Tonina, que estaba colgando porque el piso del puente se había perforado. No pudo continuar porque el humo lo ahogaba. Contuvo el aire y volvió a subir. Corrió los restos del cabo Alancay, totalmente destrozado, y encontró la radio. Durante quince minutos transmitió el SOS en morse, además de pedidos de auxilio en radiotelegrafía y en radiotelefonía. “Mayday, Mayday”, sin decir quiénes eran.
Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón. Una hora después, el jefe de máquinas solucionó el problema y volvieron a navegar. No se produjo un nuevo ataque: los ingleses veían las llamas.
Con ocho muertos a bordo, con el puente de navegación seriamente dañado, con los sistemas de navegación destruidos en los dos ataques sufridos, la disyuntiva que se les presentaba a la dotación del Aviso Alférez Sobral era ir a Malvinas o hacia el continente. Poner proa hacia las islas en esas condiciones suponía quedar a merced de otro ataque inglés o desviarse y tal vez terminar en la Antártida. Sólo contaban con un vigía en cubierta y con una brújula terrestre que se confundía con los hierros del maltrecho buque. De algo estaban seguros: las olas venían del norte y hacia allá se dirigieron el lunes 3 de mayo de 1982.
Luego de tres largos días de navegación sin saber a ciencia cierta hacia dónde se dirigían, avistaron la costa y un helicóptero de la Fuerza Aérea los sobrevoló en un punto al sur de Río Deseado.
Fue una navegación marcada por la incertidumbre. Hubo reiterados incendios, y se debieron cortar cables para evitar nuevos focos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Existía la urgencia de tocar tierra para atender a los heridos, ya que las medicinas escaseaban. El panorama era desalentador.
Durante la travesía, transmitieron cada cinco minutos por la red de emergencia “para todas las estaciones que nos escuchan”. Un cabo, en su Spika escuchó que un locutor decía “para el señor Gómez Roca, hemos recibido su mensaje”. Sabían que estaban.
De pronto, el teniente de corbeta Casal cayó en la cuenta de que navegaban sin bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Y ató la bandera de guerra a la pluma del buque.
Cuando un helicóptero se aproximó le lanzaron dos bengalas, que la nave interpretó que del barco le abrían fuego. Se alejó y regresó muy lentamente. Bajaron una camilla por los heridos. Luego un avión, en vuelos rasantes, les indicó hacia dónde debían dirigirse. Cuando pasaron junto al Cabo San Antonio, la tripulación formó en puesto de honores, demostrando que estaban en un buque que seguía navegando.
El Aviso Alférez Sobral tuvo ocho caídos, comenzando con el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca. Los otros fueron el guardiamarina Claudio Olivieri; el cabo principal Mario Alancay; el cabo segundo Sergio Medina; el cabo segundo Elvio Tonina; el cabo segundo Ernesto Del Monte; el marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el conscripto Roberto D’Errico.
Una vez en puerto, se reparó el buque y con un puente improvisado fueron a Puerto Belgrano. A los tres meses volvieron a zarpar hacia Ushuaia. Fue muy emocionante despedirse de los conscriptos que a fin de ese año se fueron de baja.
Años después, en una oportunidad en que el Alférez Sobral estaba anclado en Ushuaia y era posible visitarlo, un inglés subió a bordo. Antes de descender, dejó escrito en el libro de visitas: “Me complació visitar esta hermosa nave con un espíritu de amistad y como señal de respeto a los valientes hombres que tan bien sirvieron a su país en el ARA Alférez Sobral en 1982″. El visitante era el almirante retirado Paul Hoddinott, quien en la guerra fue el comandante del destructor Glasgow, de donde despegaron los helicópteros que habían protagonizado el ataque.
Distintas versiones, un mismo final
Las partes intervinientes coinciden, se contradicen, cada una tiene una solución a esta cuestión y en un punto resulta engorroso seguir el hilo. Que la Armada lo ofreció en donación y que nadie lo reclamó, que la asociación y los veteranos de Vicente López tenían un proyecto viable e interesó al municipio, que la municipalidad esperó un proyecto viable que nunca se presentó, que era clave conseguir un cuarto de millón de dólares para su puesta a punto y traslado, pero que tal vez eso no era impedimento, y que se habrían conseguido los sponsors para el traslado y para el mantenimiento. Hasta se especula con que como el precio de la chapa está bajo, tal vez la subasta se caiga.
La conclusión de este intríngulis es una: que el próximo viernes el Aviso Alférez Sobral, amarrado en Mar del Plata, a merced de la sal marina y sin ningún mantenimiento, va a subasta on line con una base de 14.200.000 pesos, aguardando el peor final, ese que todos quieren evitar pero que lamentablemente ya está anunciado.