Inmersa en un tiempo histórico netamente patriarcal y culturalmente porteño céntrico, Benita Campos supo abrirse caminos en la vida social, cultural y profesional desde Salta hacia el continente.
Nacida en Salta hacia 1867, Benita Campos fue criada en el seno de una familia de comerciantes. Egresada de la Escuela Normal, ejerció la docencia enseñando diversas materias tales como historia, geografía y literatura.
Poco a poco comenzó a participar en diferentes espacios de socialización propios de la época para las mujeres de su “clase”, como la Sociedad de Beneficencia o la Filial Salta de la Asociación Pro Patria de Señoritas, que fuera fundada y presidida por ella misma. Desde allí, Benita comenzó a ganar reconocimiento social, abriendo espacios de formación profesional como la Escuela Profesional de Mujeres.
Esta situación de movilidad social e inserción en diferentes espacios públicos fuera del ámbito domestico, será la razón por la que la figura de Benita Campos representa un caso singular para la época.
Por aquellos años la mujer apenas podía trascender de la esfera privada hacia la pública, ya que estaba circunscripta al ámbito laboral relacionado con oficios “feminizados”: costureras, lavanderas, planchadoras y monjas, al tiempo que el eje de la formación escolar de las niñas acentuaba las labores y la utilidad doméstica.
En ese contexto, el trabajo de maestra era aceptado, ya que se consideraba una extensión del rol maternal. Sin embargo, esa misma profesión permitirá en muchos casos la salida hacia lo público.
Benita Campos, una mujer que supo transgredir, en parte, el orden social en el que había nacido para constituirse en una de las representantes del espacio cultural salteño durante la primera mitad del siglo XX. Egresada de la Escuela Normal en 1890, ejerció la docencia transitando la enseñanza de la historia, el castellano y la geografía para llegar a desempeñarse luego como directora de la escuela Sarmiento y secretaria del Consejo Provincial de Educación. A su tarea docente debe sumarse su trabajo como periodista en el Diario radical El Cívico y una ardua labor en la construcción de una memoria histórica materializada en proyectos sobre monumentos y celebraciones. Al tiempo que compartía los espacios de sociabilidad típicos de las mujeres de la elite de inicios del siglo XX, como la Sociedad de Beneficencia , las reuniones de las Damas Vicentinas o la Filial Salta de la Asociación Pro Patria de Señoritas -fundada y presidida por ella-, impulsó, desde el lugar de reconocimiento social que fue adquiriendo, espacios de formación profesionales para las mujeres, como la fundación de una Escuela Profesional de Mujeres y de dos escuelas dominicales para mujeres adultas que debían funcionar en las parroquias de La Candelaria y de La Merced (Solís Tolosa, 2011: 11).La trayectoria que Benita logra trazar se inserta en un proceso local de feminización del normalismo que se produce hacia fines del siglo XIX y principios del XX, en el cual la fundación de escuelas normales en las provincias del interior constituyó la posibilidad de sostener “dispositivos” de formación de docentes en estrecha relación con una moral “civilizatoria” y en sintonía con las pretensiones de las elites locales. En la ciudad de Salta, como sostiene Guantay Estrabis, el acceso a la carrera docente era mucho más restringido y con un mayor grado de feminización, predominando las mujeres pertenecientes a familias patricias, como Emma Saravia González de Solá, Carmen Niño, Rosa Niño, Zulema Usandivaras de Torino, Delia Diez Saravia, Emilia Fanny Wierna, Carmen Isasmendi, entre otras (Guantay Estrabis, 2019: 4).Desde fines del siglo XIX, en los centros de producción académica de Buenos Aires se habían trazado las líneas matrices delo que serían las historias nacionales, con un claro enfoque porteño céntrico y homogeneizante del pasado nacional, en un periodo en donde las elites intelectuales trataban de construir un pasado en común que permitiera delinear una identidad argentina que uniformara la gran diversidad política y étnica que existía. Desde las provincias surgieron, a veces para contestar estas historias y otras veces para complementarlas, propuestas de historias locales que en la mayoría de los casos no pasaron de ser consideradas por los intelectuales de la capital como meras crónicas provincianas. En las provincias del interior, sin embargo, habían comenzado a gestarse espacios de producción cultural dedicados al análisis del pasado y redes de intercambio de conocimientos y material de lectura que trascendían los límites provinciales. “Güemes. Revista mensual, literaria y social” fue una revista editada entre los años 1907 y 1921 por Benita Campos, quien logró posicionarse como una referente de la cultura en Salta. Su trayectoria y las características de su publicación son una vía de entrada para analizar el entramado social en que las mujeres comenzaron a abrirse paso durante la primera mitad del siglo XX.
En su rol de maestra normal y periodista, Benita Campos se construía a sí misma como un “agente civilizatorio”, en el marco de un sistema educativo y un espacio de producción cultural que tenía como uno de sus objetivos principales la formación de la ciudadanía, buscando socializar y disciplinar a los sujetos en los valores republicanos (Guantay Estrabis, 2019:5). La monumentalización del pasado, en este sentido, constituía uno de los elementos centrales de su accionar, siendo artífice de la organización de la Comisión Pro Monumento al General Güemes, el concurso internacional de escultores para el proyecto del monumento, los homenajes para el centenario de su fallecimiento en 1921 y participando en la obra del Panteón de las Glorias del Norte, entre otras actividades conmemorativas (Sánchez, 2018).En poco tiempo, la revista logró contar con la colaboración de otras escritoras que enviaban sus artículos desde las provincias vecinas, Perú, Uruguay, Colombia, Bolivia y Chile. Entre 1907 y 1921 logra publicarse una gran cantidad de artículos y notas vinculadas a temas de Historia, literatura y otros de carácter social, incluyendo fotos y relatos de contemporáneos. Sus lectores y lectoras podían acceder a la publicación cada quince días, ya sea por suscripción o por compra individual (Sánchez,2018).La trayectoria de Benita Campos y la publicación y circulación de su revista entre un amplio público de lectores y lectoras es una vía de entrada para mirar de una manera más compleja la existencia de espacios de sociabilidad y de producción intelectual en los que las mujeres comenzarán a abrirse camino al iniciar el siglo XX. Nos permite también visualizar la participación femenina en los espacios historiográficos locales y su contribución a la formación de una conciencia histórica en Salta.