Los padres de Maxime, Mélanie y Sofia, fallecidos repentinamente tras la vacunación contra el coronavirus, han creado la primera asociación de víctimas: “Verity France”. Otros familiares de víctimas se han unido a ellos, como Marc Doyer, que habló en CNews sobre su esposa, afectada repentinamente por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
Las víctimas de las vacunas no son antivacunas, sino todo lo contrario. Se trata de personas que se prestaron a ser inyectadas de buena fe, porque creían en el mensaje abrumador que les habían lanzado por todos los medios imaginables.
Frédéric Beltra, padre de Maxime, un joven que murió pocas horas después de ser inyectado, confiesa que nunca se había planteado ninguna pregunta sobre la vacunación hasta la muerte de su hijo. “No sabía nada al respecto, no sabía que la gente se estaba manifestando. Trabajaba quince horas al día, pagaba mis impuestos y nunca fui antivacunas. No estoy loco o histérico”.
Reaccionó cuando los medios de comunicación descartaron cualquier relación entre la muerte de su hijo y la vacuna, aunque eso supusiera mentir y, desde luego, antes de realizar la autopsia. El periódico Midi Libre anunció que había muerto de un angioedema. Una autopsia reciente lo descartó y encontró una miocarditis.
“No conozco todos los entresijos de esta inyección experimental masiva, pero quiero saber por qué, cuando se reconoce que otras vacunas causan muertes, nos encontramos con una apisonadora que afirma que no hay ninguna causada por las de covid-19. También quiero entender por qué puede haber tanta diferencia en las estadísticas: por qué, por ejemplo, hay muchos más efectos secundarios en Holanda que en Francia, aunque la población sea mucho menor que aquí. Y quiero entender si había una alergia, y si es así, a qué era alérgico mi hijo, por qué no reaccionó como de costumbre cuando se le administró el tratamiento antialérgico habitual en urgencias. Todo el mundo sabía que era alérgico a los cacahuetes. Él mismo era extremadamente vigilante, y nadie le vio ingerir nada que contuviera cacahuetes”, concluye el padre de Maxime.
El objetivo de la asociación es obtener respuestas a sus preguntas, poner fin al silencio sobre los efectos adversos y evitar que otros pasen por esta dolorosa experiencia. Han abierto una cuenta de Facebook para transmitir los testimonios de las víctimas y de sus familiares. Tras numerosas censuras ya ha alcanzado su quinta versión, con miles de testimonios. También tienen un grupo de Telegram para mantenerse informados.
“No hay ningún caso probado de muerte atribuible a la vacunación en este momento”, dijo Olivier Veran, el ministro francés de Sanidad el 15 de octubre en las mismas narices de la Asamblea Nacional. No obstante, poco a poco la maquinaria de incomunicación se rinde ante a evidencia. Pascal Praud fue el primero en CNews en llevar a Marc Doyer, familiar de una víctima de las vacunas a declarar en directo. Su mujer ha contraido repentinamente la enfermedad de las vacas locas justo después de vacunarse.
El canon oficial lo niega: no se puede demostrar la relación entre la vacuna y ciertas patologías graves o muertes. Pero también este artificio se hunde. Tímidamente el diario Libération ha puesto encima de la mesa una relación causa-efecto a las 1.224 muertes postvacunales indicadas oficialmente el 24 de septiembre. No hay pruebas, pero quizá sí. Es posible que aparezcan algún día y llenen de vergüenza a más de un farsante.
Hasta la fecha el estado de la cuestión oficial ha llegado al siguiente punto: las vacunas de Moderna y Pfizer no han causado “directamente” ninguna muerte, pero no se pude decir lo mismo de las vacunas de AstraZeneca y Janssen. “La ausencia de vínculos es menos clara”, confiesan.
Es un truco muy viejo al que recurren los picapleitos desde hace siglos. Si le damos la vuelta podemos preguntar a los “expertos”: ¿pueden Ustedes demostrar que no hay ningún vínculo entre la vacuna y el efecto adverso?
Pero sobre todo deberíamos exigir que mientras se demuestra o se deja de demostrar, deberían tomar algunas precauciones.