El ultraje y el saqueo a la Nación ha sido una vocación política de la cual ni el glorioso Belgrano se libró.
SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- La costumbre de apropiarse de lo ajeno en los funcionarios no es cosa privativa de esta época. Hasta los próceres fueron esquilmados posmortem.
Aquel 4 de setiembre de 1902 se dio comienzo a la construcción del mausoleo que hoy alberga los restos del General Manuel Belgrano. La operación se inició con la exhumación del cuerpo depositado bajo una loza y apenas excavado “aparecieron al rato varios trozos de madera, algunos clavos de bronce y huesos del esqueleto de Belgrano.”, dice La Prensa de la época.
Los restos fueron colocándose a medida que se extraían de la tierra en una bandeja de plata que sostenía el prior del templo de San Domingo.
El mismo diario La Prensa dice en la ocasión: ‘Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya precisado en este documento los huesos que fueron encontrados en el sepulcro; pero no es ésta la mayor irregularidad que es permitido observar en este acto, que ha debido ser hecho con la mayor solemnidad, para honrar al héroe más puro e indiscutible de la época de nuestra emancipación.”
Continúa describiendo el periódico: “Entre los restos del glorioso Belgrano que no habían sido transformados en polvo por la acción del tiempo, se encontraron varios dientes en buen estado de conservación, y admírese el público ‘esos despojos sagrados se los repartieron buena, criollamente, el Ministro del Interior [Joaquín V. González] y el Ministro de la Guerra [Ricchieri]!…”
Significativamente, el editorial suscribe más abajo: “Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación, y que el escribano labre un acta con el detalle que todos deseamos y que debe tener todo documento histórico…’”
Obviamente la nota desató un escándalo y tanto Joaquín V. González como el ministro de Guerra, el General Pablo Richieri, respectivamente, tuvieron que devolver esos dientes del cadáver que se habían guardado “como recuerdo”.
Fuente: Ernesto Bisceglia