Nanopartículas pueden inundar el cerebro humano para interactuar con los 80.000 millones de neuronas y tratar enfermedades como el Parkinson o Alzheimer. También podrán manipular nuestros comportamientos y opiniones.
Investigadores de la Universidad de Miami han desarrollado nanopartículas magnetoeléctricas (MENP) que, integradas en el torrente sanguíneo humano, pueden llegar al cerebro, registrar la actividad mental de una persona y traspasar esa información a un ordenador externo.
La lectura de la mente se realiza a través de un casco especialmente diseñado para esa actividad, lo que significa que esta tecnología puede hacer innecesarios otros sistemas invasivos que se usan en la actualidad para registrar, interpretar y eventualmente sanar, la actividad neuronal.
Según explica el artífice de esta tecnología, Sakhrat Khizroev, en un comunicado, el desarrollo ayudará a los médicos a tratar enfermedades neurológicas como el Parkinson y el Alzheimer, e incluso trastornos como la depresión.
En estos casos, los médicos no necesitarán implantes neuronales invasivos para conocer el estado de la enfermedad cerebral, sino que millones de partículas introducidas en las neuronas a través de la sangre detectarán las anomalías y trasladarán la información a un programa informático externo que establece el diagnóstico y eventual tratamiento.
Cobertura neuronal total
La tecnología, todavía en fase de desarrollo, trasciende además otra limitación de los sistemas actuales, tal como explica Khizroev: «otros esfuerzos han utilizado instrumentos externos como microelectrodos para tratar de resolver los misterios del cerebro, pero debido a su complejidad y dificultad para acceder, tales métodos solo pueden llegar hasta cierto punto».
“Sin embargo, hay 80 mil millones de neuronas en el cerebro humano, así que resulta difícil conectar 80 mil millones de microelectrodos para acceder a cada neurona. La única forma de llegar a todas ellas es de forma inalámbrica, a través de la nanotecnología», sentencia.
La nueva tecnología introduce millones de MEN por vía intravenosa en el cuerpo, permitiendo que las partículas, que son dos mil veces más delgadas que un cabello humano, se muevan libremente a través del torrente sanguíneo.
De esta forma, atraviesen la barrera protectora hematoencefálica, el mecanismo de filtrado que evita que las toxinas y los patógenos lleguen al cerebro y, al mismo tiempo, permite el paso de nutrientes vitales.
Motores eléctricos
“Nuestros cerebros son prácticamente motores eléctricos, y lo que es tan notable sobre los MENP es que entienden no solo el lenguaje de los campos eléctricos, sino también el de los campos magnéticos”, explica Khizroev.
«Una vez que los MENP están dentro del cerebro y ubicados junto a las neuronas, podemos estimularlos con un campo magnético externo para que produzcan un campo eléctrico con el que podemos hablar, sin tener que usar cables», añade.
La tecnología también servirá para conocer a fondo la arquitectura informática del cerebro, que solo se conoce parcialmente en la actualidad debido a las limitaciones tecnológicas para acceder a ella y descifrarla.
El conocimiento de esa arquitectura informática neuronal potenciará la computación neuromórfica, que pretende replicar tecnológicamente el funcionamiento del cerebro humano.
Otras aplicaciones
La tecnología que está desarrollándose en la Universidad de Miami no tendrá únicamente aplicaciones médicas, sino también militares.
Así lo reconocen sus artífices, que investigan financiados, entre otras fuentes, por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa del Pentágono, más conocida como DARPA.
La DARPA está implicada en un proyecto de neurotecnología no quirúrgica (N3) de próxima generación, que tiene como objetivo diseñar y producir interfaces de tecnología de control cerebral bidireccional para que los soldados las utilicen en los campos de batalla.
Nueva generación
El desarrollo de la Universidad de Miami forma parte de este programa militar, que investiga el uso de señales acústicas, ondas electromagnéticas, nanotecnología, neuronas mejoradas genéticamente y rayos infrarrojos, para los interfaces cerebro- ordenador de próxima generación.
Estos interfaces inalámbricos podrían mejorar considerablemente las funciones corporales de los militares que hayan sufrido daño neuronal o trastorno de estrés postraumático (TEPT), o permitir que un único soldado controle con su mente enjambres de drones habilitados para Inteligencia Artificial.
Lo que propone la Universidad de Miami es un desarrollo de lo que ya se está realizando en otros frentes de investigación con nanopartículas, que se prueban también para vacunas más eficaces contra la Covid-19 o tratar el cáncer y diversas infecciones.
El geoestratega Pedro Baños, en su última obra El dominio mental, advierte que tecnologías como la que desarrolla la Universidad de Miami forman parte de un vasto proyecto global que permite la manipulación del cerebro humano para inducir comportamientos y estados de opinión en la sociedad sin que las personas nos demos cuenta.
En declaraciones a Tendencias21, Pedro Baños explica al respecto: «estamos viviendo avances espectaculares en la investigación para desvelar los misterios que todavía encierra el cerebro, así como su vinculación con la mente, los pensamientos, las emociones y los sentimientos. Es decir, más allá de la parte física, llegando incluso a los confines de lo que podríamos considerar como el alma de las personas.»
Y añade: «Cierto es que este camino, ya imparable, tiene obvias ventajas, en cuanto que puede ayudar a conocer en detalle y por tanta tratar enfermedades tan terribles como el Párkinson o el Alzheimer, u otras enfermedades mentales. Pero también tiene su lado oscuro, en el sentido de que pueden fácilmente ser empleadas para el mal, para ejercer un control absoluto sobre el verdadero talón de Aquiles de las personas: el binomio formado por el cerebro y la mente.»
Neuroderechos
Y concluye: «para empezar, lo que podríamos considerar nuestro último reducto de libertad, nuestros pensamientos, van a ser accesibles, transparentes y, en última instancia, manipulables. Por ello, se hace absolutamente imprescindible disponer de verdaderos neuroderechos que garanticen la privacidad y la intimidad de los seres humanos, impidiendo, por supuesto, la manipulación mental de forma directa o indirecta, a través del cerebro.»
«De otro modo, la ciencia irá por delante de la ética, con resultados imprescindibles, pero, en cualquier caso, muy perjudiciales para la inmensa mayoría de la población, pues pondría en las manos de las élites dominantes un poder absoluto sobre el resto.»