El hallazgo se produjo tras el desmantelamiento de una extensa red de comunicaciones encriptadas a lo largo de toda Europa.
Con una investigación iniciada en abril, la policía de Holanda descubrió una “cárcel” clandestina integrada por siete contenedores . Uno de esos compartimentos había sido modificado y funcionaba como una sala de torturas.
La policía holandesa informó que el macabro hallazgo de los contenedores tuvo lugar el 22 de junio en Wouwse Plantage , a 90 kilómetros al sur de La Haya. Especialmente acondicionada para evitar que los sonidos se filtraran al exterior, la sala de torturas contaba con bisturís, pinzas, una sierra y tijeras de podar, según publicó la agencia AFP .
Gracias a una operación conjunta de las autoridades francesas y holandesas se pudo interceptar el sistema de telefonía encriptado de los delincuentes. En el operativo, que se llevó a cabo en una almacén, la policía de Holanda detuvo a seis personas.
“De los siete contenedores, seis servían de células-cárcel en las que las personas podían estar atadas y el restante solo servía como cámara de torturas”, declaró Andy Kraag, responsable de la unidad criminal de la policía holandesa.
Uno de los contenedores, llamado “sala de tratamiento” por los criminales en una de las conversaciones interceptadas, estaba equipado con un elemento de tortura similar al de una silla de dentista, pero con correas para los brazos y los pies”, precisó la policía.
Los contenedores, con esposas en el techo y en el suelo, estaban insonorizados y recubiertos de aluminio, en un intento, según la policía, de evitar ser detectados con una cámara térmica. Además, las autoridades agregaron que los secuestros de las personas eran planificados y los delincuentes equipaban armas, furgonetas y chalecos antibalas.
En los allanamientos a los diferentes inmuebles del complejo se hallaron uniformes y chalecos policiales, vehículos robados, drogas y armas de grueso calibre. Hasta tanto continúe la investigación, la Justicia holandesa dispuso que los involucrados sigan detenidos.
Fuente : La Nación
