La mujer colla usa y cuida su cabello largo, viste honrosamente su pollera,
hace trenzas con su pelo
dibujando lo sinuosa que es su vida
y expone los vivos colores
de su historia de siglos de lucha.
Esconde a veces su sonrisa
frente al escarnio
en su originario y ancestral orgullo
que corre por sus venas y su alma.
Brilla su mirada negra
como obsidiana de flecha.
Se planta blandiendo su valentía
enfrentando a demonios blancos
que quieren arrancarle
su libertad y dignidad.
Esa, y no otra, es su hermosura,
la que deja en cada paso en la puna,
entre nubes fantasmas,
la que seduce al duro viento
que, apareciendo desde gigantes cerros,
le acaricia sus mejillas
quizás diciéndole duramente que la ama, que se enamoró de su corazón.
Es la mujer colla que canta la belleza
en los silencios de su respiración,
cuando sube y baja por los cielos,
cuando mira la inmensidad divina preguntándose “hasta cuándo”.
(Carlos Díaz – noviembre 2019)