Nos preguntamos ¿Cómo es posible que todo esto esté sucediendo en Argentina ? , y por qué la gente no hace nada, si somos la mayoría que no estamos de acuerdo ?
Con todo respeto, la lectura de este texto, puede explicar por qué no actuamos como deberíamos:
Los sucesos comienzan en una ciudad de Argelia, cuando un joven doctor tropieza con una rata muerta en el descanso de su escalera.
Como no había ratas en su casa, pensó que se trataba de una broma, y lo único que hizo fue apartarla y notificarle al conserje.
Al día siguiente, éste último fue quien le notificó al doctor que el bromista había dejado otras tres ratas muertas; pero ambos siguieron con su rutina y su camino.
A partir de allí el libro relata las distintas reacciones de los ciudadanos al ver los montones apilados de ratas muertas.
Unos exclamaban:
– “A mi casa no han llegado” .
Otros decían:
– “Son cosas que pasan” .
Otros se marchaban sigilosamente, pero la mayoría – como en Argentina–seguían con sus vidas inmersas en el día a día, y viendo cómo crecían los montones de ratas.
Nadie hizo mucho !!
Las ratas desaparecieron así como llegaron, de forma imprevista, y la ciudad respiró, hasta que apareció el primer muerto; quien para asombro fue el conserje que encontró las tres ratas.
Poco a poco, la sorpresa se convirtió en miedo, y ésta en pánico, cuando la gente comenzó a morir como las ratas; pero aún así nadie hacía mucho !!
Albert Camus se incorpora al relato para hacer las siguientes reflexiones:
La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre piensa que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar.
Nuestros conciudadanos eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo; eran humanidad, no creían en las plagas.
La gente se dice:
– Esto no puede durar, es demasiado estúpido.
“Pero esto no impide que dure”, – porque – la estupidez insiste siempre.
En nuestro caso nadie creyó cuando la “líder del proceso” habló de socialismo. –
Esto no puede estar pasando, es demasiado estúpido, pero la primera usurpación de tierras que se dió en Venezuela, se convirtió – como las ratas – en cuatro millones de hectáreas arrancadas a sus dueños.
A la primera empresa expropiada, pensamos lo mismo –y a partir de allí, cerraron ocho mil empresas.
Han pasado los años y pensamos: –Cuándo terminará esta pesadilla ?
Pero, terminará siempre y cuando los venezolanos tomen responsabilidad absoluta, al igual que los argentinos.
Seremos de nuevo un País, solamente cuando entendamos que no podemos continuar sentados en nuestras casas esperando al “líder de la oposición” para que nos saque de este atolladero.
Los pueblos que hoy son libres y prósperos no tienen un líder, porque el “líder” de un País civilizado es su pueblo indignado, que un buen día decide no aceptar más vejámenes y sale a la calle sin miedo a apoyar a aquél que clame a los cuatro vientos, lo mismo que su corazón le increpaba.
Podemos hacer que cambien las cosas.
Si no lo hacemos ahora, la estupidéz continuará hasta que acabe con nosotros y con nuestros hijos.
Cuando a Argentina le duela y le importe a cada argentino, entonces seremos diferentes a Venezuela, seremos todos líderes, y acabaremos con La Peste.