El experto, uno de los más destacados del mundo y arquitecto de la estrategia del país nórdico, cuestiona a quienes dicen que Suecia no está haciendo nada para frenar la pandemia, defiende el camino elegido por el Gobierno y explica por qué las cuarentenas rígidas no sirven.
En Suecia rige lo que sus autoridades definieron como un “confinamiento suave”, basado, fundamentalmente, en la confianza que existe entre la población y entre esta y el Gobierno y sus instituciones. Por eso, las restricciones son limitadas: se encuentran prohibidas solo las reuniones de más de 50 personas, y aunque las universidades están cerradas, no lo están los jardines de infantes ni las escuelas de los niños. Tampoco están cerrados los restaurantes ni los bares, aunque solo se admiten personas sentadas en las mesas, que deben estar a no menos de dos metros de distancia. Al igual que las fronteras, las peluquerías, los cines, los teatros, los gimnasios y los parques permanecen abiertos.
Uno de los arquitectos de esa estrategia es Johan Giesecke, tal vez la mayor eminencia de Suecia en epidemiología, y una de las más reconocidas del mundo. Entre 1995 y 2005 fue epidemiólogo jefe del país, cargo que ostenta actualmente Anders Tegnell, uno de sus discípulos, que se convirtió en la imagen del controversial caso sueco. Pero Giesecke, que entre 2005 y 2014 fue el primer jefe científico del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, sigue siendo consejero del Gobierno y es, además miembro del Grupo Asesor Estratégico y Técnico para Riesgos Infecciosos (STAG-IH) de la Organización Mundial de la Salud.
Cuando pareciera que la curva de la pandemia se ha estabilizado en la mayoría de los países y el debate se ha enfocado en las estrategias de reapertura, el modelo defendido por Giesecke y el “todos se van a contagiar de todas formas” sueco se han vuelto al centro de las discusiones.
—Casi todos los países del mundo impusieron alguna forma de confinamiento estricto, no uno suave como el sueco. ¿Por qué cree que un enfoque tan duro fue elegido por tantos Gobiernos y por qué Suecia no creyó que fuera apropiado?
—Porque no hay evidencia científica para la mayoría de las restricciones que están tomando los países. Creo que para los políticos es importante mostrar fortaleza y acción, y observo que ese es un motivo importante para las cuarentenas estrictas. En Europa sucede que los países se siguen unos a otros. Cuando el país X ve que el país Y hizo algo, dice ‘tenemos que hacer lo mismo, tenemos que establecer esa restricción’. Hubo una carrera entre los políticos.
—Pero es cierto que en muchos casos hay epidemiólogos que les recomiendan a los políticos tomar esas medidas. ¿Hay discrepancias entre los expertos en ese punto?
—Sí, y es precisamente porque hay poca ciencia, así que nadie sabe. Hay algunas cosas que sí sabemos científicamente, como que lavarse las manos es bueno. Lo sabemos desde hace 150 años. También sabemos que debemos mantener cierta distancia social, es decir, no acercarnos demasiado a otras personas. ¿Pero el resto? Nadie sabe si cerrar las escuelas va a tener algún efecto. Lo mismo con el cierre de fronteras, o con no permitir que la gente esté al aire libre. Muchos países le han dicho a la población que se quede en sus apartamentos. Es extraño, porque es agradable estar afuera y uno debería hacerlo. La infección se propaga muy poco estando al aire libre. De hecho, el riesgo es mucho menor.
¿Cómo recomendaría cuidar a los vulnerables sin que esto implique encerrarlos en sus casas? ¿Sería justo para ellos el encierro para protegerlos?
—Es una buena manera de protegerlos, pero es muy difícil, porque es un virus muy contagioso. Si vives en un hogar para adultos mayores, solo se necesita que uno de los miembros del personal cometa un pequeño error para que el virus se propague. Es muy difícil mantenerlo afuera.
—¿Usted sugiere que dejemos que la gente joven esté afuera y que los mayores se queden en sus casas?
—Sí, porque se necesita generar la llamada inmunidad de rebaño. Y la mejor manera de lograrlo es que los jóvenes, pero no solo ellos, quiero decir, que las personas de menos de 50 o 60 años se mezclen, y decirle a las personas grandes y con condiciones médicas preexistentes que se queden adentro.
—Usted ha dicho anteriormente que la cuarentena extrema es un riesgo para la democracia. ¿Por qué?
—Porque es una situación en la que los hombres y las mujeres fuertes ven una oportunidad de obtener más poder. Por ejemplo, hoy Hungría tiene un dictador, Viktor Orbán, y pasa en otros países, también en el Reino Unido, por ejemplo, los Gobiernos quieren lograr más poder, y podría también pasar en América Latina. Es una oportunidad para que aquellos que quieren poder, lo consigan. Y yo creo que ese es el mayor riesgo de esta pandemia. Por supuesto que la enfermedad y las muertes son un gran riesgo, pero las consecuencias políticas creo que son peores.
—Sin embargo, quienes hoy se oponen a las cuarentenas y restricciones en todo el mundo no parecen ser grandes defensores de la democracia… Por ejemplo, los grupos de republicanos armados en Estados Unidos, que sostienen que el confinamiento es una mentira que debe terminarse para priorizar la economía.
—Tienes razón, no es tan simple. Y del otro lado, también creo que muchos defensores de la democracia realmente están apoyando las decisiones de sus gobiernos sobre los bloqueos, los cierres y las cuarentenas. La verdad es que no puedo explicar por qué sucede de esta manera, pero realmente me preocupa mucho el futuro, en términos políticos.
Fuente: Infobae
