Felipe González es millonario y no le afecta la crisis. ¿Leyenda urbana? ¿inquina de sus adversarios políticos? ¿envidias? Tras una exhaustiva investigación “Espía en el Congreso” ha podido acreditarlo: más de 20 fuentes certifican que Felipe González se ha hecho inmensamente rico, frecuenta a reyes despóticos, dictadores y millonarios latinoamericanos, adquiere lujosas propiedades y desea que su ministro Alfredo Pérez Rubalcaba,conocido por su docilidad, ductilidad y fariseismo, siga llevando las riendas si es necesario hasta la escisión, pues ya la “vieja guardia” se quedó con las siglas del PSOE, al que llamaba “histórico”, frente a otro PSOE “renovador”.
La primera de las casas es la gran inversión que hizo el matrimonio en junio de 1991. Felipe González le compró a su amigo Lucio Blázquez dos parcelas de 500 metros cuadrados cada una por 28 millones de pesetas. La otra propiedad que se quedó Carmen Romero está compuesta de cuatro escrituras: una casa, dos garajes y un trastero en Sotogrande (Cádiz), sin duda otra de las zonas residenciales más exquisitas de España”, prosigue.
Pero el afán por adquirir propiedades no paró ahí: pagó 1 millón de euros por la finca extremeña “El Penitencial” –premonitoria denominación– y una mansión en Tánger que cuesta 2,5 millones de euros. Sus allegados aseguran que también posee propiedades en Mexico, pero todo lo que posea o no en América no ha podido ser demostrado y además cruzando el charco el dirigente socialista posee influyentes amistades en la política y la empresa que han podido cubrir sus inversiones. Las más llamativas son el empresario venezolano Gustavo Cisneros, que resultó agraciado con la privatización de Galerías Preciados tras la expropiación al empresario español Ruiz Mateos.
Hoy los historiadores han descubierto que Felipe González siempre ha actuado así: recurrió a los servicios secretos de Carrero Blanco, mano derecha de Franco, para procurarse la logística y poder acudir “clandestinamente” al congreso de Suresnes que derribó a los “viejos históricos”. A la ida, nadie le pidió el pasaporte, que tenía requisado, y a la vuelta nadie le encarceló, pues solo fue retenido unas horas para guardar las formas. Para ello empleó los contactos familiares de su entonces novia, después esposa y a la vejez, repudiada: Carmen Romero. Su padre, Vicente Romero, coronel del Ejército y concejal en Sevilla con Franco, era el médico de Carrero Blanco, pero en sus biografías de la democracia, el diario “El País”, seguramente a requerimiento del propio Felipe, que tenía y tiene allí buena mano, ocultaba estos datos y lo reducía en sus obituarios a “suegro de Felipe González” o “médico militar”.
