Un gesto de hospitalidad dentro de la Biblioteca Apostólica Vaticana en octubre abrió un intenso debate puertas adentro de la Santa Sede. La asignación de una pequeña sala equipada con una alfombra para la oración de investigadores musulmanes generó reacciones encontradas entre especialistas, funcionarios y sectores del ámbito eclesiástico.
El punto de partida fue la declaración del viceprefecto de la Biblioteca, padre Giacomo Cardinali, quien en una entrevista mencionó que el espacio fue concedido a pedido de algunos académicos extranjeros que realizan investigaciones en los archivos vaticanos. La revelación, realizada de manera informal, provocó cuestionamientos sobre los alcances de la apertura interreligiosa dentro de una de las instituciones más emblemáticas de la Iglesia.
Para algunos observadores, la decisión refleja un espíritu de respeto hacia quienes viajan desde distintos países para estudiar manuscritos milenarios. Sin embargo, otros consideran que habilitar un espacio de culto en un ámbito destinado a la investigación constituye una señal confusa sobre la misión y la identidad de una biblioteca vinculada directamente a la Santa Sede.
“La biblioteca es un lugar para el estudio, no para la práctica religiosa”, señalaron voces críticas dentro del ámbito académico católico, preocupadas por la posibilidad de que se interprete como una equiparación simbólica entre distintas confesiones religiosas.
La controversia se intensificó luego de que Cardinali describiera a la Biblioteca Apostólica como “la más secular de las instituciones vaticanas”, destacando su carácter humanístico y su vasta colección universal, que incluye manuscritos árabes, judíos, etíopes y chinos, entre ellos algunas de las copias más antiguas del Corán.
Mientras defensores del gesto argumentan que se trata simplemente de una cortesía hacia investigadores que no llegan como fieles sino como estudiosos, los detractores advierten que podría abrir la puerta a futuras demandas similares por parte de visitantes de otras religiones.
La discusión reaviva un debate más amplio sobre cómo conjugar la vocación universal del Vaticano con su identidad católica. Aun así, dentro de la institución prevalece la tranquilidad. “Es solo una sala, no un cambio de rumbo”, comentó un curador cercano al tema, restando dramatismo a la polémica.
Por el momento, no se prevén modificaciones a la medida, que sigue siendo interpretada por el Vaticano como un gesto de convivencia académica más que como una declaración institucional.
