A 107 años de su nacimiento y 25 de su partida, Gustavo Leguizamón sigue siendo identidad viva de Salta. Su hijo, Juan Martín, lo recuerda entre anécdotas, humor y política. La Fundación Legado Cultural impulsa los Conciertos callejeros para celebrar su obra en la voz de nuevas generaciones. Las últimas presentaciones serán hoy, en Caseros y Buenos Aires, y en la Escuela de Música José Lo Giúdice.
Gustavo Cuchi Leguizamón nació en Salta el 29 de septiembre de 1917 y murió en la misma ciudad el 27 de septiembre de 2000, apenas dos días antes de cumplir 83 años. Su vida atravesó oficios y pasiones: fue abogado, profesor de historia y filosofía, diputado provincial, cocinero amateur, pero, sobre todo, creador de una música que desbordó categorías.
El Cuchi fue capaz de tender puentes entre la baguala ancestral y las armonías de Bach o Stravinsky. Se nutrió de Chico Buarque y Duke Ellington con la misma naturalidad con que dialogó con Jaime Dávalos o Manuel J. Castilla, su amigo inseparable con quien compuso algunas de las piezas más bellas del folclore argentino: La Pomeña, La Arenosa, Zamba de Balderrama, Si llega a ser tucumana.
Su familia asegura que fue un músico experimental en un género que parecía condenado al molde. Y un salteño que eligió quedarse en su provincia, resistiendo la centralidad cultural porteña.
“De muerte y resurrección”
Por esas características que lo destacaron, y aún lo destacan, cada fin de septiembre, la memoria lo trae de vuelta. “Septiembre es un mes agitado, siempre. Son momentos de muerte y resurrección con el Cuchi, que nos hizo de paso ese regalito: se murió un 27 y nació un 29. Incluso hasta le ganó la carrera a Cristo. Él resucitó al segundo día”, dice entre risas Juan Martín Leguizamón, su hijo y presidente de la Fundación Legado Cultural Cuchi Leguizamón.

Y eso lleva a que la imagen del Cuchi aparezca entre recuerdos entrañables. “Soy el hijo, pero además de ser el hijo, un encantado por su música de toda la vida”, dice Juan Martín, quien disfruta enormemente de ser el hijo del memorable artista, porque simplemente “es muy divertido”. Y contó algo que poco se conoce del Cuchi: él decía que su verdadera profesión era la de cocinero, lo que llevaba a que inventara recetas y engañara a todos sus amigos haciéndoles creer que cocinaba bárbaro. “Yo digo ‘engañaba’ porque muchos de sus platos me parecían un espanto”, recuerda con humor.
Pero detrás del chiste hay una certeza: “Era un tipo verdaderamente muy divertido, brillante, rápido. Para mí fue un muy buen padre. Y era muy sociable, muy amiguero. Donde iba tenía gente que lo quería, y eso siempre le hizo bien”, resumió Juan.
Política, irreverencia y pertenencia
El Cuchi también fue un hombre profundamente político. En los años 60 fue diputado provincial por el Movimiento Popular Salteño, expresión de resistencia frente a la proscripción del peronismo. Tocó gratis en actos de izquierda y se definió como antiimperialista sin titubeos.
“Alguna vez le pregunté si componía para que no lo cante nadie, porque sentía que hacía música difícil. Y me respondió: Yo compongo para que el que no sabe cantar esto aprenda a cantarlo, para que nos enriquezcamos con cosas un poco más novedosas. Después entendí que él construía tradición para el futuro. Decía: Esto lo van a apreciar dentro de treinta años”, recuerda su hijo.
Su caracter irreverente también lo alejó de la industria musical. Grabó un solo disco en un estudio y nunca más volvió a hacerlo por las condiciones impuestas por las discográficas. Eso también incidió para que prefiriera quedarse en Salta, y fuera a contrapelo de la migración cultural hacia Buenos Aires. “A mí siempre me da la impresión de que el Cuchi se hizo famoso a pesar de él”, reflexiona Juan Martín.
El propio Cuchi nunca imaginó la trascendencia que tendría después de su muerte. Su voz, en entrevistas y charlas, todavía resuena. Allí se lo escucha reflexionar sobre el federalismo, la cobardía social o la identidad territorial. “Tenía una cosa territorial tan fuerte que nunca dejó Salta. Y eso también explica la cercanía que todavía mantiene con la gente”, señala su hijo.
Para Juan Martín, la herencia del Cuchi es también un compromiso político-cultural porque “la tradición alguna vez fue novedad, y el Cuchi se sentía como construyendo tradición para el futuro”.
La Fundación y el legado
La Fundación Legado Cultural Cuchi Leguizamón se creó en 2023, impulsada por los hermanos y un grupo de artistas, con la convicción de que “el legado del Cuchi no es patrimonial de la familia”.
“Creemos profundamente en el trabajo colectivo. El Cuchi es un abre puertas, su nombre abre caminos. Queremos que sea una llave para construir algo que vaya más allá de su propia imagen”, explica Juan Martín sobre los objetivos de la Fundación.
Este año, en el marco del ciclo Septiembre es del Cuchi, la Fundación decidió sacar la música a la calle. Así nacieron los Conciertos callejeros, que desde el 27 y hasta hoy, 29 de septiembre, reúnen a artistas y público en la esquina de Caseros y Buenos Aires, donde se encuentra la escultura del artista.

“Pensamos que el Cuchi tiene que salir a la calle, y por eso nos decidimos a hacer recitales callejeros, invitar artistas, gente, cantarlo en las calles de Salta. Esa es la mejor manera de homenajearlo”, resume Juan Martín.
Ya pasaron por el ciclo Victoria Cataldi, Emilio Jorge, Diego León, Jacinta Condorí, Leo Goldstein, entre otros. La actividad continuará hoy a las 11, frente a la escultura, y a las 17, en la Escuela Superior de Música José Lo Giúdice.
Juan Martín recuerda que el Cuchi decía que su mayor alegría era escuchar a un changuito silbar su zamba en la calle. Sostiene que ese gesto condensaba su idea de la música como función social. Y tal vez por eso su obra sigue tarareándose en plazas, mercados y peñas, mucho más allá de generaciones y géneros. A 107 años de su nacimiento y 25 de su partida, Gustavo Cuchi Leguizamón no es solo un compositor, es un símbolo cultural salteño, un artista que le puso música a la historia y a la tierra.