Fuente: Informate Valle
En el aniversario de La Silleta, mientras las autoridades municipales y legislativas de Campo Quijano intentan mostrarse sonrientes en actos protocolares y publicaciones oficiales, los vecinos se preguntan con bronca y dolor qué es lo que realmente se está celebrando. Para ellos, no hay nada que festejar. La sensación general es de abandono, de atraso y de haber sido condenados a un papel secundario por quienes deberían gobernar para todos.
Las voces de los silletanos son claras y directas. “Nos vienen a hablar de historia y de orgullo, pero lo único que vemos es atraso”, comenta un vecino, molesto de ver cómo cada año se repite la misma puesta en escena mientras las necesidades siguen intactas. Otros expresan lo mismo con más crudeza: “Dicen que somos parte de Quijano, pero en realidad nos tratan como ciudadanos de segunda, como si pidiéramos limosna por reclamar lo que nos corresponde”.
La bronca se siente en cada rincón del pueblo. La falta de obras, el abandono de los espacios públicos y la ausencia de infraestructura básica son las principales quejas. “Hace años pedimos veredas, pedimos mantenimiento, pedimos un poco de dignidad. Y lo único que nos dan son promesas”, dice una madre que ve a sus hijos caminar todos los días entre barro y polvo. Otro vecino resume con impotencia: “El polideportivo es un desastre, el salón multiuso está roto. Eso es lo que tenemos para mostrar en nuestro aniversario. Vergüenza, no orgullo”.
El malestar también se intensifica cuando se habla de la temporada de lluvias que se acerca. Todos saben que llegarán las inundaciones de siempre y que volverán las calles convertidas en ríos, los autos varados y las casas anegadas. “Cada año lo mismo, cada año el mismo parche. Nunca una solución definitiva. Después se sacan fotos diciendo que gestionan”, se escucha decir en tono de burla amarga.
La crítica alcanza de lleno a los concejales y legisladores que deberían ser la voz del pueblo. Los vecinos aseguran que siempre priorizan a Campo Quijano y nunca se ponen del lado de La Silleta. “Acá los concejales sirven para obedecer al intendente, no para defendernos. Son cómplices del abandono”, sentencia una comerciante cansada de ver pasar gestiones que nada cambian.
El sentimiento de humillación es otro de los puntos que más repiten los silletanos. Relatan cómo desde el municipio se los trata de “molestos” por reclamar, como si fueran desagradecidos que deberían conformarse con las sobras. “Nos tiran migajas y encima tenemos que dar las gracias. Es indignante”, comenta un joven con bronca contenida.
Lo que más golpea a los vecinos es la indiferencia absoluta de las autoridades ante el sufrimiento humano. El caso de un empleado municipal abandonado junto a su familia, a pesar de la discapacidad de sus hijos y de existir órdenes judiciales a su favor, es señalado como un ejemplo de la insensibilidad oficial. “Si ni a su propia gente ayudan, ¿qué podemos esperar nosotros?”, reflexiona con tristeza una vecina.
En definitiva, el clima que se respira en La Silleta no es de fiesta, sino de hartazgo. Los vecinos sienten que cada aniversario no hace más que remarcar todo lo que les fue negado: las obras que nunca llegaron, los servicios que jamás se garantizaron y la dignidad que se les sigue arrebatando año tras año. “El aniversario debería ser motivo de orgullo, pero acá es un recordatorio de todo lo que nos falta”, dice un vecino que observa de lejos los festejos oficiales.
Lo que queda claro es que mientras las autoridades celebran con discursos y fotos, los silletanos sienten que no hay nada para aplaudir. Solo hay bronca, cansancio y una convicción cada vez más fuerte: la gestión actual de Campo Quijano no solo los olvidó, los condenó al atraso.