Salta – La Curia de Salta muestra nuevamente su codicia: La historia oculta del inmueble que quieren desalojar dejando a trabajadores a la calle.

Otra vez el desordenado apetito económico de los tonsurados ostenta su garra más implacable. En lo peor de la crisis quieren desalojar un inmueble donde funciona una cooperativa poniendo en peligro la subsistencia de varias familias. Los Mercaderes del Templo parecen no temer a la Segunda Venida del Mesías.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.– La prensa local se hace eco nuevamente de otro acto en la dramática obra donde la crueldad económica de los jerarcas católicos que se han convertido en los modernos mercaderes del Templo parece haberse desbordado con insaciable apetito. Los periódicos dan cuenta de la intención de desalojar a trabajadores que lograron mantener una fuente de trabajo abierta luego de que empresarios ligados a movimientos católicos y a la Hermandad del Señor y la Virgen del Milagro se fueran a la quiebra tras un sismo económico que los Patronos Tutelares no pudieron evitar.

 

Pero ¿Cómo llegó ese inmueble a manos de la Curia?

 

Corría la década de 1980, aproximadamente, cuando en ese solar existía una playa de estacionamiento que gerenciaba un personaje conocido de Salta. En cierta oportunidad, un empresario me contacta a sabiendas de la cercanía que teníamos con ciertos tonsurados del Presbiterio local, y nos manifiestan que dicho inmueble pertenecía al ya fallecido monseñor, Marcos Lira, a quien el imaginario popular le adjudicaba haber dicho durante una Novena del Milagro, trepado en el púlpito de la izquierda de la Catedral Basílica a la hora de las ofrendas: “No pongan monedas porque hacen ruido y despiertan al Señor. ¡Pongan billetes!”.  En fin.

 

Sabían estas personas que la dicha playa adeudaba impuestos atrasados al fisco y alquileres al presunto propietario, el dicho monseñor Marcos Lira. La tarea que nos encomendaban era llamar al canónigo y referirle que había interesados en alquilar ese solar para continuar el negocio de la playa de estacionamiento pero además levantar un local de venta de comida al paso.

 

Cierta mañana quien escribe estas líneas procede a llamar a Lira y referirle la diligencia encomendada, a lo que el hombre calvo y de gruesas gafas me dice:

  • No estoy comprendiendo de qué inmueble me habla. Debe estar Usted equivocado.

En ese punto le digo que estaba en conocimiento de que la playa era de su propiedad y que esta gente ofrecía pagar todo lo adeudado en impuestos y alquileres a su favor, además de ofrecer sustanciosas garantías por el alquiler, a lo que Lira responde:

  • ¡Ah… sí, ya me acuerdo! Pues bien, cómo no. que me llamen y vemos.

Supieron contarme aquellas personas que la diligencia con monseñor Lira fue exitosa. El personaje que ocupaba la playa fue expulsado de la misma, incluso con una denuncia por supuesta comercialización de sustancias extrañas y dada de palabra la concesión hasta tanto los papeles se conformaran a los peticionantes.

 

Pero ocurrió que para ocupar formalmente el lugar había que realizar algunas diligencias administrativas ante el entonces Honorable Concejo Deliberante de Salta y supieron preguntarme si conocía a alguien, respuesta que fue afirmativa.

 

Eran tiempos del gobierno del Capitán de Navío, Roberto Augusto Ulloa, y supe enviarlos ante un estrecho colaborador de él, entonces concejal y ministro de la Eucaristía, para más datos. Hecho el trámite me desentendí de tal asunto, obviamente.

 

Un par de meses más tarde, cierto mediodía acierto a ingresar a esa playa con mi vehículo y al detenerme, una mano me coloca un número verde, era el 7 para más datos ¡Era el concejal a quien yo había derivado a los interesados!

 

Ante mi sorpresa le consulto: ¿Qué hacés aquí? Y el hombre con su mejor expresión de samaritano me responde: “Y… vos viste, está duro, hay que buscar el mango en todos lados”.

 

Días más tarde aquel empresario y sus socios me llamaron y dijeron: “¿A quién nos mandaste? Nosotros pagamos todo y el tipo se quedó con el negocio”. Y siguió dando la comunión también, obviamente.

 

Y claro, ellos eran hombres de poca fe que no administraban los Sacramentos extraordinarios y el acólito se ve que aplicó aquello de la Escritura “Caritas ego sum” (La caridad comienza por casa) 2Cor. 8:16 al 9:5.

 

 

Pasado cierto tiempo, cuando una tarde visitaba como solía hacerlo a la profesora e historiadora, Teresa Cadenas de Hessling (que sabía a quién le pertenecía cada piedra en Salta como autora que fuera de libros sobre la arquitectura y propiedad inmobiliaria), le refiero este episodio y con la vehemencia que la caracterizaba me dijo:

 

¿Cómo va a ser esa propiedad de monseñor Lira? Esa era la casa de la … (mencionó el nombre de una señora de distinguidos apellidos que no recuerdo) que la donó para que se construyera el camarín del Señor del Milagro”.

 

Para quienes no conocen de la historia oculta del catolicismo salteño, hay que decir que monseñor Marcos Lira ejercía en sus momentos de ocio creativo el oficio de prestamista y cierto domingo en medio de la misa de las diez de la mañana que él oficiaba, ingresó a la Catedral una mujer desesperada porque según las crónicas de la época le había ejecutado la propiedad dejándola en la calle a ella y a su madre y le descerrajó tres disparos que fueron a dar donde el Santísimo. Se ve que no era la hora de rendir cuentas al Altísimo.

 

Anécdota al margen,  además, el dicho monseñor, fue durante décadas y décadas el Deán de la Catedral Basílica, luego, habría recibido o intervenido en la donación del inmueble que la historiadora Cadenas de Hessling mencionara. Que ese inmueble haya pasado a su dominio fuera quizás una circunstancia fortuita o una casualidad, quién lo sabe… Los caminos del Señor son inescrutables.

 

Es de pensar que al pasar monseñor Marcos Lira a mejor vida, sus inmuebles pasaron a engrosar el suculento patrimonio inmobiliario de la Curia, tanto el inmueble de la disputa hoy, como el que fuera su casa en la calle Córdoba casi Urquiza donde hoy se levanta un edificio de tres plantas donde funciona Cáritas.

 

Pasan cosas lindas en una familia, decía la propaganda de Galletitas “Criollitas”. Sí, a la criolla, pasan en la familia católica de Salta.-

 

PD: Alguna vez se podría contar la historia de cuando quisieron vender la manzana del Seminario Conciliar (una donación con cargo) para que se estableciera allí un shopping o megamercado…

 

Otra vez será.-

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