En el océano de mediocridad en que se desenvuelve la política nacional, llamó poderosamente la atención la irrupción en las pasadas elecciones legislativas de noviembre ppdo. de Javier Gerardo Milei, quien en muy pocos meses y sin una estructura partidaria -como sí lo tienen los partidos tradicionales hizo una muy buena elección, que no sólo le permitió acceder a una banca como diputado nacional, sino que lo proyectó casi inmediatamente como un referente nacional.
Tuvo la habilidad de aglutinar a las dos políticas mayoritarias -oficialismo y oposición- como “casta política” que sólo gobierna para beneficio propio y enriqueciéndose ad infinitum, mientras él se presentaba como lo novedoso y diferente, predicando la Libertad como motor y alma de su accionar político.
En medio y por encima de las frases hechas que reiteran hasta el hartazgo oficialismo y oposición tuvo la habilidad de impactar con frases estridentes: “dinamitar el Banco Central”, “No quiero que el país sea la villa más grande del mundo”, “Soy peligroso para la casta política porque conmigo se acabó la joda de los privilegios”, ““El socialismo es una máquina de generar pobreza”, El Estado es el máximo enemigo, es el máximo agresor y todas sus intervenciones hacen daños. Daños directos, daños indirectos”, “Los únicos que progresan acá en la Argentina es la casta política, es decir los parásitos, es decir, los que destruyen riqueza”, “Con la izquierda no se negocia”, “dolarizar la economía”, etc. En una entrevista televisiva en el canal CNN resumió todas estas definiciones y otras que no mencionamos, definiéndose como “anarco-capitalista en lo teórico” y “minarquista en lo práctico”, es decir, teóricamente no tiene que haber Estado en la sociedad, pero en la práctica el Estado tiene que tener una presencia mínima: seguridad y justicia. El resto es todo para la iniciativa privada.
Fue muy impactante ver que en las elecciones mencionadas don Milei fue acompañado por mucho voto joven y por mucho voto de los sectores pobres de la ciudad de Buenos Aires. Es que para los desencantados de la política, que son una gran mayoría, este discurso sonó -y suena- como un mensaje celestial, y su mensajero como un nuevo guía “revolucionario” de la sociedad argentina, un opositor al sistema político imperante.
Lo que terminó de catapultarlo al escenario político nacional fue su decisión -que hasta ahora ha cumplido- de sortear la totalidad de la dieta que cobra como legislador. Lo que plantea en realidad un gran interrogante: ¿de qué vive y cómo se sostiene entonces? Según él mismo ha afirmado en reiteradas oportunidades, al volcarse a la política renunció a su trabajo como economista en Aeropuertos 2000, la empresa de Eduardo Eurnekián. Pero tampoco vive de las conferencias que, según él, pronuncia en el país y en el extranjero. Reiteramos la pregunta: ¿de qué vive y cómo se sostiene?
Pero mientras esperamos conocer la respuesta algún día, no queremos desviarnos del interrogante más profundo, que es el de entender por qué y de qué modo en cuestión de meses el señor Milei se ha convertido en una figura política nacional, ya que no sólo ha sido el primero en definir para el año 2023 su candidatura a presidente (“picó en punta”, en lenguaje turfístico), sino que además ya ha sido “proclamado” internacionalmente como posible presidente por cuatro publicaciones que son voceras de los intereses del poder financiero globalista: The Economist, Financial Times (ingleses), The New York Times y el Washington Post (estadounidenses).
