La nueva versión de Drácula, dirigida por Luc Besson, llega este jueves a los cines de todo el mundo con una mirada inesperada: el célebre vampiro abandona el terror clásico para transformarse en un personaje dominado por el amor y la nostalgia. La propuesta, ya ampliamente comentada en redes sociales, se distancia del enfoque tradicional del mito para centrarse en el costado más humano del personaje creado por Bram Stoker.
Besson sitúa la historia en la París de la Belle Époque, reemplazando la habitual Londres victoriana y trasladando al conde desde Transilvania a una ciudad que se prepara para celebrar el centenario de la Revolución Francesa. En este contexto, el vampiro emprende una búsqueda que atraviesa siglos: el reencuentro con el amor perdido, reencarnado en una joven parisina.
El protagonista, interpretado por Caleb Landry Jones, encarna a un Drácula melancólico, más cercano a un héroe trágico que a un villano. El relato revisita su origen como príncipe guerrero al servicio de la Iglesia, su caída tras la muerte de su amada y su ruptura con Dios, elementos que el director entrelaza con un tono romántico que domina la narración.
En esta versión, el cazador que intenta detenerlo ya no es Van Helsing, sino un sacerdote interpretado por Christoph Waltz, quien adopta un enfoque sobrio y alejado del histrionismo que suele caracterizar a los antagonistas del género. El personaje acompaña el viraje general del filme, que prioriza el drama emocional por sobre el horror.
El elenco se completa con Zoë Bleu, quien da vida a la joven que despierta en Drácula la sospecha de que su amada Elisabeta ha regresado, incluso si en otra forma. Su presencia alimenta la obsesión romántica que sostiene la trama.
La producción, a cargo de EuropaCorp, destaca por un despliegue visual minucioso: escenografías, vestuario y ambientación recrean con detalle la época, mientras que los elementos fantásticos se integran sin abandonar la propuesta estética refinada del director.
La recepción inicial entre el público ha sido positiva, impulsada por la curiosidad de ver un enfoque distinto del clásico literario. El tiempo dirá si esta nueva versión del conde inmortal consigue abrirse un lugar propio entre las múltiples reinterpretaciones del personaje.
