Las encuestas no estarían acompañando a las listas de Primero los Salteños, o al menos eso dicen los trabajos de proyección de votos.
SALTA – (Por Diego Nofal) La campaña de Primero los Salteños se nota un tanto desesperada y no es para menos. Las encuestas no estarían acompañando al gobernador Gustavo Sáenz, o al menos eso dicen los trabajos de proyección de votos. Esa desesperación llevó al gobierno a realizar algunos actos bastante reñidos con las normas electorales. La ansiedad política se palpa en el aire salteño, como un aroma a locro hecho con demasiado comino.
Todo comenzó con unas elecciones que parecían bastante livianas e incluso previsibles. Fuerza Patria y sus candidatos ya estaban en campaña cuando Gustavo Sáenz hablaba de no bendecir a ningún candidato. Qué pudo haber cambiado tan radicalmente en apenas dos meses, es la pregunta del millón. La respuesta es muy simple, los números de intención de voto cambiaron de forma dramática. El gobierno hoy ve muy clara la posibilidad de perder una elección importante, algo que no tenían en sus cálculos iniciales.
Hoy los candidatos de Gustavo Sáenz caminan en la misma línea que los llevó a la derrota en mayo. Esa ruta parece conducir directamente a un nuevo fracaso electoral, sin desvíos ni atajos. Todo estuvo mal concebido desde el mismísimo principio, con una estrategia poco brillante. Elegir a candidatos que venían de perder una elección fue sin duda una pésima idea. Sus asesores quizás confundieron el manual de campaña con una novela de ficción, con resultados predecibles.
Ese error inicial con el correr de los días comenzó a notarse de manera evidente para todos. Entonces empezaron los movimientos toscos y las jugadas desesperadas por parte del gobierno oficialista. Primero, el propio Gustavo Sáenz se puso la campaña al hombro con todos los riesgos que eso conlleva. Su figura queda expuesta a un jaque mate electoral si el resultado es adverso el próximo domingo. Lo segundo que hicieron fue un error grave y además un delito electoral, llevar candidatos a actos oficiales.
Mezclar lo partidario con lo estatal es una pésima idea que la gente ya conoce. Hace varios años eso fue una de las grandes críticas al kirchnerismo a nivel nacional. Ese mismo error los llevó a una dura derrota electoral en su momento, es un camino trillado. La gente está cansada de que lo partidario y lo estatal estén íntimamente mezclados, es un reclamo general. Justamente a eso se refería Javier Milei cuando hablaba de combatir la casta, con cierto éxito. Parece que en Salta nadie revisa los archivos de las malas ideas del pasado.
Otra de las cosas que empezó a hacerse con notable premura fue varias inauguraciones de obras. De hecho hace dos días se entregaron veinte viviendas de manera un tanto acelerada. Algo que en época de campaña está absolutamente prohibido por la ley electoral, es claro. Pero bueno, claramente el gobierno necesita hasta el último voto que pueda obtener. La posibilidad de sufrir una derrota grave los tiene sacando cintas de inauguración hasta del escritorio.
Disfrazarse de mariposa y bailar en un carnaval anticipado fue otro gran error de esta campaña. Esto ocurrió en medio de una crisis con el cadáver del comisario Cordeyro a un costado, una imagen fuerte. Cuando todo el mundo apuntaba a la responsabilidad y la vinculación de narcos con la política a Gustavo no se le ocurrió mejor idea que armar una fiesta y vestirse de mariposa, un contrasentido. La ciudadanía espera seriedad para tratar temas tan graves, no un desfile de disfraces inoportuno.
Por último, prácticamente escondieron a su primer candidato a diputado nacional, Bernardo Biella. Dejaron que una jovencita de veintisiete años se hiciera cargo de la campaña de Diputados, una decisión que no fue exactamente un error, pero mostró una debilidad evidente en la fórmula electoral. También evidenció lo mal que eligió Primero los Salteños a sus candidatos principales, sin convicción. El domingo veremos si la estrategia de la mariposa y las inauguraciones funciona, o no. Los salteños merecen un debate de ideas serio, no un carnaval político permanente, eso es seguro.
