El 11 de septiembre de 2001, cuatro aviones comerciales secuestrados por la organización al-Qaeda impactaron contra objetivos en Estados Unidos: dos contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York, uno contra el Pentágono y un cuarto que cayó en Shanksville (Pensilvania); aquella jornada dejó cerca de 2.977 víctimas y desencadenó cambios profundos en seguridad, política exterior y regulación aérea.
La explicación que acepta la mayoría de organismos e investigadores oficiales sitúa la causa del colapso en la combinación del impacto de los aviones y los incendios subsecuentes. Según ese relato, los impactos destruyeron sectores estructurales y las temperaturas extremas redujeron la resistencia de vigas y losas, provocando fallos progresivos y colapsos por pancaking en distintos puntos de los edificios. Los defensores de esta tesis señalan como pruebas registros de control aéreo y radar, cajas negras, abundante evidencia fotográfica y videográfica de las aeronaves en vuelo, restos de fuselaje y motores en los lugares de impacto, así como informes periciales y de ingeniería que explican mecanismos estructurales coherentes con el daño observado.
En paralelo existe un conjunto de explicaciones alternativas —lo que comúnmente se denomina “teorías conspirativas”— que discuten o cuestionan el relato oficial. Entre las variantes más difundidas están las que plantean que los colapsos tuvieron elementos de demolición controlada o la hipótesis de que algunos impactos no correspondieron exactamente a lo descrito (por ejemplo, versiones que sugieren el uso de misiles o “no-aviones” en ciertos objetivos). Los defensores de esas posturas suelen apuntar a varios argumentos: la simetría aparente y la rapidez del colapso de las torres, testimonios que describen explosiones internas, reportes sobre hallazgos de metales fundidos o señales químicas que interpretan como indicios de materiales incendiarios (como termitas o termita “nanotermita”), y supuestas incongruencias en cronologías oficiales o en comunicaciones públicas de autoridades inmediatas al hecho. Señalan, además, la caída del edificio 7 del WTC —que no fue impactado por un avión— como un elemento que, a su juicio, exige explicaciones adicionales.
Quienes sostienen la versión oficial y quienes promueven teorías alternativas nombran evidencias que consideran contundentes; cada bando enfoca distintas piezas del conjunto probatorio —peritajes estructurales, restos materiales, cronologías, testimonios y análisis químicos— y llega a conclusiones contrapuestas a partir de la interpretación de esos datos. La persistencia del debate se alimenta de factores diversos: la complejidad técnica de la ingeniería estructural (que dificulta explicaciones populares simples), la magnitud emocional del atentado, la existencia de zonas grises en la comunicación pública durante y después del suceso, y el papel amplificador de internet y las redes sociales en la difusión de imágenes, testimonios y análisis no oficiales.