Maurice Tillet primero escapó de la Revolución Rusa y luego de la Segunda Guerra Mundial. Recaló en Estados Unidos y se convirtió en estrella de los rings. La amistad con otro atleta que lo inspiró y el problema de salud con el que convivió desde la adolescencia
Era 1940, y en el Boston Garden el bullicio era ensordecedor. La lucha libre había capturado el corazón de la clase trabajadora en Estados Unidos, y los fines de semana, el estadio se llenaba de entusiastas que querían ver a los atletas enfrentarse en espectáculos que combinaban fuerza, destreza y dramatismo. El pacto tácito se cumplía con éxito. Arriba del ring jugaban a pegarse y desde las tribunas gritaban y pedían más piñas y patadas.
En su adolescencia, todo cambió para Maurice. A los 17 años, notó una hinchazón extraña en sus pies, manos y cabeza, un crecimiento que parecía no tener explicación. Los médicos le diagnosticaron acromegalia, un trastorno hormonal que hace que la glándula pituitaria produzca un exceso de hormona de crecimiento humano (HGH). Esta condición transformó su cuerpo y su rostro. El joven Tillet empezó a tener una apariencia que, para muchos, evocaba la imagen de un “monstruo”.
Las complicaciones del mundo laboral
Pero su apariencia lo complicó en cada trabajo que quería iniciar. Le costaba hacerle entender a sus empleadores de su inteligencia. Casi siempre chocaba con silencios que se convertían en negativa para obtener los mejores empleos. Posteriormente, decidió probar suerte en la actuación y consiguió varios papeles menores en películas francesas.
Tras su paso por la marina francesa, donde sirvió durante cinco años, experimentó con diversas carreras, incluyendo pequeños papeles en el cine francés y el rugby, deporte en el que brilló en su juventud. Incluso, en una ocasión, tuvo el honor de estrechar la mano del rey Jorge V. Pero fue en 1937 cuando la vida de Maurice dio un giro definitivo. En un viaje a Singapur, conoció al luchador lituano Karl Pojello, quien, fascinado por su apariencia única, lo convenció de probar suerte en la lucha libre. Bajo la tutela de Pojello, Tillet comenzó un riguroso entrenamiento que lo llevaría a conquistar los cuadriláteros.
Para 1939, con la amenaza de la Segunda Guerra Mundial que ya amenazaba a toda Europa, Maurice y Pojello emigraron a los Estados Unidos, donde la lucha libre era un negocio mucho más lucrativo. Allí, llamó la atención del promotor Paul Bowser, una figura legendaria en el mundo del espectáculo, conocido como “El Cerebro” de la lucha libre. Bowser reconoció el potencial de Tillet y lo convirtió en la atracción principal de sus eventos en Boston.
Durante 19 meses consecutivos, Tillet, bajo el nombre de “El ángel francés”, fue imparable. En mayo de 1940, ganó el título de Campeón Mundial de Peso Pesado de la AWA, un título que retuvo durante más de dos años. En 1942, se alzó también con el Campeonato Mundial en Montreal, Canadá. Todos querían ver a esa extraña figura de cabeza y manos enormes, que solía rugirle al público en el momento de ingresar al cuadrilátero.
Maurice Tillet, una estrella en el ring
Sin embargo, la fama de Tillet también trajo imitadores: aparecieron otros “ángeles” de diferentes nacionalidades. Además, su salud comenzó a deteriorarse, y para 1945, ya no era el luchador imbatible que había sido.
A pesar de los problemas de salud, Maurice se aferró al ring casi una década más. Su último combate tuvo lugar el 14 de febrero de 1953, cuando fue derrotado por el luchador inglés Bert Assirati. Un año después, en septiembre de 1954, Tillet sufrió un ataque cardíaco tras recibir la noticia de la muerte de su amigo y mentor, Karl Pojello. Ambos fueron enterrados juntos en el Cementerio Nacional Lituano en Justice, Illinois, bajo una lápida que reza: “Amigos a quienes ni siquiera la muerte pudo separar”.
Pojello y Tillett se hicieron muy amigos. Vivieron juntos en una mansión en la ciudad de Chicago. Los dos luchadores dormían en habitaciones contiguas y alquilaban el resto de la casa a huéspedes que compartir desayunos y cenas con la dupla del catch. Los visitantes solían quedar en silencio mientras escuchaban las historias de triunfos del Ángel francés.
Shrek es un ogro verde, gruñón, es altamente territorial que ama la soledad. Todos están en su contra, por lo que asusta a los aldeanos que entran al pantano en el que vive.( DreamWorks Pictures)
¿Shrek es Maurice Tillet?
Pero la historia de Maurice Tillet no terminó con su muerte. Décadas más tarde, en 2001, cuando Shrek, el ogro de corazón bondadoso, hizo su aparición en el cine, muchos notaron la sorprendente similitud entre el personaje animado y el “Ángel Francés”. Aunque los creadores de DreamWorks nunca confirmaron ni negaron que Tillet fuera la inspiración para Shrek, las comparaciones son inevitables. Las fotografías del luchador muestran un parecido innegable con el ogro de los cuentos. Tillet, quien en vida fue conocido por algunos como “el hombre más feo de la lucha libre”, se convirtió, gracias al cine, en un ícono cultural inmortalizado por la historia.
A pesar de ser juzgado por su apariencia, quienes lo conocieron recuerdan a Maurice como un hombre de buen corazón y una mente aguda. Lejos de ser un “monstruo”, era un intelectual que escribía poesía y disfrutaba de largas conversaciones sobre libros y filosofía. En cierto modo, la historia de Tillet no es tan distinta a la de Shrek: ambos lucharon contra la percepción de ser “diferentes” y lograron ganarse un lugar en el corazón del público.