Durante el cierre de listas, Eduardo “Wado” de Pedro, actual ministro del Interior de la Nación y frustrado precandidato presidencial, fue elegido por CFK para encabezar la nómina al Senado de la Nación. La decisión no fue fortuita, ya que el camporista es uno de los más influyentes operadores político y judicial de Argentina.
Wado de Pedro goza de un gran poder e injerencia dentro del poder judicial, con el cual siempre procuró salvaguardar a sus aliados investigados por la Justicia. Esta característica lo hace cada vez más necesario ante Cristina Fernández de Kirchner y sus compañeros de La Cámpora, envueltos en incontables escándalos por corrupción cuyo número se incrementa mes a mes.
La ventaja del ministro por sobre otros operadores se debe a estratégica distribución de al menos una decena de familiares en los diferentes poderes del estado, especialmente el judicial. Hermanos, primos, sobrinos, tíos y hasta vecinos configuran una de las más leales e invulnerables maquinarias de ingeniería social de la Argentina, un país que condenó a un 60 por ciento de los niños a la pobreza, entre otros desastres ya conocidos.
Es importante aclarar que aunque, en casos como estos, a veces tendemos a pensar primeramente en los fondos públicos que mediante nepotismo se saquea, lo peor no son los sueldos per se sino los beneficios económicos devenidos del dominio de organismos claves.
Concretamente y antes de seguir profundizando sobre el modus operandi de este clan familiar, conviene conocer primero el entorno de Wado de Pedro. Para ello es necesario recurrir a su historia familiar, que comienza con Lucila Révora, la madre del ministro, quien fue abatida en un enfrentamiento con la policía tras colocar una bomba en un edificio matando e hiriendo a ciudadanos inocentes, incluyendo a una nena de quince años y a una jubilada de ochenta y dos. Este acto terrorista formó parte de su membresía en la agrupación terrorista Montoneros
