LA MUERTE REPENTINA DEL PERIODISMO

En sincronía con la administración masiva de inóculos, los medios continúan publicando innumerables noticias con casos de muertes repentinas en niños, jóvenes y deportistas. En el ámbito periodístico, muchos comunicadores han informado el fallecimiento de sus propios colegas en vivo.

Recientemente, la presentadora Mónica Carrillo comunicó la muerte prematura de dos compañeras en el informativo que presenta en Antena 3. Envuelta en lágrimas, tuvo que anunciar el fallecimiento inesperado de Miryam Romero e Inmaculada Salvador.

El impacto de estos hechos en sus propias vidas, no fue suficiente para que el gremio informativo se comprometa con los aspectos éticos de su trabajo.

Desde hace años, los medios se dedican a emitir juicios de valor e infundir creencias, eliminando por completo la frontera entre la objetividad y la subjetividad. Los hechos (objetivos) se han fundido con las opiniones (subjetivas) y son presentados al público como una sola pieza.

Pero el asunto es aún más delicado. Resulta que el componente subjetivo de esta unidad sellada llamada noticia, ni siquiera pertenece a la opinión del periodista, sino que responde a los intereses corporativos del medio, cuya agenda no es la de la gente, sino la de quienes lo financian.

Teniendo en claro este contexto, quizás ahora se entienda por qué estos agentes de traje y corbata tuvieron un repentino ataque de cautela a la hora de investigar sobre algo tan trascendente: el aumento de muertes prematuras.

Los comunicadores, perdieron súbitamente las ganas de jugar a los investigadores y señalar culpables. Han decidido retomar la objetividad perdida, limitándose a describir los hechos.

Lo curioso, es que mientras demonizan a todo aquel que se oponga al autoritarismo científico, insisten en publicar este tipo de contenido trágico, provocando en el público una angustia incapacitante. Los titulares son una mezcla de dramatismo con resignación: “Era joven y saludable, pero murió”. Como si no existieran causas, como si todo se tratara de una trampa del destino.

Como resultado de este acoso informativo,
una parte del público sucumbe ante el miedo a morir o enfermar. Mientras que la otra, implota de rabia e impotencia, al advertir la manipulación.

Finalmente, todos intentan escoltar a las masas hasta el vacunatorio informativo, que no es más que un improvisado gacebo mental, en el cual su agente periodístico de confianza le inyectará su dosis diaria de veneno, inculándole miedo, odio y demás desecho mental.

No importa qué tan despierto creas estar, recuerda que existen contenidos adaptados a todo tipo de público. Si insistes en consumir noticias, continuarás creando y recreando el mismo mundo que deseas dejar atrás.

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