Por Ernesto Bisceglia.
Enfrentar el bronce que perpetúa la memoria del “Gran Capitán” o de “El Libertador”, el General José de San Martín, representa comprobar la distancia que nos separa de su carácter, de su heroísmo, de su entrega absoluta al ideal de una tierra libre.
Pero apenas bajamos la mirada desde ese bronce augusto y la posamos en quienes nos gobiernan vemos cómo todo aquel esfuerzo del General San Martín y de los miles de anónimos criollos que lucharon con él ha sido bastardeado por quienes nos gobiernan que nos han arrojado al profundo barranco de la decadencia moral, de la ineptitud para el servicio, de la bajeza de los instintos, de la sevicia más impúdica a la hora de rapiñar la caja pública.
Mientras el General San Martín a costa de su vida y la de su familia nos dejó un destino de grandeza, vemos cómo hoy no tenemos destino. Somos un pueblo al garete, sin comando, porque carecemos de líderes y sólo vemos sentados en los sillones principales a los codiciosos que buscan envanecerse y llenar su bolsa fagocitando con ferocidad levítica los recursos que debieran servir a los más necesitados.
Usted, General San Martín, enseñó a humanizar el carácter y “hacerlo sensible aún con los insectos”, pero los que gobiernan carecen de sensibilidad social y no se conmueven siquiera con la muerte de los niños ni el hambre de los ancianos.
Usted, General San Martín, nos enseñó a “inspirar amor a la verdad y odio a la mentira”, y los que gobiernan mienten, prometen lo que no van a cumplir y nada en ellos es verdadero, ni siquiera el amor a sus familias.
Usted, General San Martín, nos enseñó a tener “confianza y amistad, pero unida al respeto.”, pero los que gobiernan desconfían de ellos mismos, la amistad tiene precio y el amigo se confunde con el testaferro. Tampoco tienen respeto, porque la primera falta del mismo es la deshonestidad de los procedimientos.
Usted, General San Martín, nos enseñó a “estimular la caridad con los pobres”, pero nuestros gobernantes se mofan de los pobres utilizándolos como reservorios de votos, manteniéndolos al límite de sus necesidades con un bolsón y reduciéndolos a la miserable condición de mantenidos.
Usted, General San Martín, nos enseñó a “respetar la propiedad ajena”, pero nuestros gobernantes se apropian de tierras mediante el abuso de poder y hallan en los procedimientos espurios el modo de rapiñar lo que es del pueblo.
Usted, General San Martín, nos enseñó a tener “indulgencia hacia todas las religiones”, pero nuestros gobernantes no creen en nada, no tienen Dios, porque atentan contra la vida por nacer llamando derecho al crimen contra un inocente. Ni siquiera la casta católica que fundó nuestra Patria es noble pues cuando les conviene se ventilan unos contra otros los abusos que cometen y echan a los estrados judiciales al contrincante antes que éste los acuse a ellos.
Usted, General San Martín, nos enseñó que había que “hablar poco y lo preciso”, pero nuestros gobernantes toman los micrófonos para perorar discursos eternos, vacuos e indecentemente mentirosos.
Usted, General San Martín, nos enseñó que había que tener “Amor al aseo y desprecio al lujo.”, pero nuestros gobernantes son desaseados morales y algunos cocainómanos, otros travestidos en todo sentido, ninguno noble ni frugal sino ostentosos que apenas logran birlar algo del tesoro público se arropan en barrios privados, lejos del pueblo.
Usted, General San Martín, nos enseñó que había que “inspirar amor por la Patria y la Libertad”, pero nuestros gobernantes entregan la Patria, sus recursos y han destruido la educación que era la fragua de los valores humanos y patrióticos. Nadie sabe nada, mi General, si hasta algunos piensan que no fue Usted el que cruzó los Andes. Sí, así estamos de mal.
En su Aniversario, queremos pedirle perdón porque esos granujas y perdularios han llegado hasta esos sillones desde donde se enriquecen y se solventan con el producido del esfuerzo de todos por culpa nuestra. Porque nuestra mayoría los ha votado.
¿Qué podemos decirle, mi General? Sino aquello del Evangelio: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”, al haber votado a esos miserables.
