Durante la Guerra Fría, Washington temía que Moscú estuviera tratando de convertir la radiación de las microondas en un arma secreta de control mental.
Más recientemente, el Ejército estadounidense trató de desarrollar armas de microondas que pudieran emitir de manera invisible explosiones dolorosamente fuertes e incluso palabras dirigidas a la mente de las personas. El objetivo era incapacitar a los atacantes y librar una guerra psicológica.
Ahora, los médicos y científicos dicen que armas no convencionales como esas pueden haber causado los síntomas y malestares desconcertantes que, a partir de finales de 2016, afectaron a más de tres decenas de diplomáticos estadounidenses y a sus familiares en Cuba y China. Los incidentes en Cuba ocasionaron una ruptura diplomática entre La Habana y Washington.
El equipo médico que examinó a los veintiún diplomáticos afectados en la isla no mencionó la palabra microondas en el detallado informe que se publicó en el Journal of the American Medical Association (JAMA) en marzo. Sin embargo, Douglas Smith, autor principal del estudio y director del Centro para Lesiones Cerebrales y Rehabilitación de la Universidad de Pensilvania, comentó en una entrevista reciente que ahora se considera a las microondas como las principales sospechosas, y que el equipo está cada vez más seguro de que los diplomáticos sufrieron lesiones cerebrales.
“Todos estaban relativamente escépticos al principio”, dijo, “y ahora todos están de acuerdo con que hay algo ahí”. Smith comentó que los diplomáticos y los médicos se referían al trauma, a modo de broma, como “la concusión inmaculada”.
Algunos expertos argumentan que los ataques con microondas explican de manera más convincente los reportes de sonidos dolorosos, malestares y traumas antes que otros posibles culpables, como los ataques sónicos, las infecciones virales y la ansiedad contagiosa.
Específicamente, varios analistas citan un fenómeno conocido como el efecto Frey, que recibe su nombre por Allan Frey, un científico estadounidense. Hace mucho tiempo, Frey descubrió que las microondas pueden engañar al cerebro para que perciba lo que parecen ser sonidos ordinarios.
Los expertos dicen que las falsas sensaciones pueden explicar un síntoma que caracteriza los incidentes diplomáticos: la percepción de ruidos fuertes, como repiqueteos, zumbidos y chirridos. Al principio, los expertos citaron esos síntomas como prueba de ataques sigilosos con armas sónicas.
Los miembros de JASON, un grupo hermético de científicos de élite que ayuda al gobierno estadounidense a evaluar nuevas amenazas para la seguridad nacional, dicen que el grupo ha estado analizando el misterio que afectó al cuerpo diplomático y que entre las posibles explicaciones evalúa las microondas.
Consultado sobre esta teoría, el Departamento de Estado mencionó que la investigación aún no identifica la causa o la fuente de los ataques. El FBI se negó a hacer comentarios sobre el estado de la investigación o las teorías.
La idea de las microondas está repleta de preguntas aún sin respuesta. ¿Quién disparó los rayos? ¿El gobierno ruso? ¿El gobierno cubano? ¿Una facción cubana rebelde afín a Moscú? Y, de ser así, ¿dónde obtuvieron los atacantes las armas no convencionales?
Las microondas están por todas partes en la vida moderna. Las ondas cortas de radio hacen funcionar radares, cocinan alimentos, retransmiten mensajes y vinculan teléfonos celulares con torres de antena. Son una forma de radiación electromagnética en el mismo espectro que la luz y los rayos X, solo que en el extremo opuesto.
Mientras que la transmisión de radio puede emplear ondas con una longitud de 1600 metros o más, las microondas varían desde casi treinta centímetros hasta una fracción de una pulgada, 2,54 centímetros. Son consideradas inocuas en sus usos cotidianos, como cuando cocinan los alimentos. Sin embargo, su tamaño diminuto también permite una focalización precisa, como cuando las antenas de televisión convierten los rayos desorganizados en rayos concentrados.
Según los científicos, la cabeza humana tiene dimensiones que la convierten en una antena bastante buena para percibir señales de microondas. El biólogo Frey dijo que se topó con el efecto acústico en 1960, cuando trabajaba en la Universidad de Cornell, tras lo cual publicó dos artículos destacados en los que encontró que incluso personas sordas podían percibir las vibraciones, aparentemente por medio del lóbulo temporal del cerebro, que es la corteza primaria de la audición. El efecto Frey también se conoce como efecto de audición de microondas.
Los soviéticos tomaron nota después de esos artículos e incluso invitaron a Frey a laboratorios donde, según él, intentaban desarrollar armas.
En 1976, la Agencia de Inteligencia del Departamento de la Defensa estadounidense indicó que la investigación soviética sobre las microondas para “la percepción interna de sonido” demostró ser muy prometedora para “afectar los patrones del comportamiento del personal militar o diplomático”. También Washington previó nuevos tipos de armas: en Albuquerque, Nuevo México, los científicos de la Fuerza Aérea buscaron emitir un discurso comprensible dirigido a la cabeza de sus adversarios. Incluso registraron patentes relacionadas en 2002 y un documento interno menciona el primer uso posible: “Guerra psicológica”.
No se sabe si Washington utiliza herramientas como estas a modo de armamento, pero el Pentágono tiene un sistema llamado Active Denial, o rechazo activo. Puede disparar ondas invisibles para hacer replegar a multitudes o atacantes con sensaciones como dolor o que no puedan moverse.
Rusia, China y muchas naciones europeas parecen tener los conocimientos para fabricar armas de microondas básicas que pueden debilitar, sembrar sonidos e incluso matar. Las potencias avanzadas, según los expertos, pueden lograr objetivos más sutiles, como transmitir palabras específicas a la cabeza de la gente. Solo las agencias de inteligencia saben qué naciones poseen y usan realmente dichas armas tan poco comunes.
El arma básica podría verse como una antena parabólica. En teoría, un dispositivo como ese podría sostenerse con la mano o montarse en una camioneta, un automóvil, un barco o un helicóptero. Existe la percepción de que las armas de microondas comúnmente funcionan a distancias relativamente cortas —unas cuantas habitaciones o calles—, pero las de gran potencia pueden ser capaces de disparar rayos desde varios kilómetros.
En 2016, diplomáticos estadounidenses y sus familias en La Habana reportaron que escuchaban sonidos de alta frecuencia, en ocasiones incapacitantes, con síntomas a largo plazo como náusea, fuertes dolores de cabeza, fatiga y pérdida de audición. El FBI abrió una investigación en mayo y realizó varias visitas a Cuba hasta septiembre, cuando Donald Trump ordenó el retiro de casi la mitad del personal en la legación estadounidense.
En enero de 2017, durante una sesión abierta del Senado sobre la crisis misteriosa de la embajada estadounidense en La Habana, no hubo menciones al posible impacto de las microondas en el cerebro humano. Sin embargo, en un artículo científico de ese mismo mes, James C. Lin, de la Universidad de Illinois, uno de los principales investigadores del efecto Frey, dijo que era factible que los malestares de los diplomáticos se debieran a rayos de microondas.
En ese artículo, Lin comentó que los rayos de microondas de alta intensidad podían haber ocasionado que los diplomáticos experimentaran no solo ruidos fuertes, sino síntomas como las náuseas y el vértigo, así como posibles lesiones en el tejido cerebral. Los rayos, agregó, pueden dispararse en secreto, para golpear “solo al objetivo específico”.
ProPublica publicó en febrero que los investigadores estadounidenses sí sopesaban la teoría de las microondas y dio a conocer un hallazgo interesante. La esposa de un miembro del personal de la embajada dijo que había echado un vistazo afuera de su casa después de escuchar los sonidos perturbadores y vio una camioneta alejarse a toda velocidad. Una antena parabólica cabe en una camioneta pequeña.
En el estudio que publicó JAMA en marzo, el equipo médico que estudió a los diplomáticos de Cuba atribuyó los síntomas a “una fuente de energía desconocida” altamente direccional. Mencionaron que parte del personal se había tapado los oídos y la cabeza, pero no experimentó ninguna reducción en el sonido. El equipo notó que los diplomáticos parecían haber desarrollado signos de traumatismos sin haber recibido ningún golpe en la cabeza.
En mayo surgieron informes de que los diplomáticos estadounidenses en China habían sufrido traumas similares. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, dijo que los detalles médicos de ambos grupos eran “muy similares” y “totalmente uniformes” entre sí. Para finales de junio, el Departamento de Estado había evacuado al menos a once estadounidenses de China.
Por su parte, Frey afirma que duda que el caso se resuelva en el futuro próximo. La novedad de la crisis, su naturaleza esporádica y el escenario extranjero dificultaron a los investigadores federales obtener pruebas y sacar conclusiones, dijo, mucho menos presentar cargos.
“Con base en lo que sé”, dijo, “seguirá siendo un misterio”.