Han pasado 19 años y nada ha cambiado en este simulacro de democracia. La provincia de Formosa no sólo no ha sido intervenida, sino que además, Gildo Ifrán cuenta con la lealtad incondicional del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y todo el respaldo del gobierno nacional y popular.
Pero sin duda el caso Namqom ha perdido este año a su mayor referente.
En 2002, los ancianos de Namqom confirieron un mandato, por imposición de manos, a Israel “Tito” Alegre, nombrándolo delegado en la búsqueda de justicia para su pueblo. A partir de entonces, Israel no tuvo descanso ni paz. Y quienes compartimos su camino, entendimos que así sería hasta el final de sus días.
Íntegro. Coherente. Obsesivo. Estudiaba incansablemente las leyes del “blanco” para defender a su pueblo. Se interpelaba y nos interpelaba a todos: “Si la constitución nacional dice que yo soy preexistente, ¿por qué necesito que el estado me reconozca con su DNI o personería jurídica para existir?”.
Su lucha lo llevó hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, donde en 2016 y con la voz quebrada, relató las torturas sufridas por sus hermanos.
Jamás dejó de acompañar a su comunidad. A través suyo, pude dialogar con Don Mario Vega, a quien asistió en sus dolores hasta que partió, producto del deterioro causado por las torturas sufridas en 2002.
Creía en la naturaleza. En la renovación espiritual que se obtiene en el monte y en el permiso que se debe pedir para entrar a cazar y pescar en él; tal como le enseñaron sus mayores. Pero del mismo modo y con la misma certeza, creía en Dios.
Sus ceremonias eran allí, en el monte. Jamás se calzó pluma o vincha para complacer a los políticos de turno. Recuerdo que una vez me encontraba muy angustiada. Había sido “increpada” por ser “winka” por un hombre que se presentó ante mí, -de vincha con pluma y poncho-, como tonokoté. Recuerdo que mientras le contaba, Israel no pudo contener la risa, y con el amor que un padre le habla a un hijo me encomendó: -“La próxima vez que lo veas, preguntale si mató al puma”-. (*)
La sonrisa de Israel fue mi remedio, como en cada encuentro compartido. Casi una revelación. Revelación de los sentidos. La misma que se manifestó ante mí una mañana de diciembre de 2015, en la mesa de mi cocina.
Madrugador, cuando me levantaba para ir a trabajar, él ya iba por el segundo termo de mate. Eran momentos sensibles y a la vez, ásperos. Tensos y decisorios. Una vez más los malos gobiernos querían quitar de la agenda pública la cuestión indígena, que tanto (muerto) costó instalar.
Después de años de represión y persecución, y tras la traición reiterada de los gobiernos kirchneristas; asume el macrismo con “propuestas” para “limpiar” de carpas y wiphalas la Av. 9 de julio.
Nada más y nada menos que un cargo de Asesor en el Ministerio de Seguridad: -“Porque ud. es la persona indicada”. “Nadie como ud. conoce las problemáticas de su pueblo”. ”Solo desde adentro se puede cambiar la realidad”-.
Eran las 7 de la mañana cuando, entre mate y mate, los ancestros le hablaron. Y estaba molesto, casi enfurecido. Su conclusión fue rotunda: -“¡¡Cómo yo, que estoy denunciando al estado argentino por violación de derechos humanos, voy a ser parte de ese estado que denuncio!!”-. (**)
-“Cuando aflojen las restricciones nos vamos a ver a Noolé y a Bartolo”-; ese era nuestro plan para este año. Les íbamos a dar una sorpresa. La mejor. Necesitábamos tanto vernos. Son demasiadas las señales que nos vienen dando los antiguos y las tenemos que poder interpretar correctamente, porque ellos nos están indicando el camino.
Ambos veníamos transitando cuestiones delicadas estos últimos dos años, por lo que teníamos la precaución de avisarnos mutuamente, cuando alguno estaría en el monte, sin señal, ya que teníamos algunos enemigos ganados (él mucho más que yo, claro).
Ya no iremos juntos a Lomitas.
Ya no vamos a matear.
Ya no le traerá su aromito a mi mamá.
Se fue mi gran amigo. Mi hermano mayor. Y yo aún necesito reunirme con él.
Israel partió hace dos meses y estoy intentando asumirlo, diciéndolo, nombrándolo, homenajeando hoy, 16 de agosto de 2021 a todas las víctimas de Namqom que aún esperan justicia.
ÑA’ACHEQ ISRAEL
(*) llevar una pluma, contiene una simbología particular para cada cultura. En el caso de pueblo qom, Israel me dijo que solo merecía tenerla aquél que, con valentía, había enfrentado al puma en el monte.
(**) Al que le quepa el sayo, que se lo ponga.