El magnicidio perpetrado este 7 de julio contra Jovenel Moïse, presidente de Haití, activó todas las alarmas. Era uno de los más fervientes opositores a la aplicación de vacunas contra la pandemia de coronavirus; aunque no estaba solo en su modo de pensar. Otros mandatarios, como Pierre Nkurunziza -de Burundi- y John Pombe Joseph Magufuli -de Tanzania- estaban en la misma línea y… curiosamente también murieron en extrañas circunstancias. ¿Hay relación entre los poderosos intereses detrás de la inoculación y sus fallecimientos?
En mayo de 2021, la noticia apareció en varios medios periodísticos ocupando espacios menos destacados pero, con el paso de los días y los meses, fue cobrando notoriedad. En el Hemisferio Occiental del Mundo, un pequeño país, pobre de toda pobreza, inmerso en la más profunda miseria, descreía abiertamente de los beneficios de una vacuna que pusiera freno al avance de la pandemia de coronavirus. Se trataba de Haití. De hecho, para ese entonces, aún no había comenzado ninguna clase de campaña de inoculación en esa deprimida Nación de América.
Los hechos demuestran que gran parte de la población de Haití fue y es claramente reacia a la vacunación contra el covid-19, fundamentalmente porque no creen en la existencia de la pandemia. Con ese marco, es que el rechazo a la llegada de vacunas al país los puso en una situación de intransigencia que, para colmo de males, fue acompañada de manera oficial por el Gobierno de Jovenel Moïse.
La postura haitiana ha llamado poderosamente la atención desde un principio. Incluso, mucho antes de que las vacunas comenzaran a aplicarse a lo largo y ancho del planeta, los ciudadanos de Haití se negaron a concurrir a los centros de salud durante el pico de la pandemia en el país, algo que sucedió entre mayo y junio de 2020.Y más, el Gobierno de Jovenel Moïse jamás informó a la población sobre la posible llegada de vacuna alguna, en tanto que tampoco se hizo ninguna campaña (oficial o no) pro vacunas o de prevención.
Las cosas se pusieron más espesas a principios de abril de 2021, cuando el Gobierno haitiano rechazó un lote de dosis de la farmacéutica AstraZeneca que le ofrecía la Organización Mundial de la Salud (OMS), mediante el mecanismo Covax, alegando “un revuelo mundial en torno a esa vacuna”. Los centros de desinfección son inexistentes, en la Administración pública como en el sector privado, y la gente no lleva barbijos, además de no mantener el distanciamiento social preventivo.
La oficina en Haití de la OMS y la Organización Panamericana (OPS) reconoció oportunamente, y sin más vueltas, que los haitianos son reacios al tema, al tiempo que indicaron que buscaban las maneras de entender la posición del gobierno de Moïse para llevar a tal estado de situación.
Dicho de otro modo: el presidente Jovenel Moïse, estaba en la mira.
Entre tanto, vale recordar que Haití estaba en la lista de los 92 países pobres y de ingresos medios que recibieron ofertas de dosis bajo la iniciativa Covax (Centro de Acceso Global a Vacunas Covid-19). Luego, llegó Joe Biden -presidente de los Estados Unidos- con el anunció de que su país repartirá 25 millones de vacunas en todo el mundo; pero cuando Haití pareció aflojar ante las presiones y finalmente acordó recibir las dosis, ya no había disponibilidad por problemas de producción en India y un aumento en la demanda global. Haití, como fuera, debía pagar sus propios platos rotos.
Si tuvo o no relación con estas situaciones, vaya uno a saber, pero lo cierto es que este miércoles 7 de julio, Jovenel Moïse -presidnte de Haití- cayó asesinado a balazos.
Los casos de Burundi y Tanzania:
También en mayo de 2021, se hizo oficial otra noticia relacionada al coronavirus y varios países que no se plegaban a las vacunas. Ubicados mayoritariamente en África, seguían sin recibir ninguna dosis de la vacuna, naciones como Chad, Burkina Faso, Eritrea, Tanzania y Burundi.
El caso de Burundi también se puso en las primeras planas por el “súbito fallecimiento” de su presidente, Pierre Nkurunziza, quien -según un comunicado de la presidencia burundesa- había sido hospitalizado entre gallos y medianoche, tras lo cual su salud “cambió repentinamente”, cuando su corazón dejó de latir. Su “sospechoso” deceso se produjo el 8 de junio de 2020 y la investigación formal, se desmoronó como un endeble castillo de naipes.
Nkurunziza, era un líder un evangelista que afirmaba ser “El elegido por Dios” para gobernar el país africano, y tenía todos los “pelos y mañas” de los iluminados que se creen todo poderosos. Había llegado al poder en 2005, elegido por el Parlamento. El presidente optó en 2015 a un tercer mandato prohibido por la Constitución, unos hechos que derivaron en una incontenible ola de protestas con cientos de muertos y medio millón de desplazados, de acuerdo a los datos aportados por la ONU. Para sacárselo de encima, también se orquestó un de golpe de Estado que terminó en rotundo fracaso.
El caso de Tanzania también es para destacar, y en cierta medida para relacionar con los de Haití y Burundi. El tema es que el presidente de este país, John Pombe Joseph Magufuli, murió el 17 de marzo de 2021; y todo se ha dado en el marco de extrañísimas circunstancias. Antes que nada, valga la aclaración: John Pombe Joseph Magufuli se destacó desde un principio como uno de los más entusiastas negacionistas de la pandemia de coronavirus y uno de los impulsores de la tendencia que indica que la vacuna es inútil.
La muerte de John Pombe Joseph Magufuli es un misterio que sigue flotando en el aire. Luego de dos semanas de ausentarse llamativamente de la vida pública, todo pasó a la nebulosa y desde ningún ámbito del Gobierno se dio la más mínima información al respecto. La causa oficial del fallecimiento del por entonces presidente fue adjudicada a problemas cardíacos, aunque según la oposición en realidad habría fallecido tras contagiarse de Covid-19, mientras que poco después cobró fuerza la versión más verosímil: John Pombe Joseph Magufuli habría sido asesinado.
Incrédulos y escépticos dirán que todo es fruto de la casualidad, pero raspando la corteza aparecen las teorías que indican -y no sin atendibles evidencias- que cada presidente que se opuso a la aplicación de vacunas contra el coronavirus, lo ha pagado (de un modo u otro) con su vida.
Jovenel Moïse, Pierre Nkurunziza y John Pombe Joseph Magufuli, son claros ejemplos de esto, aunque -claro- ya no viven para poder contarlo.