Uno de los primeros en alertar que el covid-19 podía ser el “fiasco de datos del siglo” fue John Ioannidis, profesor de epidemiología en la Universidad de Stanford. Ya en marzo del año pasado este especialista, reconocido internacionalmente, expresaba su preocupación ante el hecho de que se estuvieran tomando decisiones sin tener datos suficientes. En concreto, advertía que establecer cuarentenas en aquel momento sin siquiera conocer cuán letal era el virus de SARS-CoV-2, era un grave error que podía acarrear consecuencias sociales y económicas severas, “totalmente irracionales”.
Más tarde, sus sospechas se convirtieron en una certeza: “Las tasas de letalidad por infección de SARS-CoV-2 que se calculan tienden a ser mucho más bajas que las estimaciones realizadas a principios de la pandemia”, concluyó Ioannidis en el estudio Tasa de letalidad por la infección de la covid-19 calculada a partir de los datos de seroprevalencia, publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su boletín de octubre último.
Allí, el catedrático reveló que “la mediana de la tasa de letalidad por la infección de covid-19 fue del 0,27 % (corregida en un 0,23 %)”, mientras que en personas menores de 70 años, las tasas de letalidad por la infección “oscilaron entre el 0,00 % y el 0,31 % con medianas brutas y corregidas del 0,05 %”.
Los medios y colegas de Ioannidis no tardaron en comenzar a cuestionar a este especialista en Big Data y estadísticas de la Universidad de Stanford por su postura crítica e incluso muchos de sus videos fueron levantados de YouTube. Sin embargo, él no se detuvo en sus estudios y en enero de este año volvió a ser objetado tras la publicación de un nuevo estudio en el que se evaluaron los efectos de las cuarentenas y el teletrabajo sobre la propagación del covid-19. Otra vez, las conclusiones contradijeron el relato: “No encontramos beneficios significativos de las intervenciones no farmacéuticas más restrictivas sobre el crecimiento de casos. Se pueden lograr reducciones similares con intervenciones menos restrictivas”, escribieron Ioannidis, Eran Bendavid, Christopher Oh y Jay Bhattacharya en su estudio.
Las restricciones impuestas en distintos países se han fundado principalmente sobre la base del pánico y la alarma, sostenidos por cifras de contagios que se han contabilizado a partir de una técnica (la RT-PCR) que -tal como su propio creador, Kary Mullis, ha aclarado- no fue ideada para el diagnóstico de enfermedades.
Ya diversos especialistas y autores de trabajos científicos han advertido que esta clase de testeos presenta falencias que podrían estar alterando la foto que tenemos de lo que en verdad ocurre en esta pandemia. Así lo confirmaron también en una entrevista con La Prensa los doctores Edgardo Schinder, infectólogo, epidemiólogo, patólogo, sanitarista y mágister en Salud Pública Internacional, y Marcela Witt, bioquímica con orientación en microbiología e inmunología, con una maestría en microbiología avanzada.
– ¿Por qué se aceptó usar desde un principio la técnica RT-PCR como método de diagnóstico de los “casos” de covid-19?
Schinder: – La aparentemente exacta técnica de detección (screening test) se usó por la facilidad relativa de los hisopados. Pero no es una técnica de diagnóstico sino de detección presuntiva.
Witt: – El punto de partida que se toma para contabilizar la cantidad de “casos” no es adecuado. La PCR no fue diseñada para eso por Kary Mullis, premio Nobel de Química en 1993. Sino primeramente para trabajar con ADN y, después, se vio que se podía hacer la transcripción reversa para trabajar con ARN, porque es muy lábil, altamente contaminable. Es engorroso trabajar con ARN por eso lo que se hace es pasar todo lo que sea ARN -como es el caso de este virus Sars-CoV-2- con transcripción reversa para poder detectar secuencias del virus. Lo que ocurre con la prueba de PCR es que es altamente sensible pero es poco específica. Me refiero a que los “primers” o “cebadores”, que son aquellas frecuencias cortitas que inician la polimerización de la cadena del ácido nucleico, tienen que ser muy bien diseñadas para que reconozcan específicamente una secuencia que no sea compartida con células humanas o distintos microorganismos que componen la microflora del lugar donde se toma la muestra. Si hacemos un hisopado nasofaríngeo u orofaríngeo estamos tomando una muestra de un lugar que no es estéril, sino que tiene una microflora acompañante que es habitual y no causa ninguna patología. Además, como la PCR no detecta un virus completo o una bacteria completa sino una secuencia, no podemos asegurar que esa secuencia corresponda a algún microorganismo -en este caso el hipotético virus sars-cov-2, que nos esté infectando y causando la patología. Tampoco nos da idea de cómo va a ser la evolución o el pronóstico de una enfermedad; si el paciente está cursando la enfermedad, no nos dice si es transmisor, si es contagioso. lo que indica la PCR es presencia o ausencia de una secuencia que uno está buscando.
– ¿Se trata de un escenario inédito en la historia de las grandes epidemias? ¿Cuál sería el método adecuado para contabilizar casos y obtener un “diagnóstico de situación” real?
S: – Sí, es una situación inédita en las epidemias. No se ha apelado a la clínica ni a las sindemias, parademias y metademias para el diagnóstico. No se han empleado tampoco los postulados de Koch, de Rivers y de Bradford Hill para configurar etiología, o sea, la causa. Se asimilan errónea y maliciosamente a los positivos en el PCR como enfermos en el imaginario popular cuando solamente es un examen más. Esto hace diseminar el pánico. La situación real debe fundarse en: a) clínica compatible; b) contactos con enfermos confirmados, c) conversión serologica IgM e IgG e IgA, d) otros métodos como aislamiento y cultivo viral. En el 96% a 97%, las infecciones por los siete beta coronavirus conocidos no dan síntomas o son muy leves.
W: – Se está utilizando un criterio microbiológico para una prueba molecular, lo cual es incorrecto porque las técnicas de microbiología y moleculares son de distinta sensibilidad y tienen fundamentos diferentes. Eso es un error gravísimo de criterio. Y, además, se está utilizando el criterio de esterilidad como criterio de curación. Esto queda evidenciado al exigir PCR negativas para dar el alta y considerar curada a una persona, cuando no presenta sintomatología de ningún tipo. Y lo más grave es la definición de caso que establece la OMS: se considera caso a toda aquella persona que tenga una PCR positiva con o sin sintomatología clínica, eso jamás ocurrió.
– Además este tipo de pruebas puede arrojar falsos positivos y falsos negativos.
W: – Así es. Los falsos positivos se pueden dar porque exista contaminación en las muestras, por una reactividad cruzada con otros microorganismos u otras secuencias que estén presentes en ese hisopado y que correspondan a otros microorganismos o a células propias. También por el volumen de muestra puede ocurrir que se contaminen las muestras entre sí. Si uno no es muy cuidadoso, si uno no trabaja por duplicado e informa que es positivo sin confirmar el resultado, se está aumentando la tasa de falsos positivos.
– ¿Cuándo se dan los falsos negativos?
W:– Pueden darse si la técnica de extracción de material no ha sido exitosa y no se han tenido en cuenta las precauciones al extraer el material. Además, hay distintas calidades de reactivos. Si uno no es de muy buena calidad se corre el riesgo de un falso negativo. También puede pasar que la muestra no se tome del lugar correcto o que no haya suficiente cantidad de células en esa muestra. Puede haber múltiples causas. Tampoco hay un inóculo estandarizado, es decir que no está estandarizada la cantidad de células que tienen que estar presentes en la muestra que se toma.
– ¿Cuál es el vínculo entre el aumento del número de “casos” positivos de covid registrado en el último tiempo y el incremento de la cantidad de testeos realizados?
S:– Hay una clara relación de incremento de “casos” con el aumento de tests de detección. En paralelo, aumentan también las infecciones, pero un test puede ser positivo al detectar una fracción de 30 nucleótidos de los 3.000 y no asegurar que estén “vivos” e infectivos.
W:– Si decimos que hay más casos porque hay más testeos no estamos cumpliendo con un parámetro confiable porque sabemos que dentro de los testeos se incluyen las pruebas rápidas, que también están sujetas a falsos positivos, además de las pruebas de PCR. Si además consideramos que cualquier persona va a testearse estando sano y sin una orden médica, le hacen el hisopado a cualquiera. Entonces ya ahí estamos todavía aumentando la falsedad de casos y se toman decisiones en base a datos que no son fehacientes.
– ¿Es correcto hablar de números absolutos de muertes y casos en vez de números relativos? ¿Utilizar este método de conteo e información contribuye a inducir a la sociedad a la alarma?
S:– No es lo mismo contabilizar muertos “con” coronavirus que “por” coronavirus y las comorbilidades. Se aumentan artificialmente las cifras. Escasamente, un 1/10.000 de las defunciones estimo que son “por” coronavirus. Se alarma innecesariamente a la sociedad con una finalidad no clara. Hay un evidente sobrediagnóstico de covid-19 atribuido a Sars-CoV-2 y un subdiagnóstico de otras patologías respiratorias y de otros sistemas y aparatos. Con las medidas sanitarias actuales de ASPO y el DISPO y barbijos es imposible detener la propagación de estas virosis ARN. Por otra parte, hay sindemias epidémicas estacionales de rinovirus, adenovirus, metapneumovirus, influenza, que no se quieren o no se pueden investigar.
W: – Cuando hablamos de valores absolutos no hacemos referencia a la totalidad de una población y tampoco unificamos un criterio. Porque para unificar usamos valores relativos, es decir hablar de porcentajes. Eso sí nos permite comparar.
– En la actualidad se habla del colapso del sistema sanitario y la alta ocupación de camas pero distintos especialistas han reconocido que esta situación es habitual en el sistema sanitario argentino. ¿Es esto así?
S: – El llamado sistema sanitario argentino está lejísimos del colapso sanitario de internación y las coronavirosis, en la mayoría de los casos, pueden tratarse ambulatoriamente con muy pocas hospitalizaciones selectivas.
La llamada “falta de camas de internación” es un clásico de carencia en todos los niveles de atención de enfermedades severas. Por otra parte, hay sobreinternación por padecimientos que no lo requieren.
Hay enfermedades graves, por ejemplo de causa ambiental, a las cuales no se les otorga atención y causan decenas de miles de muertes anuales. Entre ellas ocupacionales, iatrogenia e intoxicaciones.
– ¿Cuáles serían los parámetros que habría que tener en cuenta para poder establecer la verdadera magnitud del problema que representa el covid-19 para la sociedad?
S: – Para establecer parámetros de magnitud de los problemas sanitarios tendría que haber un sistema nacional de monitoreo y vigilancia epidemiológica serio y confiable de todas las patologías, del cual se carece históricamente. El covid-19 es la puntita del iceberg de problemas mucho más graves. Nunca en la Argentina las estadísticas de salud y enfermedad han sido confiables. En este caso, se ha generado un pánico epidémico inusitado y no fundado científicamente.
– Da la impresión de que el “fin” de la pandemia solo podrá alcanzarse cuando la mayoría de la sociedad esté vacunada. ¿Qué opina al respecto?
S: – Las inmunizaciones sólo sirven teóricamente para las líneas virales ensayadas y en vigencia y la efectividad medida por serologia IgM e IgG no asegura protección para reinfeccion u otras líneas virales. La inmunidad colectiva es casi imposible de mensurar ya que depende de docenas de marcadores y factores de riesgo diferentes. Hasta el presente, no me consta ninguna evaluación de inmunidad colectiva que sea confiable en todas las circunstancias. Sería, en caso de descubrirse, merecedora de un Premio Nobel. Seguimos como en la metáfora del elefante, apreciando la realidad por cada parte ínfima de su anatomía.
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