Los párrafos que siguen pertenecen al capítulo 3 del Informe Franks y detallan los hechos desde el punto de vista del gobierno británico entre los días 30 de marzo y 2 de abril.
Martes 30 de marzo
219. En la mañana de l 30 de marzo Iord Carrington celebró una reunión con el señor Luce y con funcionarios de la oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth, en el transcurso de la cual se acordaron los términos de una declaración parlamentaria y de una respuesta al mensaje del doctor Costa Méndez del 28 de marzo. se decidió que la respuesta debía proponer la visita de un funcionario de la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth en calidad de emisario de Iord Carrington y la reanudación de negociaciones sobre las Falkland.
220. Por la tarde Iord Carrington hizo una declaración en la Cámara de los Lores en la cual resumía la evolución de la disputa y anunciaba que el HMS Endurance permanecía estacionado durante tanto tiempo como fuera necesario.
221. El señor Luce repitió la declaración en la Cámara de los Comunes. En respuesta a preguntas que se le formularon, el señor Luce afirmó que las islas serían definidas en caso de ser necesario y que los deseos de los isleños tenían suprema importancia.
222. Lord Carrington convocó al señor Streator, encargado de negocios de Estados Unidos, para expresarle su desagrado por el mensaje del señor Haig, que le fuera entregado el día anterior a través del señor Stoessel, y que había colocado a Gran Bretaña en la misma posición que la Argentina.
223. El agregado naval británico en Buenos Aires informó al Ministerio de Defensa que cinco buques de guerra argentinos, entre los que incluía un submarino, navegaban rumbo a las Georgias del Sur, y que otros cuatro buques de guerra habían zarpado de Puerto Belgrano; y que al personal de ese lugar se le había impuesto restricciones para viajar. Un diario argentino había informado que los cuatro buques de guerra formaban parte de un ejercicio de adiestramiento de rutina, pero otro había declarado que se habían dado prisa para instalar misiles a bordo de uno de ellos.
224. Ya avanzada la tarde del 30 de marzo el Ministerio de Defensa concertó una reunión del Ejército de Operaciones de Defensa que, cuando surge la necesidad, actúa en nombre de los jefes de Estado Mayor como agencia ejecutiva encargada de la dirección central de las operaciones militares. El ejecutivo destacó la posición de buques de guerra argentinos cerca de las Georgias del Sur y de una fuerza de tareas naval, constituida por un portaaviones, cuatro destructores y un buque de desembarco anfibio, que realizaba maniobras a una distancia de 800 a 900 millas al norte de las Falkland, lo cual no era habitual en esa época del año. También obervó que no se habían registrado cambios perceptibles en el alistamiento de la Fuerza Aérea argentina y que el servicio aéreo argentino hacia Puerto Stanley continuaba en forma normal. Según la advertencia formulada por la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth en la reunión, había indicios de que los argentinos proyectaban ocupar por lo menos una de las islas Fal
kland en alguna fecha del mes de abril. Se mostraron a favor de la idea de enviar uno o más submarinos nucleares. Como resultado de la reunión, se elevó una presentación al señor Nott en la que se recomendaba no destacar buques de superficie -lo cual constituiría probablemente una provocación y requería un portaaviones que proporcionara apoyo aéreo- y no enviar un tercer submarino nuclear. En ella se indicaba que mantener una presencia en la región de las Falkland durante un período prolongado implicaría una gran demanda de recursos militares, lo cual indicaría muy seriamente en la capacidad de cumplir con otros compromisos mundiales y traería aparejados importantes gastos operativos. también se observaba que al acercarse la estación invernal a la región se vería limitada la capacidad para enviar refuerzos militares eficaces a las Falkland.
225. Lord Carrington y el señor Blaker, el ministro de Estado de las Fuerzas Armadas, enviaron una nota conjunta a la primer ministro en la que describían en líneas generales las medidas preventivas tomadas para reforzar la presencia naval británica en la región de las Falkland y otras medidas que podían tomarse. ellos informaron que, además de duplicar el número de infantes de marina de la guarnición de Puerto Stanley, de enviar al RFA Fort Austin para reabastecer al HMS Endurance y destacar un submarino nuclear, esa mañana se había decidido confirmar la orden de enviar un segundo submarino. Asimismo se había considerado la posibilidad de enviar un tercer submarino. Esta iniciativa fue apoyada por Iord Carrington y se había designado un submarino, pero aún no se le habían dado órdenes de zarpar ya que, a juicio del Ministerio de Defensa, habría considerables impedimentos para operar en otros lugares. En la nota constaba también que se había estudiado la posibilidad de enviar al grupo de siete buques de guerra que practicaban ejercicios frente a Gibraltar, pero que no se la había considerado recomendable. El envío de la fuerza tomaría estado público, lo cual complicaría los esfuerzos diplomáticos tendientes a eliminar el peligro de la situación, y había reservas de índole militar acerca de si sería suficiente una fuerza semejante, que podría ser fácilmente igualada por los argentinos. Una fuerza confiable debería ser mucho mayor; precisaría unos 24 días para reunirse y llegar a la región y su mantenimiento sería difícil y costoso. Su preparación, que no podría ocultarse, constituiría una gran provocación y agravaría considerablemente la situación a menos que los argentinos se estuvieran aprontando para invadir las Falkland, de lo que no había indicios. Se sugirió que estas cuestiones fueran tratadas en la reunión del Comité de Defensa fijada para el jueves 1 de abril.
226. En la noche del 30 del marzo el embajador británico en Buenos Aires recibió instrucciones de enviar un mensaje al doctor Costa Méndez de parte de Iord Carrington acerca de las Georgias del Sur. En el mensaje se expresaba que la situación potencialmente peligrosa que se había creado entonces no era lo que el gobierno británico había buscado. El objetivo británico había sido en todo momento la búsqueda de una situación aceptable para ambos gobiernos. Un enfrentamiento, cuyas consecuencias podían tener amplio alcance y que podría perjudicar gravemente los esfuerzos destinados a resolver el problema de las Falkland en su totalidad mediante negociaciones pacíficas, no beneficiaba a ninguno de los dos gobiernos. el mensaje proponía enviar a un funcionario de alto rango de la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth (el señor Ure como emisario personal de Lord Carrington a Buenos Aires con propuestas constructivas para una solución que permitiera la ejecución del contrato de salvamento en las Georgias del Sur. También afirmaba que Iord Carrington consideraría la solución del incidente de las Georgias del Sur como un paso hacia la reanudación del diálogo sobre los puntos más generales que el señor Luce y el señor Ros habían tratado en febrero en Nueva York.
227. Esa misma noche el embajador británico en Buenos Aires dio parte de lo informado por el embajador de Estados Unidos sobre la reacción totalmente negativa del doctor Costa Méndez ante la propuesta que él había formulado siguiendo las instrucciones del señor Stoessel, segundo secretario de Estado del Departamento de Estado. El doctor Costa Méndez había afirmado que, si bien los buenos oficios de Estados Unidos eran bienvenidos en relación con la disputa fundamental, no se los requería en el actual incidente y que los compromisos sugeridos por ellos no eran aceptables. No habría enfrentamiento, siempre que los británicos no interfieran con los trabajadores argentinos. La solución del problema del incidente podría hallarse si se iniciaba a la brevedad la negociación de la disputa principal. El embajador británico observó que esta postura no comprometida fue adoptada algunas horas antes de que en Buenos Aires los sindicatos realizaran importantes manifestaciones contra las medidas de austeridad tomadas por
el gobierno. Según la opinión que allí prevalecía, el gobierno había esperado que el reciente entusiasmo nacionalista decidiera a los sindicatos a suspender las manifestaciones o por lo menos las hiciera pasar a segundo plano. También parecía que el doctor Costa Méndez repetía una fórmula que se le había dado por anticipado para emplearla a discreción. Parecía que el gobierno argentino se había enfervorizado y creía haber encontrado un modo de intimidar a Gran Bretaña para que otorgara la soberanía. Sin embargo, ese estado de ánimo no podía durar mucho. Haciendo un comentario sobre las instrucciones recibidas de Iord Carrington, el embajador británico recomendó que no se enviara un emisario especial ni se transmitiera el mensaje al doctor Costa Méndez en esa etapa, basándose en que hasta el momento le había sido posible mantener relaciones corteses con los argentinos sin ceder terreno, y que una actitud y un mensaje conciliatorios podían servir en ese momento para convencer a los argentinos de que tenían al gobierno británico a su merced, no sólo en relación con las Georgias sino además en lo que respecta a la concesión de la soberanía. Sugirió que se retuviera el mensaje durante uno o dos días mientras se consideraba la reacción de Estados Unidos ante el informe de su embajador en Buenos Aires.
228. Ya avanzada la noche, la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth envió un telegrama a Iord Carrington, que entonces se encontraba en Israel, acerca de dos informes de inteligencia recibidos desde su partida, que reflejaban los puntos de vista de las fuerzas armadas argentinas. Uno de ellos indicaba que era posible llegar a un arreglo pacífico del incidente de las Georgias del Sur pero que, si algún argentino resultaba muerto, la Argentina iniciaría una acción militar contra las islas Falkland mismas. El gobierno argentino no había provocado el incidente de las Georgias del Sur pero, ahora que había ocurrido, lo aprovecharía como elemento de presión para hacer valer el reclamo argentino por la soberanía sobre todas las islas. de la evaluación realizada por la argentina resultaba que, si bien Gran Bretaña podía enviar refuerzos navales a la región, no era probable que esto ocurriera. El otro informe indicaba que el gobierno argentino podía llevar a cabo en abril una operación militar contra las Falkland, que no consistiría en una invasión completa, sino en la ocupación de una de las islas más distantes. Otro informe indicaba que la armada Argentina tenía en estudio los despliegues navales británicos de todo el mundo.
Miércoles 31 de marzo
229. En la mañana del miércoles 31 de marzo Iord carrington envió un telegrama desde Tel Aviv en el que aceptaba el consejo del embajador británico en Buenos Aires acerca de demorar el mensaje destinado al doctor Costa Méndez. Más tarde, sin embargo, Iord Carrington decidió que debía enviarse el mensaje, en vista de los informes de inteligencia recibidos, así como también de un informe de la prensa británica de ese día acerca de la partida de un submarino nuclear, que podría dar a los argentinos la impresión de que los británicos buscaban una solución militar, más que diplomática. El embajador británico en Buenos Aires recibió las instrucciones correspondientes y entregó el mensaje esa tarde.
230. Se preparó de inmediato una evaluación titulada «Falkland Islands the incident on South Georgia», que fue difundida por el Grupo de Inteligencia de Actualidad de América Latina. Este informe estimaba que el desembarco en las Georgias del Sur no había sido planificado por el gobierno argentino, pero que la Junta estaba sacando un máximo provecho del incidente a fin de acelerar las negociaciones relativas al traspaso de la soberanía. a pesar de los estrechos contactos que el señor Davidoff mantenía con algunos oficiales superiores de la armada Argentina, no se consideraba que el desembarco no autorizado formara parte de los planes de la Armada. No había una coordinación central de la política argentina y no se conocían las intenciones de la Junta Militar, pero ésta tenía una abrumadora superioridad en la región. Existía una posibilidad de que, tanto debido a la importancia que la opinión pública argentina asignaba a la cuestión como a causa de una coordinación deficiente y de los confusos consejos dados
por diversos funcionarios y asesores militares argentinos, la Junta pudiera tomar alguna medida imprevista. La evaluación llegaba a la conclusión de que el objetivo principal que perseguía la Junta argentina en su manejo de la disputa por las islas Falkland consistía en persuadir al gobierno británico de que negociara el traspaso de la soberanía, y era probable que tratara de utilizar el incidente de las Georgias del Sur para obtener la pronta apertura de las conversaciones sobre la base tratada en Nueva York en febrero. Esto tendría el efecto de evitar que adoptara alternativas extremas, pero no podía descartarse la posibilidad de que en el futuro optara quizá por agravar la situación disponiendo el desembarco de una fuerza militar en otra dependencia o en una de las islas Falkland. Pero existía la opinión de que en este momento el gobierno argentino no deseaba ser el primero en adoptar medidas enérgicas.
231. El agregado naval británico en Buenos Aires informó al Ministerio de Defensa que, según el agregado naval de Estados Unidos, casi toda la flota argentina se había hecho a la mar, pero sin los comandantes de la flota, y que estaba muy adelantada con respecto a los próximos ejercicios programados para después de Pascuas.
232. al anochecer del 31 de marzo, funcionarios del Ministerio de Defensa pusieron al señor Nott en conocimiento de material de inteligencia recibido ese día, según el cual los argentinos habían fijado una hora en la madrugada del 2 de abril como el momento y el día para llevar a cabo la operación. se estimó que tomando junto con anteriores informes de inteligencia, este material proporcionaba un indicio seguro de la intención argentina de invadir las islas Falkland. Estos informes también fueron considerados por la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth y por la Organización Conjunta de Inteligencia.
234. El señor Nott logró que se le concediera una reunión urgente con la Primer Ministro, que tuvo lugar en el despacho que ésta tiene en la Cámara de los Comunes. También asistieron el señor Atkins, el señor Luce, y funcionarios de la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth y del Ministerio de Defensa. también estuvo presente el jefe del estado Mayor Naval, que se había dirigido a la Cámara de los Comunes para informar al señor Nott.
235 Durante la reunión se redactó un mensaje de la primer ministro al Presidente Reagan, que se envió poco antes de las 9:00 p.m.. En él, la Primer Ministro se refería a inteligencia que indicaba la posibilidad de una inminente invasión argentina a las Falkland y afirmaba que el gobierno británico no podría consentir ninguna ocupación argentina. Solicitaba al Presidente Reagan que hablara con urgencia al presidente Galtieri y le pidiera una garantía inmediata de que no autorizaría ningún desembarco, y menos aún hostilidades; afirmaba asimismo que podría asegurar al presidente Galtieri que el gobierno británico no haría nada para agravar la disputa ni comenzaría la lucha. Se le solicitó al embajador británico en Washington que hablara al señor Haig a fin de asegurar una rápida reacción de la Casa Blanca. el jefe de Estado Mayor Naval dio recomendaciones acerca del tamaño y de la composición de una fuerza de tareas probablemente capacitada para volver a tomar las islas y se le impartieron instrucciones para que preparara dicha fuerza sin comprometerse a una decisión final acerca de si debería o no zarpar (…).
237. a las 10:30 p.m. el embajador británico en Buenos Aires entregó el mensaje (ver párrafo 229) al doctor Costa Méndez, quien informó que comunicaría el mensaje a su Presidente y luego le daría a conocer la respuesta. El doctor Costra Méndez agregó, sin embargo, que el mensaje no era lo que él había esperado. Coincidió en la necesidad de evitar un enfrentamiento, pero afirmó que las declaraciones formuladas en el Parlamento y los informes de la prensa acerca de movimientos de buques de guerra británicos no alentaban esperanzas de que se lograra una solución rápida.
238. La inteligencia indicaba que a juicio del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino la respuesta mínima aceptable del gobierno británico sería un acuerdo para entablar negociaciones inmediatas sobre la soberanía y que la Argentina no renunciaría ahora a su presencia en las Georgias del Sur. También indicaba que el doctor Costa Méndez era utilizado por la Junta nada más que como asesor en relación con las Georgias del sur, y que la Armada Argentina había solicitado los resultados previsibles de una votación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en caso de tomarse una iniciativa militar contra las Falkland. Según se afirmó, el Dr. Costa Méndez había advertido el 26 de marzo a la Junta que el resultado de la votación sería desfavorable para la Argentina. También hubo un informe sobre preparativos para el desembarco de una brigada de Infantería de Marina.
Jueves 1° de abril
239. El embajador británico en Washington informó que había visto al Sr. Haig, y le había descripto en líneas generales los informes de inteligencia relativos a las intenciones argentinas, de cuya importancia el señor Haig no tenía conocimiento.
240. A las 9:30 a.m. se reunió el gabinete. En ausencia de Lord Carrington, el señor Atkins informó sobre los últimos acontecimientos ocurridos en las islas Georgias del Sur, los esfuerzos diplomáticos en curso y el despliegue de las fuerzas navales argentinas. Advirtió que, si bien no había tomado ciertas medidas preventivas, la defensa de las islas no sería una tarea fácil. Como conclusión, la Primer Ministro declaró que la mejor esperanza de evitar un enfrentamiento radicaba en la influencia que el gobierno de Estados Unidos pudiera ejercer sobre el gobierno argentino.
241. Al mismo tiempo se difundió una evaluación preparada por el Grupo de Inteligencia de Actualidad de América Latina, que actualizaba la información relativa a despliegues militares argentinos, que permitirían a la Argentina lanzar un ataque el 2 de abril. El destino, aunque no se conocía con seguridad, parecía ser Puerto Stanley. En la evaluación se consideraba que, pese a estos preparativos militares, no había inteligencia que sugiriera que la Junta argentina había tomado la decisión de invadir las islas Falkland. Producía inquietud la prueba de que existía una cooperación no habitual entre las tres fuerzas armadas argentinas y de que ellas tenían participación activa en la fuerza de tareas anfibia. El informe estimaba que la fuerza argentina que se había reunido tenía ahora la capacidad y el apoyo logístico necesarios para invadir parte de las islas Falkland y que estaría en una posición desde la cual podría lanzar un asalto hacia el mediodía del viernes 2 de abril (…).
243. El Sr. Streator, encargado de negocios de Estados Unidos,entregó un mensaje del Sr. Haig a Lord Carrington, en el que se garantizaba que el gobierno de Estados Unidos haría todo lo posible para ayudar. Según el Sr. Haig, el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires había recibido instrucciones de instar al Dr. Costa Méndez a que no tomara ninguna medida que pudiera agravar la crisis. El Sr. Haig agregó que, en su opinión, Estados Unidos tendría mayores probabilidades de influir en la conducta argentina si demostraba no favorecer ni a una ni a otra parte.
Más tarde, el Sr. Streator entregó un mensaje del presidente Reagan a la primer ministro, en el que manifestaba que su gobierno compartía la preocupación de Gran Bretaña por evidentes movimientos que tenían por objetivo las islas Falkland y se pondría en contacto con los máximos niveles del gobierno argentino afín de instalar los a que no iniciaran una acción militar.
244. Por la tarde del 1° de abril, el embajador británico en Buenos Aires informó sobre su entrevista con el Dr. Costa Méndez, quien le había manifestado que el gobierno argentino consideraba terminado el incidente de las Georgias del Sur. El embajador británico solicitó una declaración escrita de la osición argentina, que le fue entregada en los siguientes términos:
«Como el problema originado es independiente de la soberanía argentina, -considero inútil el envío de una persona con el objeto de examinar lo acontecido en las Georgias ya que, para la Argentina, este incidente está resuelto. En efecto, los trabajadores que allí se encuentran están realizando sus tareas en condiciones lícitas y normales sin que exista cumplimiento del acuerdo previamente convenido entre nuestros dos países.
Teniendo en cuenta los antecedentes y el curso de las negociaciones entabladas desde 1964 hasta la fecha habríamos aceptado el envío del representante propuesto por Gran Bretaña si su misión hubiera sido la de negociar las modalidades relativas
al traspaso de la soberanía sobre las islas Malvinas y sus dependencias a la República argentina, que en esencia es la causa central de las actuales dificultades.
No puedo dejar de llamar la atención sobre el inusual despliegue naval británico hacia nuestras aguas, anunciado por la prensa internacional, que sólo puede interpretarse como una inadmisible amenaza de emplear la fuerza militar. Esto nos obliga a remitirnos a la ONU, en donde la Argentina hará circular una nota sobre los antecedentes en este caso».
246. Al anochecer del 1° de abril el embajador británico en las Naciones Unidas, que había permanecido en estrecho contacto con la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth, anunció el éxito de una iniciativa que había conducido a que el Secretario General convocara a los embajadores argentino y británico para expresarles su preocupación por la creciente tensión. El Secretario General haría un llamamiento público a ambas partes para que solucionaran sus diferencias por medios diplomáticos.
El embajador británico informó posteriormente que, en su opinión, el Consejo de Seguridad había logrado todo lo que estaba a su alcance. El Secretario General había hecho dos llamamientos, una enérgica declaración presidencial había sido emitida, y Gran Bretaña tenía a su favor a la mayoría de los miembros del Consejo (…).
248. El embajador británico en Washington informó a la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth que el embajador de Estados Unidos en Buenos Aires había hablado esa mañana con el Dr. Costa Méndez; que el Dr. Costa Méndez había sido evasivo; y que el embajador de Estados Unidos había acordado ver al presidente Galtieri durante la tarde para entregarle un mensaje del Sr. Haig con la autorización del presidente Reagan. El embajador británico informó luego que, enuna reunión con el embajador de Estados Unidos, el presidente Galtieri no quiso decir lo que iba a hacer la Argentina, sino que había hablado sobre la necesidad de que los británicos trataran la entrega de la soberanía. El embajador de Estados Unidos había afirmado como conclusión que la Argentina llevaría a cabo la operación militar. El Departamento de Estado pediría ahora al presidente Reagan que hablara personalmente con el presidente Galtieri.
Viernes 2 de abril
255. (…) En las primeras horas de la noche anterior el presidente de los Estados Unidos había intentado hablar por teléfono con el presidente argentino, quien al principio se había rehusado a recibir el llamado. Cuando el presidente Reagan finalmente consiguió hablarle, lo instó a que la Argentina no iniciara la invasión contra las Falkland pues, en su caso, los británicos considerarían esto como motivo de guerra. Se despidió del presidente Galtieri dejando a éste la certeza de cuáles serían las consecuencias que una acción semejante produciría en las relaciones entre la Argentina y Estados Unidos. El presidente Galtieri rechazó enfáticamente el ofrecimiento de Reagan de enviar al vicepresidente Bush de inmediato a Buenos Aires para ayudar a alcanzar una solución.
256. A las 9:45 a.m. la Primer Ministro anunció al gabinete que parecía inminente la invasión argentina. El Sr. Nott informó que se había puesto en alerta inmediata a una fuerza de tareas anfibia. Lord Carrington informó que continuaban los esfuerzos diplomáticos. Se acordó que más tarde debería considerarse la decisión de ordenar que zarpara la fuerza de tareas.
257. Al mediodía el RRS Bransfield, un buque de relevamiento antártico británico, denunció interrupciones de transmisiones radiales locales de las islas Malvinas, que confirmaban el desembarco de los argentinos. También del Departamento de Estado, de la estación de relevamiento antártico británico de Grytviken y de los operadores de radio y telégrafo de Puerto Stanley se recibieron informes sobre una invasión.
258. a las 7:30 p.m. se reunió el gabinete y acordó que la fuerza
de tareas debía zarpar.
CONCLUSIONES
261. (…) Creemos que nuestra exposición demuestra en forma concluyente que antes del 31 de marzo el gobierno no tenía motivos para creer que a comienzos de abril se llevaría a cabo una invasión de las islas Malvinas.
262. Toda la información revelada desde la invasión, incluyendo los informes de inteligencia, sugiere que la decisión de invadir fue tomada por la Junta Militar argentina con muy poca anticipación.
263. Entre el 23 y el 28 de marzo, fuerzas navales anuales, entre los que se incluía un ejercicio antisubmarino conjunto realizado con Uruguay (el agregado naval británico en Buenos Aires informó el 27 de marzo acerca de relatos periodísticos sobre ellos). El 2 de abril la agencia noticiosa argentina informó que el 28 de marzo la flota se había dirigido hacia el sur de Puerto Belgrano llevando a bordo el batallón de Infantería de Marina, una sección de comandos anfibios y tropas. Es probable que la verdadera orden de invadir no haya sido impartida por lo menos hasta el 31 de marzo, y quizá inclusive el 1° de abril. Posteriormente se informó que el Dr. Costa Méndez había afirmado que la Junta no tomó la decisión final sobre la invasión hasta las 10:00 p.m. (7:00 p.m. hora local) del 1° de abril. Es probable que la decisión de invadir fuera tomada en vista de cómo evolucionó la situación en las Georgias del Sur; pero parece que las violentas manifestaciones realizadas en Buenos Aires durante la noche del 30 al 31 de marzo también fueron un factor que incidió en la decisión de la Junta.
264. Puede considerarse que, a pesar de que el gobierno no pudo haber sido advertido antes sobre la invasión, debe de haber tenido información más completa y significativa sobre los movimientos militares argentinos. El hecho es que no hubo cobertura de estos movimientos ni pruebas proporcionadas por fotografías de satélites de las que pudiera disponer el gobierno (…).
265. De manera específica preguntamos a todos aquellos que nos dieron sus testimonios – ministros y funcionarios, el embajador británico en Buenos Aires y otros miembros del personal de la Embajada, el gobernador de las islas Falkland, habitantes de las islas y personas ajenas al gobierno con especial conocimiento e interés respecto de la región -si antes de fines de marzo pensaron en algún momento en la posibilidad de que a principios de abril tuviera lugar una invasión en las Falkland… Todos declararon que no en forma categórica.
266. A la luz de estas pruebas, estamos convencidos de que el gobierno no fue advertido sobre la decisión de invadir. El momento en que la Junta tomó la decisión es prueba de que el gobierno no sólo no fue, sino que no podía haber sido advertido con anticipación. La invasión de las islas Falkland del 2 de abril no podía haber sido prevista.
267. Antes de considerar el modo como el gobierno maneja la disputa en la actualidad, debemos analizar la siguiente pregunta: De qué manera llegó la disputa a un estado tan crítico que pudiera llevarse a cabo una invasión repentina e impredecible?. Para responderla, es necesario mirar hacia atrás y considerar las características principales de la disputa y las posiciones que tomaron las partes durante un período mas extenso.
268. Desde 1965 las posiciones de las tres partes principales en la disputa – el gobierno argentino, el gobierno británico y los isleños- permanecieron invariables.
269. En primer lugar, para todos los gobiernos argentinos la recuperación de las Falkland siempre fue un importante punto de la política y un tema nacional. La disputa no ocupó el mismo lugar en la atención de los gobiernos británicos o del pueblo británico. Aunque en algunas ocasiones planteó sus reclamos con mayor fuerza que en otras, la Argentina nunca renunció a su compromiso de recuperar las islas. No importa cuáles fueron los temas propuestos para ser tratados, tales como la cooperación económica para la explotación pesquera o la explotación petrolera, su preocupación fundamental era la soberanía. Sólo en una oportunidad, a saber en ocasión de las conversaciones que condujeron a los Acuerdos de Comunicaciones de 1971 la Argentina intervino en negociaciones que en parte no estaban relacionadas con alguna forma de traspaso de la soberanía. Lo hizo con la esperanza de que, si mejoraba las comunicaciones entre los isleños y el continente y demostraba su buena voluntad, lograría persuadirlos de los benefi
cios de mantener una relación más estrecha entre ellos, que a su tiempo daría lugar a cambios constitucionales; y, a continuación de los Acuerdos, presionó para que se reanudaran las negociaciones sobre la soberanía.
270. En segundo lugar, todos los gobiernos británicos reafirmaron la soberanía británica sobre las islas y sus dependencias, sin reservas en cuanto a su derecho, junto con un compromiso invariable de defender su integridad territorial. Aunque en ocasión de la primera Resolución de las Naciones Unidas de 1965 el gobierno declaró que la soberanía no era negociable, desde 1966 todos los gobiernos británicos estuvieron dispuestos a negociar acerca de la soberanía sobre las islas y a alcanzar una solución, siempre que se cumplieran ciertas condiciones y que ella pudiera ser aprobada por el Parlamento. La condición mas importante siempre ha sido que cualquier solución debe ser aceptable para los isleños, y en este sentido, los ministros de los sucesivos gobiernos hicieron declaraciones inequívocas ante el Parlamento. También esto se le dejó siempre bien en claro al gobierno argentino.
271. En tercer lugar, los isleños siempre manifestaron claramente su deseo de seguir siendo británicos y se resistieron con firmeza a cualquier cambio que pudiera producirse en su relación constitucional con el Reino Unido. En ciertas ocasiones accedieron a negociar y luego intervinieron en negociaciones, pero nunca aprobaron ninguna propuesta de solución del tema de la soberanía que fuera más allá de un prolongado congelamiento de la disputa. No estuvieron dispuestos siquiera a aceptar el proyecto elaborado con la Argentina en 1979 para llevar a cabo una actividad científica conjunta en las dependencias, pues lo consideraron una amenaza a la soberanía británica en la región.
272. Si bien las posiciones de las tres partes en la disputa permanecieron invariables, cambiaron las circunstancias en la Argentina y la política del gobierno británico sufrió modificaciones en diversos aspectos importantes.
(i) Acontecimientos ocurridos en la Argentina.
273. En la Argentina, la toma del poder por parte de los militares, producida en 1976, fue un factor importante. Como resultado del golpe, la toma de decisiones quedó en manos de un pequeño grupo, al mando de las fuerzas armadas y aumentó la influencia de la Armada, que siempre había sido el arma que adoptara la actitud mas dura en relación con el tema Falkland. Este golpe implantó un régimen represivo, cuyos aterradores antecedentes en materia de derechos humanos aumentaron comprensiblemente la renuncia de los isleños a considerar cualquier forma de asociación más estrecha con la Argentina. También existía el peligro de que en algún momento la Junta tratara de desviar la atención de los problemas internos – en especial a medida que aumentaban las dificultades económicas – apelando al nacionalismo argentino para apoyar una iniciativa que tuviera por objeto las Falkland.
274. La otra cuestión fundamental de la política externa argentina durante ese período fue la disputa mantenida con Chile por la soberanía sobre las tres islas del canal de Beagle. La preocupación de la Argentina no reside tanto en las islas mismas, sino en sus aguas territoriales y plataformas continentales, ya que se opone enérgicamente a toda extensión de la soberanía chilena en el Atlántico Sur. Esta cuestión es pertinente a la disputa por las islas Falkland en el sentido de que, si la Argentina estaba preocupada por la disputa sobre el canal de Beagle, desviaría su atención de las islas Falkland; mientras que, si esa disputa evolucionaba en favor de Chile o quedaba estancada, era mucho más probable que la Argentina buscara como compensación un triunfo en las Malvinas.
275. En 1977 un Tribunal Internacional de Arbitraje otorgó las islas a Chile pero no se pronunció acerca de los reclamos por la extensión marítima que correspondería a cada una de las partes. La Argentina se rehusó a aceptar el fallo, pese a que previamente se había convenido en acatar el veredicto del Tribunal, y al año siguiente ambos países estuvieron al borde de la guerra a causa del litigio. Fue designado un mediador papal, cuyas propuestas volvieron a favorecer a Chile. La Argentina demoró su respuesta a esas propuestas y a principio de 1982 anunció su intención de revocar un tratado celebrado con Chile, cuyo efecto sería el de evitar que la disputa fuera remitida a la Corte Internacional de Justicia. Desde el punto de vista de la Argentina, la disputa había llegado a un impasse desfavorable para la Junta, y es probable que ésta haya centrado su atención con mayor cuidado en las islas Falkland.
276. Otro acontecimiento de la política externa argentina fue su acercamiento a Estados Unidos desde el momento que asumió el presidente Reagan. Hicimos referencia en el Capítulo 2 a las pruebas de una mejoría en las relaciones entre los dos países, en particular las visitas que el general Galtieri hiciera a los Estados Unidos en 1981, cuando era Comandante en Jefe del Ejercito. Parece probable que el gobierno argentino haya llegado a creer que el gobierno de Estados Unidos se mostraba de acuerdo con su reclamo sobre las islas Falkland y que, si bien no apoyaba una acción de fuerza para apoyar dicho reclamo, no se opondría a ello activamente. Cuando se le solicitó inicialmente que interviniera, Estado Unidos sí adoptó un enfoque «parejo», al tiempo que empleaba sus buenos oficios para intentar hallar una solución.
277. Dada la relativa cercanía de las islas Falkland a la Argentina, su distancia de Gran Bretaña y la ausencia de una fuerza disuasiva británica sustancial en la zona, Argentina siempre tuvo la capacidad de montar exitosamente una operación repentina contra las Islas. Mas aún, en épocas recientes, hubo un aumento sustancial del poderío militar argentino en las tres fuerzas armadas, que debe haber aumentado la confianza en su capacidad para ocupar las islas y retenerlas.
(ii) Acontecimientos registrados en la política británica.
278. El creciente poderío militar argentino coincidió con una incrementada concentración del Reino Unido en su rol de la NATO y con la restricción progresiva de sus otros compromisos de defensa (…). Cuando aumentó la amenaza argentina, y se decidió mantener sólo una presencia simbólica en el área bajo la forma de un pequeño destacamento de infantes de marina y, en los meses de verano, el HMS Endurance, los sucesivos gobiernos tuvieron que aceptar que las islas no podían ser defendidas contra una invasión repentina. Se tomaron estas decisiones teniendo en cuenta los intereses estratégicos mas amplios, pero es probable que fueran consideradas por la Argentina como pruebas de una disminución en la voluntad de los británicos de defender las islas por más que se insistiera públicamente con fuerza en dicha voluntad.
280. Hubo otras políticas del gobierno británico que pueden haber ocasionado dudas sobre el compromiso británico con respecto a las islas y su defensa. Incluyeron la disposición del gobierno, sujeta a ciertas restricciones, a continuar la venta de armas a la Argentina (y brindar facilidades para que el personal militar argentino recibiera instrucción en el Reino Unido); la decisión de no implementar algunas de las recomendaciones del informe de Lord Shackleton de 1976, especialmente la relativa a la ampliación del campo de aterrizaje; y el hecho de que la Ley de Nacionalidad británica no ofreciera ciudadanía británica a los habitantes de las islas que no fueran ellos mismos nacidos en suelo patrio ni tuvieran un abuelo nacido en el Reino Unido.
281. Finalmente, el informe de defensa de 1981 podría haber brindado mayor seguridad a la Argentina, en vista de las reducciones proyectadas en la flota de superficie, la venta del HMS Invincible y, mas particularmente, la decisión – aún cuando nunca implementada- de retirar el HMS Endurance. En resúmen, el poderío militar argentino aumentó; la capacidad británica para responder a él se restringió.
282. El curso de las negociaciones a través de los años fue en sí mismo un factor importante que limitó la libertad de maniobra del gobierno. Como se probaron sucesivas iniciativas que fracasaron sin que se observaran indicios de debilitamiento en la actitud de los argentinos ni de los isleños, la historia de la disputa muestra que las opciones de negociación fueron progresivamente eliminadas hasta que quedó sólo una – el leaseback – que podía satisfacer eventualmente las aspiraciones de la Argentina por un lado y los deseos de los isleños por el otro.
283. Teniendo en cuenta estos antecedentes, examinamos cómo maneja actualmente el gobierno esta disputa. Lo que se destaca es el dilema al que se vieron expuestos los sucesivos gobiernos por su política de procurar resolver -o al menos contener- la disputa mediante negociación diplomática, por un lado, y su compromiso de defender las islas Falkland, por el otro. Este dilema se agudizó a medida que disminuyeron las operaciones de la política seguir. Este dilema se agudizó a medida que disminuyeron las opciones de la política a seguir. Las islas siempre corrieron peligro, y un peligro cada vez mayor, a medida que la capacidad militar de la Argentina se fortalecía, pero una decisión británica que implicara un despliegue en el área de buques de guerra adicionales, cuyo secreto no siempre podía asegurarse según el momento en que se realizara, también representaba un riesgo de frustrar la perspectiva de negociación. Este dilema destacó la importancia de una presencia simbólica de defensa, que examinamos en la próxima sección de este capítulo.
En los ítems 287 a 289, el informe considera que la decisión de retirar al HMS Endurance luego de su campaña de 1981-1982 fue un error británico. También critica la manera en que Carrington llevó las negociaciones durante 1981, a partir de la consideración de las pocas probabilidades de que el parlamento y el gobierno aceptaran el «leaseback». El gobierno inglés -afirma el informe- «no tenía nada que ofrecer a la Argentina que no fuera lo que determinaran los deseos de los isleños». En consecuencia:
290. Llegamos a la conclusión de que el gobierno estaba en una posición de debilidad y que el efecto de la decisión de Lord Carrington fue pasar la iniciativa al gobierno argentino.
293. A comienzos de 1982 varias fuentes produjeron pruebas de que la Argentina, y particularmente el nuevo gobierno del presidente Galtieri, estaba abocado a lograr un éxito en su política referente a Falkland en un plazo mucho más corto que el considerado por la mayoría de los gobiernos argentinos anteriores. Había claros indicios de que asignaban particular significado al logro de una solución de la disputa según sus términos -en los cuales el tema de la soberanía era la consideración primordial- para enero de 1983, eI 150* aniversario de la ocupación británica. estos indicios incluían las observaciones del general Galtieri en su discurso de mayo de 1981, inteligencia sobre la actitud de diferentes elementos del gobierno argentino, el comentario de la prensa al comienzo del año y definitivamente, los términos del documento informal de fines de enero de 1982, que solicitaba serias negociaciones en el plazo de una año, culminando con el reconocimiento de la soberanía argentina.
294. La Oficina de Asuntos Exteriores y de Commonwealth reconoció claramente que la situación evolucionaba hacia una confrontación, como lo demuestra el consejo que dio a sus ministros al iniciarse el año, especialmente en conexión con el Informe Anual del gobernador de las islas Falkland. Creía, sin embargo -y su creencia estaba apoyada por la evidencia- primero, que la Argentina no llegaría a la confrontación hasta que las negociaciones se interrumpieran; segundo, que habría una progresión de medidas iniciadas con el retiro de los servicios argentinos prestados a las islas y una incrementada presión diplomática, incluso una acción adicional en las Naciones Unidas; y tercero -y la inteligencia lo apoyó- que ninguna acción, no ya la invasión de las islas, tendría lugar antes de la segunda mitad del año.
296. Creemos que el punto de vista adoptado por los ministros y funcionarios de la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth a comienzos de 1982 acerca de cómo se desarrollaría la disputa correspondió a lo que razonablemente podía pensarse de acuerdo con las circunstancias del momento. En este caso demostró ser erróneo, pero según nuestra opinión, no debe culparse a ningún individuo. Creemos que existieron tres importantes factores en este error de juicio; primero, en cuanto a subestimar la importancia que Argentina adjudicaba a su cronograma para resolver la disputa para fin de año; segundo, en cuanto a la indebida influencia, en la cual Argentina se había mostrado amenazadora anteriormente, y publicado comentarios belicosos en la prensa, y por cierto había respaldado sus amenazas con acciones agresivas, sin que la disputa se convirtiera en una confrontación seria; y tercero, en cuanto a creer, en base a la evidencia, que Argentina seguiría una progresión ordenada en la escalada de la disputa, em
pezando con medidas económicas y diplomáticas. No se consideró en forma suficiente la posibilidad de que el gobierno militar argentino, sujeto a presiones políticas y económicas internas, actuara en forma impredecible si en algún momento se sintiera frustrado durante las negociaciones. La evaluación de inteligencia de julio de 1981 había advertido que en esas circunstancias existía un alto riesgo de que la argentina recurriera a medidas de fuerza mucho mayores, rápidamente y sin advertencia previa.
335. Finalmente, volvemos a la muy compleja pregunta que formulamos en el primer párrafo de este capítulo. Podría el actual gobierno haber evitado la invasión del 2 de abril de 1982?.
336. Esta es una pregunta que debe considerarse dentro del contexto del período de 17 años que abarca nuestro informe: la respuesta no es simple. Proporcionamos un relato detallado y verdadero de este período, prestando una especial importancia a nuestro relato de los acontecimientos que precedieron inmediatamente la invasión. Es esencial leer nuestro informe en su totalidad, -y reconocer, como lo hacemos nosotros, que la actitud argentina con respecto a las Falkland tenía raíces profundas y que el gobierno actual tuvo que enfrentarse a ello dentro de las limitaciones políticas aceptadas por sucesivos gobiernos británicos.
337. Con respecto al gobierno argentino -y este es un dato aparte de la influencia que pudieron tener sobre el gobierno argentino las medidas adoptadas por el gobierno británico- la Junta Militar debió enfrentarse a fines de marzo de 1982 con una situación económica que se deterioraba rápidamente y con fuertes presiones políticas, pudiendo aprovechar en beneficio propio los hechos ocurridos en las Georgias del Sur. Al principio de este capítulo ya hemos expuesto las razones por las cuales estamos convencidos de que la invasión del 2 de abril de 1982 no podría haberse previsto.
338. El gobierno británico, por otro lado, tuvo que actuar de acuerdo con las limitaciones impuestas por los deseos de los malvinenses, que tenían una fuerza moral propia al igual que el apoyo político de un sector influyente de opinión dentro del parlamento; y también por las prioridades estratégicas y militares que reflejaban las políticas de defensa y económica nacionales; la posibilidad de maniobra política de Gran Bretaña era muy limitada.
339. Teniendo en cuenta estos antecedentes hemos señalado en este capítulo cuándo podrían haberse tomado otras decisiones, cuándo podría haber sido más ventajoso considerar en forma más completa los cursos de acción alternativos, y cuándo podría haberse utilizado mejor la maquinaria gubernamental. Pero, si el gobierno británico actuó en forma diferente de lo que nosotros indicamos, es imposible juzgar cuál podría haber sido el impacto en el gobierno argentino o las consecuencias en el curso de los acontecimientos. No existe ninguna base razonable para cualquier tipo de suposición -la cual sería puramente hipotética- de que la invasión se hubiera evitado si el gobierno hubiera actuado según lo indicado en nuestro informe. Teniendo en cuenta estas consideraciones, y según las evidencias que conocemos, concluimos que no estaría justificado formular ninguna crítica ni acusación contra el actual gobierno en relación con la decisión de la Junta argentina de cometer este acto de agresión infundada que fue la invasión de las islas Falkland el 2 de abril de 1982.
Autor: Abudara Bini