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Los mitos en torno a la secta de los Illuminati no parecen disminuir, por el contrario, aumentan a medida que pasa el tiempo y esta perduración oral hace que nos cuestionemos la existencia, tradiciones y objetivos de tan exclusiva élite.
Los humanos segregamos una hormona llamada adrenalina en situaciones extremas: al realizar un deporte funciona como disparador de energía y fuerza, ante un inminente peligro alerta nuestros sentidos y desencadena mecanismos de supervivencia como elevar la presión sanguínea en caso de que necesitemos correr o dilatar las pupilas.
En una situación más habitual como el sexo estimula al cerebro para percibir cualquier sensación extrasensorial, por muy mínimo que sea este.
Esta hormona es segregada por las glándulas suprarrenales y la medida habitual producida por cualquier persona es de 10 centímetros cúbicos.
En la historia de nuestros pasados prehispánicos se practicaban sacrificios como ofrendas divinas y se dice que en aquellos tiempos sus habitantes encontraron una inclinación especial hacia la sangre dopada con adrenalina pues tenía un sabor y efecto particular.
Es así como los sádicos rituales con tortura incrementaron para complacer a los dioses con ese nuevo ingrediente secreto: el adrenocromo.
El organismo humano produce esta sustancia de manera natural cuando la adrenalina se oxida y supuestamente funciona como una droga que causa varios efectos secundarios como alucinaciones, euforia y percepciones extrasensoriales.