Salta – Un médico asegura: “Confinar a los sanos, puede ser contraprudecente” – Argentina

Antes de la pandemia, el cirujano barcelonés Antonio Sitges-Serra revolucionó el sector editorial con su libro ‘Si puede, no vaya al médico’ (Debate y Libros del Zorzal), una aguda mirada crítica sobre las interferencias entre la política, el capitalismo y la medicina en una sociedad que vive de espaldas a la muerte. Número uno en ventas tanto en Amazon como en muchas librerías físicas, en su libro se criticaba con dureza el sistema médico invasivo, hipocondríaco y vigilante que reina en Corea del Sur. Sin embargo, este ha sido el país que, al menos en apariencia, mejor ha contenido el coronavirus. Volvemos a conversar con este médico, recién jubilado en pleno confinamiento.

PREGUNTA. En su libro, señala el sobrediagnóstico y la tecnoutopía médica como grandes enemigos de la salud, y pone el ejemplo de Corea del Sur como máximo exponente de estos males. Sin embargo, gracias a los diagnósticos masivos y al control invasivo por teléfonos móviles de la población, es el país que mejor ha combatido el virus. ¿Qué nos está diciendo esto?

RESPUESTA. Desde luego que Corea del Sur es uno de los países que más daño se han autoinfligido debido al sobrediagnóstico. En particular, en el campo del cáncer de tiroides, que conozco muy bien, se han cometido todo tipo de excesos de los que han salido perjudicados miles de falsos pacientes. Es cierto que, por lo que sabemos, el país ha combatido con éxito la pandemia, pero no es menos cierto que las culturas y los regímenes políticos asiáticos son más invasivos y autoritarios. La demografía, asimismo, les favorece. China tiene, en proporción, la mitad de habitantes con más de 65 años que España. En China, Corea o Singapur, la información y las libertades se encuentran muy limitadas y es donde más se ‘aprieta’ a los ciudadanos, hasta con métodos orwellianos. Mal que nos pese, en una pandemia eso es una ventaja.

 

Antes de la pandemia, el cirujano barcelonés Antonio Sitges-Serra revolucionó el sector editorial con su libro ‘Si puede, no vaya al médico’ (Debate y Libros del Zorzal), una aguda mirada crítica sobre las interferencias entre la política, el capitalismo y la medicina en una sociedad que vive de espaldas a la muerte. Número uno en ventas tanto en Amazon como en muchas librerías físicas, en su libro se criticaba con dureza el sistema médico invasivo, hipocondríaco y vigilante que reina en Corea del Sur. Sin embargo, este ha sido el país que, al menos en apariencia, mejor ha contenido el coronavirus. Volvemos a conversar con este médico, recién jubilado en pleno confinamiento.

PREGUNTA. En su libro, señala el sobrediagnóstico y la tecnoutopía médica como grandes enemigos de la salud, y pone el ejemplo de Corea del Sur como máximo exponente de estos males. Sin embargo, gracias a los diagnósticos masivos y al control invasivo por teléfonos móviles de la población, es el país que mejor ha combatido el virus. ¿Qué nos está diciendo esto?

RESPUESTA. Desde luego que Corea del Sur es uno de los países que más daño se han autoinfligido debido al sobrediagnóstico. En particular, en el campo del cáncer de tiroides, que conozco muy bien, se han cometido todo tipo de excesos de los que han salido perjudicados miles de falsos pacientes. Es cierto que, por lo que sabemos, el país ha combatido con éxito la pandemia, pero no es menos cierto que las culturas y los regímenes políticos asiáticos son más invasivos y autoritarios. La demografía, asimismo, les favorece. China tiene, en proporción, la mitad de habitantes con más de 65 años que España. En China, Corea o Singapur, la información y las libertades se encuentran muy limitadas y es donde más se ‘aprieta’ a los ciudadanos, hasta con métodos orwellianos. Mal que nos pese, en una pandemia eso es una ventaja.

‘Si puede, no vaya al médico’.

¿La democracia es débil ante una pandemia como esta?

El drama europeo es que la democracia, tal como la hemos entendido hasta ahora, ha acabado entremezclando, debilitando y descoordinando los niveles de mando, lo cual, sumado a los particularismos nacionalistas, ha puesto en jaque la Unión Europea. En situaciones de estrés social, la descentralización radical lleva al caos. Si Europa tiene futuro, ha de ser mejorando su calidad democrática y federándose mediante una clara repartición de competencias. Quizás, a la vista de la gestión asiática, deberíamos replantearnos cómo mejorar nuestras democracias, quizás en la línea de Brennan, que nos aconseja avanzar hacia votaciones cualificadas.

Otro asunto que usted ha criticado con dureza en su libro es la hipocondría social. ¿Cómo calificaría la situación actual desde ese punto de vista?

La hipocondría social es consustancial a la cultura materialista y juvenilista vigente y conlleva un miedo cerval a la muerte, que se aísla del debate social. Afecta especialmente a las capas sociales más pudientes, que son las más adictas a todo tipo de chequeos. Sobre esta base, el alarmismo periodístico contribuyó al agolpamiento de pacientes y no pacientes del Covid-19 en las salas de espera de las Urgencias hospitalarias, disparando así los contagios, con gran perjuicio también para los profesionales sanitarios, muy poco protegidos en los primeros compases de la pandemia. Con el tiempo, deberíamos tener datos sobre la frecuentación hospitalaria en aquel momento y sabremos que además de los partidos de fútbol, las manifestaciones y los funerales, el hacinamiento en las salas de espera hospitalarias jugó un papel determinante en la explosión inicial del coronavirus. En este mismo sentido se expresó el doctor Martín Zurro en estas páginas hace unos días.

“Podríamos contar con una inmunidad comunitaria que nos protegerá durante la desescalada”

Llevamos un mes confinados y la famosa curva decrece, pero ¿cree usted que volverá a repuntar cuando salgamos a la calle?

Yo no soy epidemiólogo ni experto en enfermedades infecciosas y puedo opinar como observador atento y poco más. El olfato me dice que el Imperial College tiene razón cuando sugiere que en España podría haber alrededor de siete u ocho millones de contagiados/enfermos/portadores del Covid-19. Si ello es cierto, y la institución británica me merece la máxima consideración, podríamos hablar de una inmunidad comunitaria que nos protegerá durante la desescalada. Las pruebas serológicas deberían confirmar esta hipótesis. De todas maneras, estamos en terreno desconocido, porque se trata de una enfermedad absolutamente nueva en la que las experiencias previas tienen un valor limitado.

Cuando las epidemias eran cosa de países pobres, me flipaba que la malaria pudiera combatirse con telas antimosquitos en las camas, y que no las tuvieran. “¿Solo hacen falta cachos de tela?”, pensaba. Ahora me da la risa el espejismo mientras busco mascarillas.

Por lo que he leído en la literatura solvente, las mascarillas son fundamentales para evitar que los enfermos de Covid contagien a las personas de su entorno y también para la protección de los sanitarios. Estas deberían ser las prioridades, y espero que así haya sido, en la distribución de este material preventivo. El papel de la mascarilla en la población sana es más cuestionable y por ello se han oído voces discrepantes sobre su uso generalizado.

Fuente: El Confidencial

 

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