SALTA – ¿Por qué votamos por políticos mentirosos? – ARGENTINA

Filósofos de la Javeriana evaluaron la diferencia entre la mentira común y la política. Explican la gravedad de esta última para la democracia y el efecto multiplicador que tiene en las redes sociales.

“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos” o “los artistas mienten para decir la verdad, mientras los políticos mienten para ocultarla”. Estas son algunas frases de la llamada filosofía popular, que se repiten con frecuencia y que ratifican la idea de que la mentira es ineludible en el ejercicio político.

Un grupo de estudiantes de doctorado en filosofía de la universidad Javeriana se dieron a la tarea de investigar esta situación que los votantes dan por hecho y, sin embargo, no hacen nada para cambiarla.

Uno de los investigadores es el profesor Juan Samuel Santos, quien explica que iniciaron este estudio en febrero de 2018, debido a una preocupación que tenían por la salud de la democracia actual.

Uno de sus primeros hallazgos fue comprobar que la mentira política es diferente a la mentira común por varias razones: la primera es que mientras el mentiroso común lo hace con palabras, el político no solo usa palabras o mensaje literal, sino que también recurre a varias maniobras lingüísticas, como verdades a media o bullshit (hablar carreta o decir tonterías), generalmente para ser engañoso.

Santos aclara que al mentir los políticos no siempre buscan engañar, a veces también lo hacen en público para que quede registrado en medios de comunicación o en cuentas sociales y así no se comprometen con ciertos asuntos. “Es decir, son mentiras para el registro. Para que después esas declaraciones sirvan como pruebas de que el político no sabían de algún tema”.

En este punto vale la pena aclarar que las mentiras son distintas a las falsas promesas, pues estas últimas se refieren a acciones futuras que el político sabe que no va a poder cumplir (no va a subir impuestos o no va a permitir el fracking). Por el contrario, las mentiras son sobre acciones pasadas. Por ejemplo, cuando un presidente dice no tener conocimiento sobre las acciones de algunos de sus ministros, lo hace para que quede registrado y protegerse a futuro.

Las dos clases de mentiras también son diferentes por el daño que producen. Las comunes generan creencias falsas en la persona engañada y esta puede actuar a partir de esas falsas ideas. Las mentiras políticas, por su parte, no solo crean falsedades, sino que dada su sistematicidad generan desconfianza en el político, su partido e incluso en todo el aparato estatal. Con las fake news (noticias falsas) esto se amplifica y la desconfianza llega a los medios de comunicación o a lo que dicen los científicos. “Esto es grave para la democracia y para los hábitos de consumo de información de la gente, pues muchos van a preferir buscar sus noticias entre sus conocidos o en sus redes sociales, que en medios de comunicación. Peor aún, otros preferirán informarse y creerles a influenciadores o estrellas de internet, lo que reproducirá aún más las falsas creencias”, precisa el filósofo.

Justamente las redes sociales permiten que cualquiera pueda producir mentiras o copiar páginas web similares a las de las entidades encargadas de producir cierta información y cuando circulan tantas mentiras, la gente no sabe cómo participar en la democracia.

Santos aclara quelas mentiras políticas y la desconfianza que generan pueden aumentar la abstención. Así mismo, pueden llevar a que las personas empiecen a creer que sus líderes políticos son casi líderes religiosos que siempre tienen la razón y la verdad. Otra consecuencia se da cuando la gente pierde el interés de participar con sus opiniones cuando las entidades del Estado les dan la oportunidad de comentar

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