A 15 años de la muerte del “Palomo” de la mística

El calendario marca el 12 de febrero del 2004. Casualidades del destino. El “Pato” Pastoriza le pide a Independiente reeditar el saludo histórico con los brazos al cielo después de décadas sin hacerlo en el retorno a una Copa Libertadores contra Cienciano. Desde las tribunas un grito unánime también vuelve a brotar a casi 10 años de oírse por última vez. “Usuriaga, Usuriaga”, late la Doble Visera como si fuese un regimiento de trompetas acompañando el ingreso a la inmortalidad de ese hombre de sonrisa ancha que la noche anterior había jugado su última carta contra el destino.

Un 11 de febrero de 2004 un grupo de sicarios acabó con la vida de Alveiro Usuriaga, futbolista colombiano que es recordado por su exitoso paso en clubes como Independiente y Atlético Nacional.

13 disparos recibió el apodado “Palomo“, quien perteneció a una generación dorada de futbolistas cafeteros, entre los que se destacan René Higuita, Carlos “Pibe” Valderrama, Freddy Rincón, Faustino Asprilla entre otros.

Las agujas del reloj señalaron las 20 en el barrio 12 de octubre. Hay charcos de sangre en el suelo, cartas salpicadas por el furioso rojo corporal, rostros temerosos en las calles y un olor a pólvora que invade las cavidades nasales. Los trece balazos que escupió la 9mm de los pistoleros retumbaron en ese angosto empedrado al oriente de Cali. Alveiro Usuriaga pelea por su vida; el “Palomo” entrega sus últimos esfuerzos. Un dúo de sicarios a bordo de una motocicleta acaba de terminar la historia de uno de los jugadores más exóticos que tuvo el fútbol argentino durante la década del 90

“Era muy querido y respetado. No era de Independiente solo, era de todos. Era ídolo. ¡Los pibes venían a ver al Palomo! Era una cosa impresionante”, recordó Miguel Brindisi, su DT, sobre este hombre que se puso la camiseta roja por primera vez en marzo de 1994 ante River y acumuló 63 presentaciones, 20 goles y tres títulos durante dos períodos por Avellaneda.

Su cuerpo de 1,92 metros con movimientos de una desorganización coordinada asombrosa atraparon al exigente pueblo rojo. Extravagante dentro y fuera del campo. Su cuerpo tal vez haya desaparecido, pero su mística en el club de Avellaneda sigue intacta.

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