Cuando en el año 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 11 de febrero como el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia”, la UNESCO y ONU Mujeres, se propusieron como principal desafío disolver obstáculos y promover una nueva generación de científicas con integración plena y equitativa. En esa misma línea se ubica la Dra. Dora Barrancos, importante referente nacional por su trayectoria a favor de la igualdad de género y su lucha contra el patriarcado. Investigadora Principal y actual miembro del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) del área de Ciencias Sociales y Humanidades, analiza a continuación, el reconocimiento de la mujer en los distintos campos de la ciencia y la tecnología y el importante rol de la historiografía en la actualidad.
“La participación de las mujeres en el conocimiento científico y tecnológico es… desde siempre” sostiene la Dra. Barrancos y destaca que, “si bien la Argentina es considerada una excepción, la mujer siempre tiende a ser una minoría. El agravante es la falta de reconocimiento de sus producciones”. Es a partir de la segunda mitad del siglo XX y a través de un trabajo reciente de la historiografía, que comienza a haber un cambio importante mediante el cual las contribuciones científicas femeninas han sido redescubiertas.
“Los estereotipos, los sesgos patriarcales, delimitaron, por un lado, cometidos científicos para varones y labores domésticas o ‘propias del sexo’ para la mujer”, describe Barrancos, y aclara que aquello no impidió que exista un registro histórico, mayormente desde mitad del siglo pasado, de la persistente contribución de las mujeres en la ciencia y la tecnología. “Tenemos, por la historiografía renovada que hoy está a disposición, una buena parte de las mujeres creadoras de alternativas tecnológicas; se fijaron bastante en utensilios, instrumentos, equipos que tenían bastante que ver con resolver la vida doméstica, artefactos para calefacción, por ejemplo”. Señala que, en Argentina aún está pendiente un trabajo sobre “las mujeres creadoras de patentes. Es una tarea que tenemos que hacer” y añade que “tiene que haber una ocupación también historiográfica en reconocimiento de esas contribuciones”
En lo referido a las diferentes áreas científicas, afirma que existe un notable aumento de la participación de mujeres en Ciencias Biológicas en el mundo entero – “otro fenómeno pendiente de analizar” señaló. Asimismo, existen también muchas mujeres en Ciencias Químicas y en contraste, sigue siendo menor la cantidad de mujeres en Física y Matemática. Las disciplinas sociales “desde luego tienen muchas mujeres, pero, atención, también las humanidades menguaban el reconocimiento de las mujeres durante el siglo XIX y gran parte del XX. El historiador, el filósofo, eran oficios de varones”. Es en el área tecnológica, donde le llama la atención que entre las tecnólogas haya muy pocas reconocidas: “hay más posibilidad de reconocer los aportes a la ciencia de las mujeres que los aportes a las transformaciones tecnológicas por parte de las mujeres”
Menciona que si bien existen estudios recientes en lo que atañe a la opinión respecto de las ciencias y de los géneros “aún se percibe una opinión dominante acerca de que se trata de una actividad masculina”. Concluyendo, remarca que en los distintos campos ha habido una enorme dificultad en el reconocimiento de la producción femenina en el conocimiento y señala que el registro historiográfico debe ser considerado una herramienta fundamental. “Las mujeres han avanzado en derechos dentro de la ciencia, pero hay que avanzar más”.
A continuación, se recuerdan algunas mujeres que fueron opacadas, que han hecho contribuciones muy importantes pero que, de acuerdo con el modelo del estereotipo del no reconocimiento y de la valencia masculina en la Ciencia y la Tecnología, quedaron soterradas:
Cuando Mileva y Albert Einstein se conocieron en el Politécnico de Zúrich, ella ya era una física y matemática que había adquirido una formación privilegiada para la época. Fue admitida, con un permiso especial, en clases que hasta el momento eran exclusivas para varones. Estudió con el pionero en el estudio fotoeléctrico, el Nobel Philip Lenard, teoría de números, cálculo diferencial e integral, funciones elípticas y electrodinámica. Tras haberse convertido en la esposa de Einstein, se creó un registro de esos años gracias al intercambio de correspondencia entre el matrimonio. En esas 43 cartas, que reaparecieron posteriormente a su muerte, se leen expresiones como “nuestra investigación”, “nuestro trabajo”, “nuestra teoría de la relatividad” lo cual convocó a gran parte de la comunidad científica a reconsiderar la participación de Mileva en el llamado “Annus Mirabilis”, año admirable (1905) de su esposo. Lo cierto es que Einstein no tenía la formación en relación a los temas que protagonizaban sus publicaciones. Luego de un congreso, llevado a cabo en 1990 a tal fin, se concluyó que, si bien no existe evidencia para confirmar dicha suposición, tampoco existe para negarla. Ya divorciados, cuando Albert Einstein recibe el Premio Nobel en 1921, le entrega gran parte del dinero a Mileva, quien lo destinaría al tratamiento psiquiátrico de uno de sus hijos.
Considerada superdotada, estudió ingeniería y teatro. Cuando en 1932 se hizo famosa por la película “Éxtasis” (muy controversial para la época), su familia se sintió avergonzada y la forzó a casarse. Durante “esa época de auténtica esclavitud”, como ella misma describe en sus memorias, revive su interés tecnológico y accede a conocimientos específicos de la tecnología armamentista de la época mediante clientes y proveedores de su marido. Estaba casada con uno de los hombres más influyentes de Europa, proveedor de armas y sistemas de control de la Alemania nazi antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. En 1937 abandona a su marido y escapa a Estados Unidos, adquiere un contrato como actriz y cambia su nombre. Cuando se presentó ante el recientemente creado, National Inventors Council como ingeniera y con toda la información confidencial acumulada durante su matrimonio, no la tomaron en serio y fue rechazada con la sugerencia de que hiciera uso de su belleza y éxito como actriz para vender bonos de guerra. Continuó trabajando en su invención: el Sistema de Comunicaciones Secreto, el cual perfeccionó la seguridad de trasmisiones con su técnica de conmutación de frecuencias, haciendo imposible que se interceptara el mensaje. En 1942, junto con George Antheil, patentaron el sistema y ella firmó con su apellido de casada: Markey. Cuando el sistema electrónico de comunicaciones reemplazó al mecánico, se hizo viable su aplicación y, reconociendo la patente al desarrollarlo, fue utilizado en fabricaciones militares. A ésta tecnología se la puede identificar por primera vez involucrada en la llamada “crisis de los misiles” de Cuba en 1962 y derivó en la actualidad como responsable del funcionamiento de conexiones inalámbricas de Wifi y Bluetooth.
Cuando Rosalind Franklin fue becada, su padre le pidió que le otorgara la beca a algún otro estudiante que la necesitara. A pesar de ello, estudió Ciencias Sociales, graduándose en Física, Química y Matemática en la Universidad de Cambridge cuando ésta aún no entregaba títulos de licenciatura ni de maestría a mujeres. “La ciencia y la vida diaria no pueden y no deberían ser separadas“. Participa activamente en sindicatos y en movimientos de defensa del sufragio femenino. Se especializa en Química y cristalografía y luego de doctorarse logró obtener las primeras imágenes por difracción de rajos X que permitieron observar la estructura de doble hélice de la molécula de ADN. La famosa imagen se conoció como la “Fotografía 51” y resultó fundamental para el avance en genética ya que permitió inferir la estructura helicoidal. El descubrimiento fue decisivo, pero ella no obtendría mérito por él. Su compañero de laboratorio, Wilkins -sin que ella supiera – le muestra la fotografía a Watson, quien -junto con Crick- estaba obsesionado en vencer a Luns Pauling en una carrera por el descubrimiento de la estructura del ADN. Sumado a eso, Rosalind había confiado un texto para su evaluación a Max Perutz, quién también filtraría el estudio para que Watson y Crick lo conocieran. Los últimos tres, recibieron en 1962 el Premio Nobel de Química por los trabajos sobre ADN que fueron publicados en la revista Nature. Ésta, según criterio editorial, ubicó el artículo presentado por Franklin, dentro de ese mismo número relegado en tercer lugar, lo cual daba a entender que se trataba de la continuación del trabajo presentado por “sus colegas hombres”. Durante el discurso de aceptación del premio, ninguno nombró a la autora de la “Fotografía 51”.
Melitta inventó “la manera perfecta de disfrutar el café”. Ama de casa, inventora y emprendedora. Cansada de arruinar el café con restos que caían en la bebida y de lidiar con las bolsas de lino que hasta entonces se usaban, patentó en 1908 el filtro de café. El mecanismo, para el que utilizó un papel secante del cuaderno de su hijo y un tarro de latón, se popularizó en gran parte por las organizadas “tardes de café” en la que ponía a prueba su invento con conocidos. Acordaron con la familia crear la compañía comercial que creció exponencialmente y al año de su invento, vendieron 1.200 filtros en la feria de Liepzig. Ganadora de premios y medallas, se trataba de un negocio familiar. Sobrevivió a ambas Guerras Mundiales, interrumpiendo su producción y retomándola para abastecer la demanda que se mantuvo en aumento. En 1930, su hijo toma el control de la compañía, pero Melitta siguió en el negocio convirtiendo sus fábricas en verdaderos ejemplos que velaban por la dignidad del trabajador. Sus empleados tenían aguinaldo, jornada de cinco días de trabajo, aumento anual de los días de vacaciones y el “sistema Melitta” de previsión social, todo aquello en una época en que la explotación laboral no estaba regulada. En la actualidad la empresa es controlada por sus nietos.
Fuente: CONICET