Escoger entre la educación pública o la privada es una duda que puede surgir desde el momento de inscribir al niño o la niña en una guardería y llegar hasta la ventanilla de matriculación en la universidad. Por supuesto, hay personas que lo tienen claro desde el primer momento, ya que entran en juego factores decisivos como el dinero, las creencias religiosas o las convicciones políticas.
Sin embargo, también hay un alto porcentaje de padres (y de alumnos) que titubean ante cuestiones como la calidad de la enseñanza o las puertas que pueden abrirse en un futuro a partir de esa decisión. Todos queremos lo mejor, pero, ¿qué es lo mejor? Pues depende.
Dejando de lado los primeros tramos de la escolarización, en el momento de escoger universidad la indecisión puede atacar a muchos estudiantes. Escoger entre una ciudad u otra; entre una universidad y otra, no es asunto baladí. Si ya es importante en carreras como Derecho o ADE, en estudios relacionados con la creatividad -pensemos en diseño: desde el gráfico hasta el de moda-, la elección es más determinante si cabe.
Las opiniones que pululan sobre el tema tampoco suelen ayudar mucho: dependen de las experiencias que hayan tenido los encuestados y de esa especie de “leyendas urbanas” basadas en la nada, pero que son fáciles de escuchar en boca de cualquiera. Frases como: “La privada da más prestigio”, “los mejores profesores están en la pública”, “lo único que cuentan son los contactos”… Y así hasta el infinito.
Lo más eficaz es hacer una comparativa entre lo que ofrecen unas y otras y, claro está, saber cuál es nuestro objetivo a la hora de estudiar: ¿Aprender, hacer prácticas, experimentar, hacer contactos para el futuro? Pero fijémonos en puntos relevantes como el precio, la calidad del profesorado, las instalaciones, las posibilidad de realizar prácticas, las opciones a becas o la variedad de la oferta educativa. En algunos aspectos la diferencia será mínima y, en otros, será decisiva a la hora de equilibrar la balanza hacia un lado u otro.
La carrera de diseño de moda es una de las ramas en las que más competencia (y demanda) existe en relación con este tema. Existen muchos centros tanto públicos como privados que imparten dicha titulación y que venden garantías de éxito profesional que hacen soñar a los estudiantes con pasarelas internacionales y famosas promocionando sus prendas en Instagram. Por soñar que no sea, pero el camino no es fácil y por mucho talento que se tenga es necesario trabajarlo de la forma más eficiente posible. Por eso es necesario un buen centro educativo.
Para hacer la comparativa tomamos como referencia dos escuelas de moda españolas, una pública y otra privada, ambas muy conocidas. Primera cuestión: el precio. No es difícil adivinar que la privada es la más cara, pero, ¿cuánto más? Pues mucho en el caso del grado de diseño de moda. En la pública el total de la carrera (240 ECTS) sale por unos 15.000 euros, pero es que en la privada -con el mismo número de créditos- el precio aumenta hasta los 41.200 euros.
Siguiente: el profesorado. Aquí la brecha no es tan grande, aunque sí hay diferencias. Si nos damos una vuelta por las webs de las escuelas se puede comprobar que en ambas imparten clases docentes con formación específica en su asignatura. La diferencia radica en que en la escuela pública los docentes suelen destacar por su formación teórica, mientras que en la privada, los profesionales del sector que también trabajan en el ámbito de la educación tienen más peso. Este segundo grupo suele estar compuesto por diseñadores de moda, fotógrafos o periodistas (entre otros) que, además de tener conocimientos en la materia, poseen experiencia dentro del sector.
Punto importante: instalaciones. Talleres específicos para cada actividad: patronaje o serigrafía, espacios polivalentes, aulas adecuadas o equipamientos informáticos con los programas específicos para el diseño… Parecen esenciales, pero no todas las escuelas de diseño los pueden ofrecer. Y hay que tener en cuenta que un entorno adecuado puede influir favorablemente en el rendimiento del alumno o alumna. Antes de matricularse, es recomendable darse un paseo por las instalaciones del centro [para ello las escuelas suelen organizar días de puertas abiertas] e imaginarse estudiando allí durante cuatro años.
Las prácticas: no hay problema. Ahora son obligatorias para obtener la titulación, tanto en la pública como en la privada. Una vez que el alumno se haya graduado, todos los centros suelen tener una bolsa de empresas que solicitan becarios (ahora más que nunca). Y los alumnos pueden optar a las becas públicas del Ministerio de Educación independientemente del centro en el que se curse el grado.
Última parada: la variedad de opciones educativas: aquí la verdadera diferencia se establece a la hora de escoger entre Masters y Posgrados. En cuanto a número de cursos la privada gana por goleada, pero es necesario examinar cuidadosamente qué es lo que se estudia en cada uno. Los conocimientos nunca sobran, pero teniendo en cuenta lo caras que suelen ser estas titulaciones hay que sopesar si son necesarias o no. La titulitis es un mal del que difícilmente se puede escapar hoy en día, por lo que escoger bien es clave.